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La Conmebol no tiene altura moral
Por falta de organización, desinterés, o porque el sistema de jerarquías en el fútbol mundial nunca les dio un espacio que jamás reclamaron, los futbolistas siempre terminan siendo funcionales a las instituciones. Alguna vez, Maradona, Cantoná y Stoichkov, entre otros, soñaron con un sindicato que los agrupara y les diera lugares de poder que legítimamente les corresponden, para participar de las decisiones, para defender, para equilibrar un poder discrecional y perverso. No pudieron, no los dejaron, los acusaron de locos y románticos.
Si ese sueño hubiera sido realidad, no habrían castigado a Brian Fernández como lo hicieron esta semana. Una sanción hipócrita, propia de estos señores de doble moral de la Conmebol. Ellos señalan y estigmatizan a un pibe de 20 años mientras casi todos están observados -y muchos investigados- por delincuencia. Mientras tanto, con camisas perfectamente blancas como sus guantes, y corbatas italianas, señalan a Brian Fernández: "Se equivocó y debe pagar". No importan las causas, ni el contexto, ni su futuro.
La coartada es que da igual si la sustancia sirve para mejorar el rendimiento o no, el asunto es que no pueden permitirse no penalizar el consumo de ninguna droga porque el deporte está asociado a la salud. Y se creen el argumento, y lo ponen en los reglamentos del Comité Olímpico y la FIFA, mientras les importa "cero" la salud cuando diagraman 1000 partidos por temporada o permiten paredones a medio metro de la raya de cal. Proceden como hombres inmaculados ante las luces y son monstruos en las sombras.
Nadie sugiere eliminar los controles, pero sí se pueden exigir un par de cosas: primero, discreción y ayuda para quien consumió drogas sociales, en lugar de gritar su nombre, obligarlo a asumir la culpabilidad y tirarle con un año lejos de las canchas (y probablemente, más cerca del problema). Y segundo, que quienes sancionen tengan altura para arbitrar estos casos como corresponde.
Lo curioso es que casi nadie se ha indignado lo suficiente por el fallo. Al menos, no ha habido condenas enérgicas. ¿Nadie se pregunta con qué autoridad moral la Conmebol puede sancionar a Brian Fernández? Lo bueno para Brian es que, con las atenciones que hagan falta y con tiempo, lo suyo será sólo un mal recuerdo. En cambio, quienes hoy firman su castigo no tienen salida.
Nadie está en mejores condiciones de exigir que los jugadores de fútbol. Sin embargo, dispersos, sin organización y ocupados en sus encantos cotidianos, no representan ningún peligro para ese orden pérfido. No basta con ir a la Justicia pidiendo la habilitación de Fernández. Los jugadores deberían estar considerando parar las competencias, presionando sobre la FIFA y la Conmebol para que sientan de una buena vez que el negocio de donde sacan sus lujos no les pertenece. Ellos tienen que administrar, y bastante mal lo hacen. Cuando los futbolistas adviertan el poder que tienen y lo ordenen para poder disponer de él, tal vez, todo esto huela un poco mejor.
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