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La historia de Franco Florio: el hombre que dejó el rugby para transformarse en atleta
A los 20 años, tras una vida deportiva y social en Belgrano Athletic, se decidió por otra disciplina y ahora sueña con los Juegos Olímpicos de Tokio; Usain Bolt fue su inspiración
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Se entrena duro, trabaja a conciencia porque sabe que sin preparación no hay meta que se alcance. Sueña. Cree. Mira la vida desde la óptica de un joven de 20 años. La entiende como un profesional, porque así la siente, la planifica y la construye. Franco Florio irrumpió en el atletismo nacional y revolucionó todo a su alrededor. Consciente de sus condiciones apostó por el deporte y aprendió a equilibrar sus tiempos para estar en la actualidad a una centésima del récord nacional de mayores y cerca de alcanzar la clasificación olímpica.
“El objetivo es la clasificación a Tokio y es claro. Pero antes está el Sudamericano de mayores, donde voy a buscar un podio para poder llegar a conseguir una beca con el atletismo, que también es muy importante para seguir progresando. En cuanto a la clasificación olímpica, con los puntos que tengo y sacando un podio en mayo estaríamos adentro. Pero hay que seguir, también hay que ver qué pasa en el mundo y esperar a que compitan. Esa es la idea y si no se da, hacer la marca mínima, que es un poco más difícil, siempre apuntamos a ella. La idea es tener la cabeza fresca y concentrada en esta primera mitad con Tokio como destino”, explica, sin titubear, el velocista.
Hace tres años que se animó a incursionar en lo que para él era desconocido. Su vida deportiva –y social– siempre habían sido alrededor del rugby y en su club, Belgrano Athletic. Pero, asombrado por el poderío de Usain Bolt en la carrera de los 100 metros en los Juegos Olímpicos de Río, decidió tomar la iniciativa. Se la jugó y, como pidiendo permiso, entró en un mundo que lo cautivó. Lo llevó a aprender la anatomía del cuerpo, la importancia de la alimentación, la función de los descansos, a trabajar en otros tiempos. La pandemia hizo que su paso por el atletismo se hiciera exclusivo. Y así, de shorts y con la camiseta nacional puesta, charla con LA NACION desde las gradas de la pista de atletismo del Cenard, su nuevo hogar.
–¿Cómo fueron estos primeros pasos dentro del atletismo?
–Costó un poco porque empecé haciendo los dos deportes y eran distintos. Porque hacía el gimnasio de atletismo solo, corría solo y en rugby estaba con todos mis amigos, cargamos la barra entre varios, vas hablando, pensando en el fin de semana, hablas de cosas tal vez que nada que ver con el deporte.... Pero nada, es verdad que después en la pista estás solo y cuando entrás a la cancha estás rodeado con ellos... así que se entrena como se juega.
–¿Costó la adaptación y amoldarse a un nuevo ambiente de entrenamientos?
–El primer día me acuerdo que llegué con la camiseta de los Pumas y Javier Morillas [N. de R: su ex entrenador] me empezó a explicar todo desde cero... ‘Mirá, acá hay que elongar, las entradas en calor acá son más largas...’ me fui instruyendo un poco… y cuando le dije que mi idea era hacer ambos, no tuvo objeción y desde un primer momento me ayudó. Me empezó a llevar tranquilo, venía dos veces por semana, y después hacia rugby... siempre se lo agradezco porque él apostó por mí desde el primer momento. Jamás sentí miradas desconfiadas, para nada. Si cuando empezás a competir se dan algunos resultados, estaba la pregunta ‘che, ¿quién es este pibe? Pero nada, siempre todos muy predispuestos. Me ayudaron mucho acá. Me aconsejaron desde qué zapatillas usar... no sabía ni lo que era un spike... hasta darme una mano en la pista.
Florio, tuvo un crecimiento exponencial dentro de la velocidad. Fue campeón en su primer torneo nacional U18 en 2017, en 2019 logró el récord en los 100 metros de la categoría U20 (10s51) y en el 2020 alcanzó el récord nacional U23 de 10s24, y quedó a una centésima del récord nacional absoluto que comparten Carlos Gats (1998) y Gabriel Simón (1999). La primera competencia del 2021, el Grand Prix sudamericano, lo tuvieron como ganador bajo un tiempo de 10s49. Además, en su primer torneo con la camiseta argentina (Sudamericano U-20 de Cali, en 2019) ocupó el quinto puesto en los 100 metros con un tiempo de 10s63.
–¿Cómo fue que decidiste dedicarte ciento por ciento al atletismo este último tiempo?
–El año 2020 lo empecé yendo al Sudamericano Indoor de mayores, en el que quedé tercero en los 60 metros y dos semanas antes había estado haciendo la pretemporada de rugby tanto en el club como en el seleccionado. Al torneo ya no llegué bien, estaba muy fatigado. Estaba corriendo seis kilómetros para pasar a correr 60 metros, es innecesario y es una diferencia muy grande. Después vino la cuarentena y nada se reactivó, y empecé a ver que el rugby, ni el club, ni el torneo iban a volver al corto plazo, y fue ahí que me decidí a volcarme de lleno al atletismo. Corrimos rápido, y si seguimos manteniendo estos tiempos que hicimos podemos entrar a Tokio, así que es un poco la idea, aprovechar este envión de no estar haciendo rugby, porque te saca mucha energía. Eso ya lo descubrí porque llego a los torneos descansado, algo que no me pasaba. Iba a competir después de estar martes y jueves golpeándome, haciendo juego aéreo, y después ir para correr 100 metros es una diferencia muy grande y más cuando querés competir en un Mundial o en un Juego Olímpico. Por eso ahora ya sé a dónde apunto y entiendo. Sé que la energía la tengo que tener al 110 por ciento en el atletismo.
–¿Qué te enseñó esta disciplina?
–Hoy en día para la marca mínima hay muchas cosas que se pueden mejorar. Hago atletismo hace ya tres años. Este sería el cuarto, pero siento que hago atletismo desde hace solo seis meses. Porque al pasar a hacer un solo deporte es muy diferente y es otra la preparación física. Antes iba y corría cuando podía y me coincidía. Es todo nuevo. Estoy aprendiendo cosas nuevas, desde la planificación, donde hay pasadas largas o ejercicios que nunca había hecho, nunca había tenido una base tan fuerte en el atletismo. Eso está bueno y es un aprendizaje, tanto técnico como físico, pero nada creo que lo que me falta ahora es constancia. Intentar mantener estos buenos tiempos, no volverme loco, el año pasado si había que mejorar los tiempos y lo pudimos hacer en el Nacional, que fue importante, y si este año los mantenemos, lograríamos la clasificación. Obviamente que se tienen que dar, y también tener un poquito de suerte, como todo en la vida
Este año decidió cambiar de entrenador. José Ignacio Pignataro tomó la batuta en lugar de Javier Morillas, su padrino en este nuevo camino. El momento ideal para repensar formas de trabajo, enfocar las energías y hacer hincapié en aquellos aspectos que Florio busca mejorar en su aspiración olímpica.
Hoy el corredor es el número 76 del mundo y los primeros 56 se clasifican a Tokio. Por eso, si logra hacerse de un podio en el Sudamericano de mayores en mayo, sus chances aumentan significativamente, al igual si consigue la marca mínima de 10s05 en una competencia oficial. “Antes decía ‘algún día voy a correr en 10s10 o 10s20, lo veía como algo posible, pero mucho más adelante. Y capaz, cuando me vi haciendo un solo deporte, tal vez sí lo hizo todo un poquito más fácil, y las energías se enfocaron más. Hoy, ya lo hicimos y bueno la idea es intentar hacerlo un poquito mejor cada día”, reflexiona, acerca de sus posibilidades.
–Apostaste todo por un deporte que desconocías, ¿sentís que fue en el momento ideal?
–Hoy veo chicos muy presionados que buscan marcas imposibles, o chicos que se sobre esfuerzan para alcanzar las marcas y eso los termina por agotar. Por eso, creo que si algo hice bien fue disfrutar del camino, de las etapas y llevar todo a su debido tiempo. Algo así como ir usando mis cartas según cada etapa. Dormí poco, salí con mis amigos, viajé. Hoy me toca, tal vez, usar la carta de alimentarme más a conciencia, dejar de lado ciertos alimentos, dormirme más temprano. Y, si la sufro, pero sé que es lo que necesito para rendir. Por eso, las uso por etapas, porque sé que si las usaba todas, me iba a quedar sin nada.
Sencillo y ligero. Estudioso. Franco Florio sabe a lo que juega y no planea abandonar. Se crió en un deporte de equipo, y hoy, recorre los andariveles de uno individual. Cambió el chip en pos de uno de sus sueños y hacía allí va. Tiene su meta, su plan y convicción. Se refugia en su familia, busca distracción con sus amigos, y paz en los rincones de su hogar. No se apresura, confía en el proceso y avanza. Entre ceja y ceja tiene Tokio marcado a fuego, pero es cauteloso: sabe que su recorrido recién comienza y que –si no se da– oportunidades no le faltarán.
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