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La bendición de su familia, un triunfo histórico y 1.200 kilómetros en taxi para escapar de Cuba
El caso del futbolista Ariel Martinez es apenas uno de los cientos de deportistas que buscan escapar de la isla en búsqueda de un futuro mejor
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“Todo ocurrió en junio de 2015. Recuerdo que llegamos al hotel en Charlotte y fui el último en bajarme del bus. El DT me saludó, me felicitó y lo mire y le dije: ‘Hasta acá llegué'. Me di media vuelta y salí corriendo sin mirar para atrás, con el corazón latiéndome a mil. El entrenador me decía que no lo hiciera, que no me escapara, pero esa voz desapareció cuando me subí a un taxi y le pedí al chofer que me llevara rumbo a Miami. El hombre no entendía lo que estaba sucediendo, y yo solo agradecía que supiese hablar en español. Sabía que era una locura lo que estaba haciendo, pero estaba dispuesto a todo”.
La fuga de deportistas de primer nivel se convirtió para Cuba un clásico desde principios de la década del ‘90, cuando comenzó la denominada “Crisis del período especial”. Por un largo conflicto político y las restricciones que le impuso Estados Unidos, se detuvieron las importaciones, el suministro de petróleo y los alimentos eran racionados. Cada gira al exterior de los planteles de las diferentes selecciones cubanas planteaba una incógnita: todos sabían cuántos deportistas salían, pero no cuántos regresarían. En las últimas tres décadas, futbolistas, boxeadores, atletas, jugadores de básquet, de vóley y de béisbol han abandonado a sus selecciones protagonizando deserciones masivas.
“Cuando me subí al taxi, solo tenía conmigo la cédula de identidad y 12.000 dólares que tenía ahorrados. Siempre tuve en claro que quería prosperar en mi vida y en mi carrera como futbolista pero en Cuba no podía lograrlo, por eso tomé la decisión huir”, retoma el hilo el futbolista cubano Ariel Martínez. Esos 1.182 km desde Charlotte, Carolina del Norte, hasta Miami, Florida, fueron sinónimo de la libertad y el crecimiento profesional que buscaba y que en Cuba sabía que nunca encontraría.
Ariel tiene 35 años: nació el 9 de mayo de 1986 en Sancti Spíritus, al sur de Cuba. Recordar su infancia lo lleva a conectarse con aquel niño que siempre anduvo por las calles de tierra descalzo, en pantalón corto, sin camisa y rodeado de amigos, nunca menos de diez. Su primer deporte fue el tenis de mesa, recién a los ocho años comenzó a jugar al fútbol. Defendió los colores del club Santo Spíritu hasta que a los 15 años se trasladó a vivir a La Habana ya que fue elegido para formar parte de la selección sub 17 de Cuba. Allí continuó con sus estudios y la Federación fue la encargada de darle alojamiento y comida. “Para los cubanos el estudio es muy importante, por eso una vez que finalicé el secundario continué con la universidad. Si entrenabas de tarde podías acudir de mañana, y si entrenabas de mañana acudías por la tarde. Fue así como me recibí de profesor de educación física”, comenta a LA NACION.
Con tan solo 19 años logró los que muchos anhelan pero pocos logran, llegar a la mayor. “En mi época querías llegar a la selección nacional por el orgullo de representar a tu país, hoy muchos lo hacen para escapar de Cuba”, analiza el futbolista.
"Tomé la decisión de escapar de Cuba porque quería prosperar en mi vida y en mi carrera como futbolista"
Ariel Martinez
Martinez creció en un país donde no existía internet. Recuerda que todos los futboleros hablaban de Boca, de River o del Real Madrid. “Los clásicos de Argentina los veíamos una semana después. La única información que había en los noticieros era sobre lo que pasaba en Cuba. Tenías que creerlas sí o sí porque no había otro medio donde constatar si lo que estaban diciendo era verdad o no. No había celular, no había internet, y en la tele solo tenías 4 canales”, recuerda Martínez.
"En mi época querías llegar a la selección nacional por el orgullo de representar a tu país, hoy muchos lo hacen para escapar de Cuba"
Ariel Martinez
La selección: un puente para escapar de Cuba
El acceso libre a internet desde hace cuatros años en Cuba ha logrado que la información esté a mano de todos. El cubano ahora observa cómo se vive en cualquier parte del mundo, y muchos deportistas buscan llegar a la selección nacional para usarla como puente de escape. “Hubo dos Copas de Oro (2009 y 2011) a las que no pude ir porque me negaron el visado, eso fue lo que me dijo la confederación, pero yo nunca les creí. Sí pude ir a la del 2007, 2013 y a la del 2015 en Estados Unidos, que fue donde tomé la decisión de quedarme. Ese día le habíamos ganado 1-0 a Guatemala y yo fui la figura. Cuba con ese triunfo accedió a los octavos de final y fue un hecho histórico para nuestro país”, revive el futbolista.
En esa Copa de Oro de 2015, otros cinco compañero de Martinez también abandonaron la comitiva y se escaparon. “Cada vez que veníamos a tierras americanas alguien nos abandonaba. Uno ya podía saber que lo harían por su semblante. Los mirabas a la cara y entendías que esa persona no iba a regresar a Cuba con el resto del plantel. Huían del hotel, o iban de compras a un supermercado y no regresaban más”, describe escenas que vio y también protagonizó.
Aquella noche de junio de 2015, Ariel sabía lo que iba a llevar a cabo. Su plan estaba premeditado desde hacía varias semanas. Luego de ganarle a Guatemala y acceder a los octavos de final, sintió que su misión estaba cumplida y que su momento había llegado: “Esa noche jugué los 90 minutos y di el pase de gol. Yo quería dejar a mi selección clasificada y lo logré. La decisión la tenia tomada desde antes de dejar Cuba, se lo comuniqué a dos de mis hermanos y ellos me apoyaron. Solo tenía mi cédula de identidad y todo el dinero que había ahorrado gracias a las giras en las que nos pagaban 10 dólares por día y también gracias a los trabajos que hacía en mi país. Compraba y vendía ropa. Ningún deportista en Cuba puede vivir de su deporte, siempre deben hacer algo más para poder sobrevivir”, revive con cierta angustia.
Luego de subirse a ese taxi que lo depositó 10 horas mas tarde en Miami, Martinez llegó a la casa de unos amigos, que le dieron hospedaje durante unos meses. “Aquí hay cubanos de sur a norte. Ni me acuerdo cuánto me salió el taxi de lo asustado que estaba, pase una noche bastante mala”, vuelve a aquel momento. “Rápidamente comenzaron a llamarme de los diferentes clubes que me venían siguiendo. Aquí se sabe todo muy rápido, a través de las cadenas de información te contactan y te hacen contar tu historia. Además de manejarse bien en el fútbol, los americanos son muy inteligentes, si pueden buscar un talento por poco dinero mejor, y eso fue lo que hicieron conmigo”, cuenta.
Con tan solo dos meses en territorio americano, el Charlestton Battery lo contactó para ser parte del plantel. Lo ayudaron con todos los trámites necesarios para que Martinez pudiera vivir de manera legal. En Estados Unidos existe la “Ley de ajuste Cubano”, que le da amparo la persona, que poco tiempo después puede acceder al seguro social y a un trabajo en blanco. El club le dio casa, auto y mientras los papeles estaban en trámite, Ariel se entrenaba a la par de sus compañeros, pero sin poder jugar los fines de semana. A los siete meses ya tenía todo en regla y un contrato firmado. Con el Charlestton solo logró jugar la última fecha del campeonato y al finalizar decide firmar contrato con un nuevo club: el Miami FC: “Creo que ahí comenzó mi carrera como futbolista profesional en los Estados Unidos”, le dice a LA NACION.
El pasaporte rojo
Cada vez que viajan a competir, la federación les entrega a los deportistas un pasaporte especial de color rojo para poder salir del país. Una persona de seguridad se los da al momento de realizar los trámites en migraciones y luego todos deben devolvérselo de manera obligatoria a la misma persona. “Apenas llegábamos a Estados Unidos teníamos que devolver el pasaporte y recién lo volvíamos a tener en nuestras manos cuando llegábamos al aeropuerto para regresar a la isla”.
El deseo de volver a casa
En Cuba existe “La ley de los ocho años”, que consiste en que aquel deportista o médico que abandone a su selección en el exterior, no podrá regresar al país durante el lapso de ocho años. Y eso fue justamente lo que le pasó a Ariel, que ya lleva siete años sin poder ver a su madre y a sus hermanos. “Tengo muchas ganas de ir a Cuba porque soy de las personas que necesitan volver a palpar el lugar de donde uno salió. Porque pienso que es bueno ver dónde empezaste y ver todo lo que lograste. Uno puede pensar que no tiene nada y vuelve a sus raíces y ve todo lo que progreso”, se emociona.
Ariel Martinez es un hombre feliz, se le nota en el tono de cada palabra que relata. Mientras espera una nueva oferta para seguir su carrera y estudia para poder ser director técnico, destaca que lo más importante para él es el orgullo que siente por haber logrado todo lo que antes visualizó. En lo siete años que lleva en Estados Unidos pudo cumplir el sueño de ser futbolista profesional, firmar un contrato, tener su auto, su propia casa, haber formado una familia y ser un hombre libre. Mientras tanto, en su país de origen las cosas no han cambiado demasiado, ni él cree que vayan a cambiar.
-Y si volvieras el tiempo atrás, ¿te subirías a ese taxi?
-Si, pero me hubiese subido un par de años antes.
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