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La dura vida de El Ouafi: fue oro olímpico, terminó viviendo en la calle y su muerte es un misterio hasta hoy
Compitió en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928, en representación de Francia; su fama lo llevó a Estados Unidos, donde trabajó en un circo; sus problemas económicos y su extraño asesinato
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Pasó del ejército a las pistas de atletismo; del oro olímpico, a los circos estadounidenses; del negocio propio, a vivir en la calle y en el olvido. La vida de Ahmed Boughèra El Ouafi, el atleta que representó a Francia en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam en 1928, fue un sube y baja de tensiones que terminó abruptamente, cuando fue asesinado misteriosamente en un bar.
Es que, en sus años de gloria, El Ouafi emprendió una gira por Estados Unidos para participar de carreras no federadas y fue exhibido en un circo en la ciudad de Nueva York. Sin embargo, tras una investigación de la Federación Francesa de Atletismo y el Comité Olímpico Internacional (COI) fue expulsado y descalificado por conducta antideportiva.
Del ejército a las pistas
El Ouafi nació el 15 de octubre de 1898 en Ghardaïa, Ouled Djellal, Argelia. En esa época, su país era gobernado por Francia, lo que posibilitó que el atleta olímpico se uniera al regimiento del ejército francés, donde prestó servicio militar hasta que un teniente descubrió sus dotes como velocista y le sugirió emprender en el mundo deportivo. Si bien no tenía una gran educación se ganó la vida trabajando como barbero, barista, celador y estuvo en la plantilla de la gigante Renault. En 1923 logró la clasificación a los Juegos Olímpicos de París 1924, donde quedó séptimo en la competencia internacional.
Con esta performance, El Ouafi se preparó para participar de Ámsterdam 1928, donde compitieron 2883 atletas, de 46 países en 14 deportes y 109 especialidades. Ahí corrió el velocista, detrás de los líderes mundiales por los primeros tres cuartos de carrera. Su buena actuación se reflejó en los 5 kilómetros que le sirvieron para llegar primero a la meta: con un tiempo de 2:32:57, disparó a la victoria con 26 segundos de ventaja y 150 metros de distancia por delante del chileno Manuel Plaza, quien finalmente se quedó con la medalla de plata. En tanto, la de bronce fue para el finlandés Martti Marttelin.
Competir contra los animales
La hazaña lo proclamó como uno de los más laureados de su delegación y consiguió una efímera fama que perduró por un tiempo. Se exilió en Estados Unidos tras su coronación, donde fue invitado a participar de una gira deportiva por distintos estados. Ahí ganó una famosa carrera en el Madison Square Garden de Nueva York; también actuó en un circo donde corría contra otros hombres y, a veces, competía contra los animales.
“Dólares inquietos para proyectar: se veía allí, creía en eso. Tenía la impresión de que extendiendo más la mano podía tocar las estrellas. Los sueños estaban hechos para él”, escribió Fabrice Colin en su libro “Le mirage El ouafi” (El espejismo de El Ouafi) y recordado por Le Monde, donde relató la vida del velocista después del éxito. Colin siguió por un largo tiempo al sexto medallista de oro de Francia en Ámsterdam 1928. Las exhibiciones públicas le permitieron ganar el dinero que el deporte le había negado por tantos años, sin pensar que esta decisión le iba a pasar factura más tarde. Es que, una vez que el Comité Olímpico se enteró de sus negocios en torno al deporte, tomó una drástica decisión contra el argelino.
“En los comienzos del olimpismo moderno allá por 1896, la única participación posible era para los deportistas amateur. Los que no vivían de los deportes. Entre 1924/28 se estudiaba y perseguía a cualquier deportista que percibiera alguna forma de remuneración por practicar algún deporte, incluso, si esto fuera su medio de vida. Ahora se entendería que los profesionales son los que pueden vivir del deporte. En los primeros años -hasta prácticamente la Segunda Guerra Mundial (incluido Londres de 1948)- todo el que cobraba una moneda era echado, expulsado del movimiento”, explica un experto en olimpismo para este artículo. Para entonces, los atletas eran considerados aficionados, de acuerdo con las reglas del COI vigentes en ese momento. Así, el organismo internacional descalificó al argelino y esto lo hizo perder su categoría.
Una situación similar ocurrió con el norteamericano Jacobus Franciscus “Jim” Thorpe, que perdió sus títulos olímpicos tras descubrirse que había cobrado por jugar dos temporadas en ligas menores de béisbol, antes de competir en los Juegos Olímpicos. Recién 30 años después de su muerte, el organismo le hizo una reparación histórica, en la que le fueron devueltas las medallas ganadas a lo largo de su carrera.
Una traición
Abatido por la decisión del organismo internacional, El Ouafi volvió a Francia, donde intentó recobrar su vida y en asociación con un amigo fundó una cafetería cerca de la estación de ferrocarril París-Austerlitz. Para ello, usó el dinero ahorrado en su gira por el país norteamericano. Después de algunos años y tras una pelea con su socio, fue despojado de su parte, algo que lo condenó a vivir una vida de carencias.
El tiempo y las adicciones que padecía lo sumieron aún más en la pobreza y el abandono. Durante varios años vivió como vagabundo y en el completo olvido hasta que, en 1956, otro argelino, Alain Mimoun, también ganó la medalla de oro durante la maratón en los Juegos Olímpicos de Melbourne en Australia. Ante este nuevo acontecimiento, los periodistas franceses se interesaron por investigar su historia y dar con el paradero del compatriota que había ganado, 28 años atrás, el primer lugar en la competencia.
El maratonista del que hay solo unas quince fotografías en total se perdía buscando un segundo aire, otra oportunidad de vivir su vida. “Corre todos los domingos por la mañana: contra su sombra, contra el viento”, añade Colin en su libro, donde cuenta que el atleta trabajó como guardia en un gimnasio suburbano de París en los años de olvido.
“Nadie lo recuerda. Estaba en el lugar equivocado y en el momento equivocado para un gran atleta como él. Al desentrañar la leyenda, volver a los documentos y contar la historia (...) un viejo amigo argelino, M., reapareció misteriosamente. Lo aguijoneó, se burló de él y lo desafió…”, explica el autor.
Así fue como se descubrió que El Ouafi vivía en una de las zonas más humildes de París, entregado al alcoholismo y casi al borde de la indigencia. Tras conocerse su historia, se iniciaron campañas de recaudación para ayudar al único representante francés en ganar el oro en esa disciplina durante aquellos Juegos Olímpicos. Se dice que se recaudaron grandes sumas de dinero con el propósito de que el atleta tuviese una vida digna, pero el esfuerzo de la gente fue en vano. Consumido por su adicción al alcohol y sin la ayuda necesaria para recuperarse, el atleta volvió a la calle.
El final
En agosto de 1955 la guerra por la independencia de Argelia se recrudeció en la región de Constantina con importantes matanzas para Francia y el país africano. En 1956, Francia ya había desplegado un ejército de 500.000 soldados y en 1958 tuvieron lugar importantes disturbios protagonizados por los colonos franceses, que buscaban un nuevo levantamiento; un año más tarde esto iba a traer trágicos resultados para el maratonista.
El Ouafi fue asesinado el 18 de octubre de 1959, tres días después de cumplir 61 años en un café en Saint-Denis. Si bien los relatos sobre el contexto de su muerte varían, los medios franceses con el tiempo afirmaron que fue atacado por miembros del Frente de Liberación Nacional argelino después de negarse a unirse a ellos. Otros también relatan que fue un espectador sin suerte, que quedó en medio de una discusión entre miembros de una familia y revolucionarios argelinos que buscaban sumar todo el apoyo posible a su causa.
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