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La crisis de Boca. Jugadores que se pelean, un DT (Russo) que pierde confianza y ex futbolistas en un rol de dirigentes que no ayudan a solucionar los conflictos
En el último partido se repitieron conflictos que se transformaron en habituales en los últimos tiempos, y que involucra responsabilidades desde los dirigentes, el cuerpo técnico y el plantel
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Episodios inexplicables. O sí. Boca pudo haber obtenido los dos campeonatos nacionales que se jugaron en 2020, pero respira con el nerviosismo de un equipo grande que aparenta ni siquiera haber peleado los primeros puestos de esos certámenes. Hace tiempo se sabe que los jugadores le perdieron la confianza a Miguel ángel Russo, por sus interminables dudas sobre el armado del equipo y la indecisión de una idea futbolística, así como también que el Consejo de Fútbol, liderado por Juan Román Riquelme, no está completamente convencido de que el actual entrenador pueda sacar esta floja actualidad adelante. A todo eso, hay que sumarle que los futbolistas son muy poco inteligentes ante las cámaras y el manejo de las respectivas repercusiones.
¿Hace cuánto tiempo se habla de que Boca se autoboicotea, que los integrantes del plantel, el cuerpo técnico y el Consejo de Fútbol no tiran para el mismo lado? ¿Hace cuánto que se genera sus propios problemas? Es como si las ganas de ser portada y tema principal de todos los medios fueran irresistibles, pero no por cosas positivas.
El equipo volvió a perder, esta vez frente a Talleres. Volvió a dejar puntos en su casa por sexto partido consecutivo. Jugó más apático que nunca, como si la goleada histórica a Vélez (7-1) y el buen planteo táctico en el empate ante River (1-1) fueran simples espejismos. Aunque uno de los temas sobresalientes fue el conflicto, a la vista de todos, entre Frank Fabra y Carlos Izquierdoz. Un episodio más dentro de una serie de desaciertos. Porque no se trata solo de lo que se ve en la cancha, puertas adentro Russo casi no habla y Riquelme tampoco.
Los cordobeses ya estaban en ventaja, pero el encuentro apenas promediaba la primera mitad. Boca estaba alterado, con y sin la pelota, y desbordado. En tres años de estadía, nunca se había visto así al subcapitán Izquierdoz, que se acercó a centímetros de la cara de Fabra para reprocharle con énfasis sus distracciones. También fue increíble la reacción del colombiano, que le propinó un manotazo para que el zaguero se callara.
Lo sucedido entre los defensores pudo ser un escándalo mayor si Izquierdoz hubiera reaccionado en el mismo campo de juego a la agresión recibida por Fabra. Hablan de que la relación entre ellos es normal y que en el vestuario se disculparon, aunque el central fue el que pagó los platos rotos por un técnico disgustado con el suceso (fue reemplazado en la segunda etapa). Pero sí vuelve a exponer algo indiscutido: aún con semejante espalda, a Russo se le está yendo de las manos el control de su grupo. De hecho, desde las cercanías al encargado del fútbol dan a entender que preocupa ese aspecto. “No sabemos qué hay que hacer con ellos. Esos son manejos del técnico. El grupo lo maneja Russo, no nosotros. Veremos qué decide hacer”, sentencian y esperan, sin pretender nada en específico.
Es evidente que el entrenador, que en unas semanas cumplirá 65 años, no sólo muestra muchas dudas en lo que respecta al equipo, sino también se lo ve desbordado con todos los problemas internos que existen. Desde el Consejo le aseguraron a LA NACION que no se involucran en ninguna decisión de Russo. Que en los mercados de pases, los nombres que se buscan son consensuados junto a él, al igual que las renovaciones (o no) de los contratos.
Sin embargo, este último incidente que sucedió también está vinculado con el fútbol. Quizás, más profundo porque el suceso tiene que ver con comportamientos, reglas, respeto. Incluso, son vivencias que bien pudieron vivir Cascini, Bermúdez, Delgado y el propio Riquelme a lo largo de sus carreras. No obstante, miran desde la puerta del vestuario para afuera y apuntan a una sola dirección: el entrenador.
Cuando Carlos Tevez fue la gran figura del Boca campeón de la Superliga 2020, en un sprint final de siete fechas feroces en las que el capitán convirtió seis goles y aportó una asistencia, los ex futbolistas (excepto Riquelme, que desde que volvió al club no dialogó en los medios) se colgaron la medalla del triunfo por haber logrado que Tevez dejara atrás sus malos rendimientos. Meses antes, lo catalogaron como “retirado”, refiriéndose al momento en el que ellos habían llegado a la Ribera. Claro que también le dieron el mérito tanto al jugador como al propio Russo, pero ante los problemas futbolísticos -o extra, como el que sucedió el último domingo- (y que ya llevan un buen tiempo) optan por eximirse de la responsabilidad de acomodar las cosas.
Y no es la primera vez que sucede algo semejante. Ya en el superclásico del 3 de enero, por la Copa Diego Maradona, Mauro Zárate insultó todo lo que pudo a “Wanchope” Ábila por no cederle un gol. ¿Qué resolvió Russo esa noche? Pocos minutos después del incidente, los reemplazó a los dos. Y antes del actual campeonato, algunos jugadores decidieron plantarse y pedirle a Russo (como intermediario) una reunión con Riquelme para trasladar el enojo ante el supuesto destrato al negociar renovaciones, como se dio con “Pol” Fernández, al que mandaron a entrenarse apartado del grupo. En el Consejo no quisieron interceder en una cosa ni en la otra.
El Consejo no (re)acciona. Jugadores que han vestido una camiseta tan pesada como la que hoy representan desde una oficina, y con la que se han ganado la idolatría en buena ley, aparentan no tener la experiencia suficiente ni las herramientas de negociación para atender este tipo de problemas. Peso les sobra: no hay que confundir el hecho de exigirle al técnico la titularidad de un jugador (como se ha rumoreado) con interceder para bajar una línea y que todo se calme. Al fin y al cabo, son los hombres que están en un cargo superior y fundamental.
Las responsabilidades son repartidas, claro. Además del flojo manejo del grupo, Russo -junto al Consejo- quedaron expuestos a la hora de algunas decisiones. Por ejemplo, los préstamos de juveniles. Uno es Marcelo Weigandt: ahora en Gimnasia, donde ya hizo dos goles, podría ser la primera opción en el lateral derecho si se observa que el DT debió acudir al volante Nicolás Capaldo ante el inconformismo con Buffarini y Jara. Otro es Gastón Ávila: cuando parecía que la línea de 5 defensores podía darle a Boca otro estilo, ante Talleres debió volver a la de cuatro por la expulsión de Zambrano y los pocos minutos que puede sumar Marcos Rojo, mientras el juvenil (zurdo, rápido y con buena salida) fue cedido a Rosario Central.
Por estos días un problema es el N°9, mientras Edinson Cavani, la carta fuerte que apuestan para junio, decide qué hará: a Hurtado, Walter Bou (ya gritó varios goles en Defensa y Justicia y fue campeón de la Copa Sudamericana) y Mateo Retegui (participó en el primer gol de los cordobeses) no les aseguraron minutos y los cedieron. Tal es el descontrol que, para intentar dar vuelta el partido del fin de semana, Russo decidió el ingreso de Soldano, delantero con 3 goles en 39 partidos que en junio no seguirá en el club. Lo mismo sucedió con Buffarini y Zárate: pasaron de no ser tenidos en cuenta a necesitarlos como soluciones. Ni que hablar la situación poco clara de Wanchope Abila, en la que el jugador dice estar para volver a jugar y en el cuerpo técnico todavía no lo ven bien.
Con los refuerzos se decía que Riquelme podría incorporar nombres rutilantes por su figura y poder de seducción, pero la excepción sólo fue Marcos Rojo, aunque sigue en veremos por un físico que no está al 100%. Y el “pleno” logrado en su momento con la visión para sumar a Pol Fernández se desvaneció en la misma dirección con la ida del mismo mediocampista a México. Y en el último mercado pretendieron incorporar un lateral derecho, un volante y un centrodelantero. No lo pudieron resolver, más allá de la fallida llegada del colombiano Andrés Román por un tema de salud. También se les abrió una ventana por la lesión de Eduardo Salvio, pero allí tampoco incorporaron a nadie.
Boca no juega bien y pierde puntos. Lejos está de la punta (a seis unidades del líder Vélez). Y, encima, acumula episodios que desnudan aún más el descontrol y ponen más en el ojo de la tormenta a Miguel Russo.
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