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La furia del karate con la paz de la meditación
Julián Pinzas halló en el método derose la calma que le resultó crucial en Toronto; se emocionó más con las repercusiones que con la medalla en sí
TORONTO.- Cuatrocientas veintisiete notificaciones de Facebook, tendencia en Twitter y más de 50 mensajes de Whatsapp. Con todo eso encontró su teléfono Julián Pinzas después de ganar anteayer la medalla dorada en la categoría de hasta 67 kilos en los Juegos Panamericanos de Toronto. "Creo que mi celular se pega un tiro o se autodestruye... Ya andaba medio-medio", confiesa con una sonrisa a la nacion el karateca.
Pinzas tiene 24 años y está en el cuarto año de la carrera de kinesiología en la Universidad de Buenos Aires. Hace 20 empezó con el arte marcial de la mano de su padre, Ricardo, que lo llevó por primera vez al club Santa Lucía, de Barracas, su barrio natal. Un apacible lugar de encuentro, donde jubilados juegan a las cartas y hay una cancha de fútbol 5, clases de danzas y un dojo (piso donde se practica karate) en el que otro Ricardo, López Correa, dio las primeras indicaciones a un Julián de cuatro años. ¿Cómo habría de imaginar el sensei que dos décadas después vería a ese chiquito llorar en un podio panamericano mientras sonaría el himno argentino? Pinzas dice que su sensei es como "un segundo papá".
Saluda con humildad y todavía se muestra incrédulo por todo lo que generó su pelea. Está feliz y tranquilo, a pesar de que durmió apenas tres o cuatro horas "por la excitación y la cantidad de mensajes" que recibió en su teléfono. "Pero estoy con todas las energías", aclara, antes de intentar hacer un salto para una foto y de confesar que le duele todo luego de la exigente jornada de anteayer.
-¿Qué fue lo que más te sorprendió después de tu victoria?
-El cariño de la gente. De conocidos y desconocidos. Tengo un montón de menciones en Twitter que dijeron que se emocionaron conmigo porque había llorado en el podio. Agradezco muchísimo esa calidez. En algún momento voy a leer todo. Ahora no puedo hacerlo porque quiero ir a alentar a mis compañeros en la competencia. Creo que la medalla quedó en un segundo plano después de ver todo el apoyo. Era algo que nunca habría imaginado. Estoy muy emocionado y agradecido. Es la experiencia más linda de mi vida deportiva.
-Vos venías por el oro pero te sorprendió tu rendimiento.
-Sí, porque no llegaba siendo el favorito de la categoría. Estos torneos son distintos. Y éste estaba para cualquiera. Los dos favoritos perdieron en la primera vuelta. Pero yo creía rotundamente en mí y por otro lado moría por la medalla de oro.
Julián intenta dilucidar algunas razones de su triunfo. Cuenta que una de las cuestiones que más le critican y le elogian a la vez como karateca es que es muy pensante, y que a veces su cuerpo no se acciona justamente por eso. Pero afirma que en este torneo alcanzó un estado de relajación que nunca en su vida había logrado. Para hacerlo, se entrenó especialmente con Lucio Martínez, un karateca que ganó la única medalla de bronce que consiguió un argentino en un Mundial (Monterrey, 2004) hasta ahora, y que en el país es instructor del método derose, una técnica que combina meditación y entrenamiento físico de alto rendimiento.
-Entonces, también la meditación fue importante para que ganaras el título panamericano.
-Sí, empecé hace dos meses. Creo que voy por el sendero correcto. No entiendo cómo no lo empecé antes. Atribuyo en gran medida a ella la tranquilidad que tuve en la pelea. Parte importante de esta medalla es de él, de Lucio Martínez, así que le mando un agradecimiento grande.
Además de hacer ese entrenamiento, Pinzas practicó reacción visual en el Cenard para ejercitar sus reflejos, con el equipo de la doctora Sandra Rossi, quien trabaja también en River Plate. Eso le permitió desarrollar su visión periférica, discernir situaciones y adquirir una reacción selectiva.
-Se trata de la famosa escena del señor Miyagi en Karate Kid atrapando la mosca con los palillos, ¿no?
-Claro. Él lo hacía con la mosca, nosotros lo hacemos con un tablero un poquito más sofisticado. Me entrené en todos los aspectos. También eso me dio tranquilidad, porque más que lo que hice no podría haber hecho. Estos dos meses trabajé en lo físico y lo técnico, en la meditación, la concentración y la reacción visual. Las cartas estaban echadas y todo dependía de que estuviese con las luces encendidas en el torneo.
Pinzas quiere más y su próximo gran objetivo es alcanzar un podio en el Mundial de Linz, Austria. Y cree que ya hay que guardar la medalla de Toronto, para pensar en la próxima.
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