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La entrevista de Roberto De Vicenzo con LA NACION cuando cumplió 90 años: "Lo mejor de mi vida fue conocer a mi mujer"
El Maestro, leyenda del golf argentino, falleció hoy a sus 94 años
Hace cuatro años, cuando el Maestro Roberto De Vicenzo cumplió 90, recibió a LA NACION en el jardín de su casa de Ranelagh para recordar su vida. La entrevista, publicada en abril de 2013, es una pintura de lo que fue como persona la leyenda del golf argentino que hoy falleció a sus 94 años.
Roberto De Vicenzo está más vivaz que hace diez años. Se levanta a las 8 y se acuesta sobre el filo de la medianoche. Realiza trámites bancarios, juega cuatro o cinco hoyos en el Ranelagh Golf Club, se mantiene informado y está en contacto estrecho con su familia. Pero, por sobre todo, vive acompañado de la clave del humor, buena fórmula para la longevidad.
Imposible reproducir en palabras cuando el Maestro se queja en broma de sus achaques físicos; allí desata una suerte de unipersonal que despierta risas y genera una empatía inmediata con esta leyenda del deporte. Así transcurre sus días Roberto, con buen ánimo, optimista y al aire libre. Y aunque no le otorgue demasiada trascendencia a este día, hoy es una jornada muy especial para él, porque cumple ¡90 años!, el largo recorrido de un grande que le puso el nombre al golf en la Argentina. Ni más ni menos.
De Vicenzo es sinónimo de 232 torneos conquistados en 18 países, más que cualquier otro profesional en el mundo. Un luchador de una extraordinaria mentalidad ganadora, famoso por la fortaleza de sus golpes y un juego en el green que lo privó de hazañas aún mayores. Un deportista de origen humilde, hijo de un pintor de brocha gorda, que dio incontables vueltas al mundo y terminó codeándose con presidentes, reyes, grandes artistas y magnates. Ante todo, Roberto es una persona de valores, de ésas con gestos que ya no se ven.
El jardín de su casa en Ranelagh es el rincón ideal para un repaso de su vida aventurera, llena de matices.
-Maestro, ¿cómo se siente a los 90 años?
-Realmente fui un afortunado porque casi nunca estuve enfermo. No me acuerdo de un dolor de cabeza. Y tampoco me privé de nada: comí desde puchero hasta caviar y siempre digerí la comida muy bien. Por suerte todavía puedo caminar y hasta correr. No como lo haría un chico, pero 50 metros te corro. Debo agradecerle a Dios, porque me quiere mucho o no me quiere nada. Si me quisiera más, en una de ésas me llamaría y me llevaría para arriba. Y si no me quisiera nada, a lo mejor él pensaría que estoy mejor aquí abajo porque todavía soy útil.
-¿Hay algún secreto para la longevidad?
-No, creo que la naturaleza te elige. Con mi mujer, Delia, hemos sido unos elegidos. Hay otros que a los 50 años ya están acabados. No sé, es un secreto de la vida que ni los médicos pueden descifrar. Es lindo llegar a viejo y estar sano. Pero llegar a viejo para estar picado y podrido , mejor no llegar. Porque no solamente sufrís, sino que hacés sufrir a los demás. Algo tiene que haber: yo soy católico, no voy mucho a la iglesia, pero creo en ella. Seguro que hay algo en el mundo que nos mantiene vivos y nos ilusiona.
-Se dio el gusto de presenciar en vida a un papa argentino.
-Sí, Bergoglio nos hace sentir honrados, orgullosos y bendecidos. Lo conocí personalmente e intercambiamos algunas palabras. La noticia de Francisco me tomó por sorpresa, como les pasó a la Argentina y al mundo entero, acostumbrado a papas italianos. Realmente me provocó una gran alegría.
-¿Cómo ve a nuestro país?
-Con problemas. Aumenta mucho la pobreza, a pesar de que la Presidenta hace un esfuerzo. Hay falta de trabajo y de inversiones. Los inversores piensan mucho antes de apostar por la Argentina. Y si no hay inversiones, no hay trabajo. A Cristina la admiro, porque dominar a los argentinos no es tarea fácil, y ella lo viene haciendo bastante bien. Perón, para dominar a los argentinos, necesitaba del ejército y la caballería; en cambio, ella utiliza las palabras. El problema de Cristina es que a su alrededor hay muchos que la usan y la explotan, y es muy difícil desprenderse de eso.
-¿Y qué mirada tiene de la Argentina como sociedad?
-Todas las sociedades del mundo están sufriendo, no sólo la nuestra. Los que están bien viven preocupados, y los que viven mal andan necesitados y no encuentran soluciones. Cada día hay más villas miseria, a pesar de que se hace un esfuerzo enorme. Vos lo escuchás a Scioli y le pone todo lo que puede, pero no le alcanza. Igual que Cristina, que vuelca el alma. No es fácil.
-En estos 90 años, ¿cuál fue la mayor realización de su vida?
-Haber encontrado a mi mujer. Si no hubiese conocido a esta vieja que tengo al lado, andá a saber qué habría sido de mí. Estamos juntos desde hace 67 años y es una compañera ideal; la admiro y soy un agradecido porque me ha cuidado a mí, a mis hijos, a mis nietos y bisnietos.
-Para cualquier esposa es complicada la carrera de un golfista.
-Sí, porque muchas veces me iba por cuatro semanas. Hacía escalas y ganaba 500, 600 dólares en cada país donde se disputaban torneos. El que me ayudó mucho para los viajes fue el dueño del Gran Rex, Raúl Cordero. Me prestó 4000 dólares para hacer una gira por los Estados Unidos. En ese momento, esa suma era una fortuna. Me dio cuatro cheques y allá fui yo, esclavo de ellos porque eran al portador. El problema es que antes, en los hoteles, los baños estaban fuera de las habitaciones, entonces por precaución me iba a bañar con los cheques en el bolsillo. Afortunadamente nunca me robaron, nunca me peleé. Y nunca mentí. A la única que le mentí fue a mi señora, porque andaba solo por el mundo. Te imaginás: solo a los 25, 30 años, y en un principio sin saber hablar inglés.
-¿Cuál fue la huella que dejó usted en el golf?
-Dejé una relación internacional buena. Nadie puede decir que he roto los reglamentos. Dejé un camino para que las nuevas figuras argentinas lo transiten también y espero que los próximos que vengan lo dejen tan bien como yo.
-¿Y si tuviera que elegir un recuerdo en su carrera?
-El Masters de 1968, cuando convalidé por error un golpe de más en mi tarjeta en el hoyo 17 y perdí la posibilidad de ganarlo. Cuando se detectó el problema (una mala anotación de Tommy Aaron), mi respuesta fue muy simple y entre lágrimas dije: "Los reglamentos hay que respetarlos". Siempre creí que el único tonto había sido yo, entonces no le podía echar la culpa a otro. Y esa actitud fue la que me terminó abriendo las oportunidades para viajar por todo el mundo. Gané reconocimiento. Si yo hubiera dicho: "Me hicieron trampa", las puertas se me habrían cerrado. Al final, terminó siendo el mejor error de mi vida.
-¿Tiene algún sueño pendiente a los 90 años, Maestro?
-No, mi único sueño a esta edad es levantarme bien, encontrarme bien con mi mujer y mi familia. Por suerte sigo con viento a favor, eso está bueno.
El gran debate del deportista del siglo XX
- En 2000, el Círculo de Periodistas Deportivos eligió a Diego Maradona, Juan Manuel Fangio, Guillermo Vilas , Carlos Monzón y Roberto De Vicenzo como los mejores deportistas argentinos del siglo XX. Al respecto, el Maestro dijo: "Las cosas que hice no las hizo ni Maradona, pero el fútbol lo mira todo el mundo y el golf está muy lejos de eso. Siempre fue considerado un deporte de viejos y borrachos".
- 1967 fue el año de mayor gloria para el Maestro, con la conquista del British Open en Royal Liverpool, Hoylake. En su único Major, se impuso con 278 golpes y ganó 5880 dólares
- 1953 resultó otro gran año para De Vicenzo, porque logró para la Argentina la Copa del Mundo en Montreal, en pareja con Antonio Cerdá. Un título que no volvió a repetirse.
- 50 mejores jugadores de la historia eligió la revista Golf Digest, en una edición histórica. Y entre ellos figura De Vicenzo, ingresado al Salón de la Fama.
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