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La columna de Ezequiel Fernández Moores: ¿Pieles Rojas?
"Si yo fuera el dueño –opinó semanas atrás Barack Obama-, cambiaría el nombre (del equipo de fútbol americano)"
El deporte, tradición y negocio, templo y circo, resiste en la trinchera. Tu nombre, le dice un sector de la población, el nombre con el que has logrado triunfos y títulos históricos, ganado millones de dólares y emocionado a miles de aficionados, es el mismo nombre por el que nuestros verdugos nos quitaron los hijos, humillaron a nuestras mujeres y nos despojaron de nuestras tierras. El nombre que justificó la masacre. "Si yo fuera el dueño –opinó semanas atrás Barack Obama-, cambiaría el nombre". Como muchos, el presidente de Estados Unidos habla de remover injusticias. Otros dicen que lo que hay que remover son los prejuicios. Y Dan Snyder, el verdadero patrón de una de las franquicias mejor cotizadas del deporte mundial, se niega a cualquier revisionismo, apela a los 81 años de historia y resiste firme. "Los Washington Redskins –afirma- jamás cambiarán su nombre".
Pieles Rojas (Redskins) le decían, efectivamente a los cherokees, apaches, sioux, comanches, mescaleros y muchas otras tribus nativas, las Native Americans, exterminadas en nombre del progreso. Poblaciones que, según distintas fuentes, fueron reducidas por lo menos en un 85 por ciento, perdieron el 98 por ciento de su territorio y son hoy las más desfavorecidas, con la peor expectativa de vida y las mayores tasas de pobreza, desempleo y suicidios en Estados Unidos, igual que en muchos otros países. Diccionarios como Oxford y Webster coinciden en señalar que ya desde hace décadas redskin es interpretado como un "insulto racista". Pero Toro Sentado, Opchanacanough o Metacomet, cuya cabeza fue expuesta veinte años y su familia esclavizada en 1675 en las Antillas, eran, como muchos otros, pieles rojas míticos por su bravura. Llamarse piel roja, entonces, dice el popular equipo de football americano de Washington, es un homenaje. Ahí están también los Atlanta Braves y los Cleveland Indians en el béisbol, los Kansas City Chiefs en el football, los Golden State Warriors en la NBA y los Chicago Black Hawks en el hockey sobre hielo. Con el tiempo, Estados Unidos, igual que muchos otros países, comenzó a pedir disculpas. Numerosas universidades cambiaron los nombres de sus equipos después de que en 2005 y 2006 algunas de ellas fueron prohibidas como sede de torneos porque mantenían nombres "ofensivos" en sus escuadras. Más de dos terceras partes de cerca de los 3.000 equipos con nombres de pueblos indígenas asumieron el cambio. Distinto fue el caso de las franquicias, que son de propiedad privada. La más importante decidió mantener su nombre de los Washington Redskins, el más ofensivo de todos.
El debate no es nuevo. Cuando en 1992 los Redskins se clasificaron por última vez al Superbowl (final del football americano) unos dos mil descendientes de tribus chippewa, sioux, winnebago y choctaw protestaron ante el estadio Metrodome, de Minneapolis liderados por la activista Suzan Shown Harjo. Una ley de 1990 obligaba a los Redskins a cambiar de nombre si requerían dineros públicos para la construcción de un nuevo estadio. Y Clarence Page se preguntaba en el Chicago Tribune: "¿Cómo reaccionaríamos si en lugar de Washington Redskins fueran los Washington Negros o los Washington Judíos?". Un momento clave del nuevo debate sucedió el 13 de octubre pasado, un día después del "Columbus Day". En pleno entretiempo del partido que los Redskins jugaban contra los Dallas Cowboys, nada menos, Bob Costas, célebre comentarista de la NBC, sorprendió a la audiencia. "Piensen un momento en el nombre ‘Redskin’ –pidió Costas- y cómo difiere realmente de otros. Pregúntense cuál sería el equivalente si habláramos de Afro-Americanos, Hispanos, Asiáticos o cualquier otro grupo étnico. Redskin no honra un legado, tampoco un carácter noble y no puede ser considerado como un término neutral...Es un insulto, una injuria". Acto seguido, anunció que no usaría más ese nombre. Lo mismo decidieron, entre otros, periodistas de firma como Jeff Bercovici (Forbes), Christinne Brennan (USA Today), Sally Jenkins (Washington Post), Bill Plaschke (Los Angeles Times), William Rhoden (The New York Times) y otros con más de treinta años cubriendo la NFL, como Peter King (Sports Illustrated) . Reed Hunt, ex director de la Comisión Federal de Comunicaciones, pidió a todas las emisoras que hicieran lo mismo. También dejaron de usarlo medios como Kansas City Star, The Portland Oregonian, Washington City Paper, The New Republic, Mother Jones, Slate y Capital News Service, entre otros. El último fue nada menos que el San Francisco Chronicle. "No pretendemos establecer reglas, pero sí dar un ejemplo. Redskins es un término patéticamente racista. De ahora en más –afirmó el editor Audrey Cooper- los Redskins pasarán a ser el equipo de Washington".
"Creo que, a veces, el periodismo debería liderar más que seguir, y este debería ser uno de esos casos", dice Kelly McBride, experto en ética periodística. Miembros del Congreso, incluído algún republicano, enviaron una carta a Snyder y también a Roger Goodell, comisionado de la National Football League (NFL), viejo seguidor de los Redskins. Ninguno de los dos asistió a una reunión, histórica, pero de resultado negativo, que la NFL concedió a La Nación Oneida. Los Oneida lideran la nueva campaña, fortalecida con dineros que obtienen con la explotación de un casino, según lo estableció una ley que buscó reparar de ese modo las injusticias. Su líder, Rayl Halbritter, fue recibido por Obama, presentó documentos de organizaciones indígenas y mostró estudios sobre los daños que, según sicólogos, sigue causando el uso del término redskin. Snyder, patrón de los Redskins desde 1997, exhibe en cambio encuestas de aficionados que rechazan el cambio, incluídos descendientes de indios. Habla de "bravura" y recuerda que George Preston Marshall rebautizó en 1933 a los Redskins (hasta entonces Boston Braves) en honor al entrenador Lone Star Dietz, quien invocaba raíces sioux, y a cuatro jugadores del equipo que tenían antepasados indios. Pero hay otra historia que no ayuda. Los Redskins de Marshall, justamente, fueron en 1962 la última franquicia de la NFL que aceptó incorporar jugadores negros. "Comenzaremos a fichar negros –decía Marshall- cuando los Harlem Globetrotters fichen a jugadores blancos". Marshall, un racista que temía ofender a la audiencia sureña de sus televisoras y radios, cambió de posición sólo después de que John Fitzgerald Kennedy amenazó con convertir a los Redskins en la primera franquicia de la historia cancelada por un gobierno federal. "Mantengamos blanco a los Redskins", desfilaban exhibiendo esvásticas frente al estadio miembros del Partido Nazi. "Habrá segregación ahora, mañana y para siempre", prometía en 1963 George Wallace, gobernador de Alabama.
Fanáticos que desde hace décadas lloran y se emocionan con los Redskins, como el propio Snyder, están furiosos. Cuentan que hay hasta reservaciones indias que reciben al visitante con el cartel "Casa de los Redskins". Despotrican contra izquierdistas liberales, políticamente correctos, que confunden y mezclan todo, como Dave Zirin, quien escribió una carta abierta a Snyder diciéndole: "Temo que algún día adviertas que el nombre de tu equipo sólo es posible porque hubo un genocidio". La historia, es cierto, ofrece miles de nombres polémicos en pueblos, escuelas y calles. Pero el deporte, se sabe, es una vidriera ruidosa. Agranda reivindicaciones y también injusticias. Eran pieles rojas, según distintos historiadores, porque ellos mismos se pintaban la piel. O porque los verdugos exhibían sus cabezas ensangrentadas para cobrar la recompensa. Pieles rojas, para otros, eran los indios siempre sucios, malos y salvajes que mataba en Hollywood el cowboy John Wayne, el mismo que en 1971 dijo a Playboy que creía "en la supremacía de los blancos". Y muchos otros creen que Redskins, simplemente, es un popular y millonario equipo de football americano.
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