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La dura lucha de Schumacher, a un paso del olvido
A casi un año del accidente que lo mantiene en una silla de ruedas, su estado actual es un misterio y varios sponsors lo abandonaron
Los sucesos públicos que conmueven y hacen correr ríos de tinta alrededor del planeta, que acaparan audiencias ávidas de más y más información y que hasta generan especulaciones disparatadas, tienen una fecha de vencimiento. Pueden ser tan intensos como volátiles. El tiempo, ese indiferente devorador de ansiedades, coloca inexorablemente, y más temprano que tarde, las cosas en un lugar, aunque no siempre sea el que corresponda. A veces, sobre el pedestal mismo de la indiferencia.
El 29 de diciembre último, el mundo se conmocionaba con el accidente de Michael Schumacher en una pista de esquí francesa, situada en la estación de Meribel. El séptuple campeón mundial de Fórmula 1 comenzaba entonces un derrotero de agonía y angustia. No había persona que no lo mencionara en una charla cualquiera. Se rezaba por él. Las redes sociales se veían inundadas con su nombre en esa metodología tan fría y facilista de repetir con una patética liviandad lo que se dice por ahí. Que su vida pendía de un hilo y, por ende, un desenlace fatal era cuestión de horas. Que no era un esquiador experto, que estaba volando fuera del área permitida, que no se tomaron los recaudos de seguridad necesarios...
La presión mediática que asfixiaba a su esposa Corinna y a los dos hijos del matrimonio fue tal que por momentos pareció desbordar emocionalmente a la familia. Pero todo, como siempre, sería cuestión de tiempo. El hablar por hablar dio paso al olvido colectivo, del que sólo estaban exentos aquellos para quienes Schumacher representó –y representa– algo verdaderamente importante en sus vidas.
Faltan pocos días para que el piloto más exitoso de todos los tiempos en la categoría máxima del automovilismo cumpla un año en esa batalla desigual que le propuso la vida. De luchar por ella se trata, y en eso está el gran Schumi, pese a la diversidad de versiones que (ahora mucho más aisladas y apagadas) se suceden en torno a su figura.
Su ex colega Philippe Streiff, contemporáneo del alemán en las carreras de F.1 y rival directo en las pruebas de karting en las que ambos seguían acelerando en sus ratos libres, pareciera ser hoy la palabra más autorizada para referirse a la salud del ídolo. Porque de los nueve meses que Schumi estuvo confinado entre Grenoble y Lausana, y de los tres últimos en su casa de Suiza, fue de los que más se preocupó por su salud. "Está mejor, pero todo es relativo. Está en una silla de ruedas, paralizado y con problemas de memoria", señaló Streiff en una de las últimas visitas. A falta de partes médicos oficiales y del silencio familiar, es el único punto de referencia en el que se apoyan los que esperan el milagro de una recuperación total del deportista que bañó de gloria a Ferrari en la primera década del nuevo milenio.
Pero los daños colaterales no afectan sólo a su salud. Los patrocinantes de Schumacher comenzaron lentamente a emprender una silenciosa retirada. Firmas relacionadas con la moda como Navyboot y Jet Set, de acuerdo con lo publicado por el diario suizo Nordwestchweiz, dejaron de brindarle su auspicio, tal como hace unos meses lo hizo la de agua mineral Rosbacher. ¿Falta de sensibilidad? ¿Crudeza para actuar ante un hombre que hoy atraviesa una etapa complicada y que lejos está de poder devolverles lo invertido? Para muchos que criticaron con dureza a estas empresas, puede que sí. Los desertores, en cambio, argumentan que están aportando –en algunos casos– más de un millón de euros sin beneficios a cambio. Así funciona el negocio. Así es la vida. La misma a la que Schumi espera ahora ganarle esta partida.
Pero no todo es tan desalmado ni gélido en el universo cuando el dolor se comparte. Cinco días después del primer aniversario del maldito golpe, Schumi cumplirá 46 años. Sascha Herchenbach, un músico de Hamburgo, interpretará esa noche del 3 de enero una canción escrita para el ex piloto llamada "Born to fight" (Nacido para luchar), en un restaurante de Kerpen, su ciudad natal. Será un bálsamo reparador que reivindicará al hombre. Quizás, hasta llegue a inyectarle la dosis necesaria para esa recuperación soñada de una estrella que injustamente muchos confinaron al olvido.
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