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La conmovedora historia de la selección argentina femenina que compitió en un Mundial sin DT, médicos ni botines
En México 71′, un combinado nacional compuesto por futbolistas de potrero se enfrentaron ante un impensado escenario que sortearon no sin obstáculos
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En el Día de la Mujer, vale recordar a “las pioneras” del fútbol femenino en la Argentina. Así se autoproclaman y con justa razón. Un grupo de futbolistas viajaron con lo puesto a México en 1971 para disputar un campeonato no oficial en el país azteca contra las grandes potencias. Un año antes, se había disputado el primer Mundial en Italia. A 51 años de la epopeya, tres futbolistas que formaron parte de ese equipo visitaron la AFA y contaron su historia.
La capitana de aquel equipo, María Angélica Cardozo, reveló que desde los siete años jugaba al fútbol enfrente de su casa en Florida junto con sus amigos. “Era mi pasión desde chica”, cuenta con orgullo, tras lo cual explicó cómo fue convocada para disputar una competencia internacional y en representación de su país. “Veníamos entrenando en un potrero cerca de mi casa, ahí había un señor que se llamaba Harrington, y él nos lo había dicho. No creíamos. La verdad que no creíamos”.
Teresa Suárez, que jugó el campeonato con sólo 20 años, explicó que aquella experiencia fue de ciencia ficción: “A mí me convocaron cuando ya iban a ir. Me conocían de antes y sabía que era para ir al Mundial. A nosotros nos tocó el primer partido e imaginate... Sentía como que estaba en una película y yo estaba ahí. Empezando un Mundial, representar a la Argentina”.
El primer encuentro era contra México, una parada difícil puesto que se trataba del equipo local. En efecto, el partido presentó dificultades de todo tipo que derivaron en una dura derrota para el conjunto nacional: “Sabíamos que era el anfitrión, que debía ganar. Después empatamos, perdíamos, un gol que hicimos, que nos anulan diciendo que era offside. Terminamos perdiendo 3 a 1 con un gol en offside de ellos. Supimos que esas son las leyes del juego y las teníamos que aceptar”, explica Suárez, con resignación, medio siglo después.
Luego llegaría “la buena”. En el partido ante Inglaterra, el equipo “Albiceleste” logró un épico triunfo por 4 a 1. Así lo recuerda Teresa: ”Arrancamos con el gol. Angélica había salido lesionada y pasó Betty (García) a jugar abajo, y le dieron la cinta de capitana”. La designada como líder en el campo aquel día pone la situación en su debido contexto: “Teníamos que ganar porque si no nos íbamos del Mundial. Había 110 mil personas a favor nuestro”, indicó esta señora que hoy tiene 80 años. Además, recuerda el desempeño de sus compañeras y el suyo en particular, que fue de mucha importancia: “Salimos a la cancha e hicimos un buen partido. Sabía que no podía estar en el área porque me marcaban mucho”. Con mucho orgullo, cuenta que hizo “tres asistencias” y marcó “el último gol”.
Ese triunfo le permitió al equipo seguir en la competencia, pero la importancia del evento era aún mayor a esa victoria específica, y ellas lo sabían. Quizás por un poco de premonición fue que las jugadoras celebraron aquella victoria como un título en sí mismo: “No paramos de festejar, de cantar. Fue único, irrepetible. Sentíamos que habíamos alcanzado la gloria, que habíamos sembrado una semilla de la esperanza para las nuevas generaciones”.
Las adversidades
El equipo nacional viajó sin director técnico, con botines de goma y con remeras que en su primer lavado perdieron la identificación del celeste y blanco. Por ese motivo, la delegación nacional tuvo que recurrir a la organización para que les proveyeran camisetas y botines, a los que no estaban acostumbradas ya que en el país jugaban en zapatillas. “Llevamos ropa, pero era tan de mala calidad que al primer lavado... no sabés lo que era. Entonces, ahí nos compraron la ropa nueva” explica Betty García, otra de las jugadoras que marcaron un antes y un después en el fútbol argentino femenino. “Viajamos desde acá y no teníamos director técnico. Llevamos botines que en esos momentos eran Sacachispas. Remeras del equipo argentino no teníamos. Eso nos dieron allá”, evoca la capitana María Angélica Cardozo.
El tema del entrenador fue resuelto a medias y a las apuradas. Tras el primer partido ante México, para disputar el compromiso frente a Inglaterra la delegación recurrió a Rosas, un jugador que militaba en la liga de México y las ayudó sobre todo en el entrenamiento físico: “Nos preguntó si queríamos que nos dirigiera. Le dijimos que sí. El nos llevaba a la montaña por la altura, nos hacía practicar arriba. Nos dio bastantes instrucciones”. La preparación en este aspecto no era menor porque Ciudad de México se encuentra a 2240 metros sobre el nivel del mar. En ese sentido, algunas futbolistas se descompusieron y no podían viajar en micro. Asimismo, el horario de juego era a las 12 del mediodía.
La falta de conocimiento de las jugadoras con las que contaba hizo que la ayuda de Rosas se limitara solo al entrenamiento sin pelota, por lo que la disposición en el campo fue autogestiva del plantel: “Nosotros le planteamos como era el equipo porque no nos conocía como jugábamos cada una, entonces nos seguíamos formando nosotras”.
El futuro
El fútbol es jugado en todo el país por mujeres tanto en clubes como de manera amateur. La liga profesional crece y el hábito de practicar este deporte también. Pero todavía hay mucho por hacer. Las futbolistas de los equipos de Primera División juegan en canchas auxiliares y no cobran un salario que les permite vivir de la actividad deportiva. “Tiene que ser un trabajo porque si no tiene que salir a trabajar también. Casi todas trabajan porque con ese sueldo que cobran no les alcanza”, opina con el peso de su historia Betty García.
Además, para poder competir a nivel internacional, García propone que los partidos de la Primera División se disputen en las canchas principales y no en las auxiliares. “Yo siempre jugué en estadios” recuerda, y nombra algunos de ellos: “En independiente, en La Plata, e Independiente de Mendoza”. Si nuestras futbolistas compiten en los campos de juegos principales, el contraste a nivel selección no sería tan grande, piensa.
Por último, señala que la maternidad no es un problema para desarrollar la actividad y pone como ejemplo otros deportes desempeñados por mujeres en los cuales ese tema no está en cuestión: “El futbol es igual que cualquier otro deporte. Las de básquet también son madres, las de tenis también. No es un impedimento” concluye con contundencia y sabiduría.
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