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La Batistuta del hockey
Vanina Oneto, la goleadora del seleccionado argentino, no había convertido ningún tanto y ayer anotó cuatro
SYDNEY.- Fresca. Goleadora. Sensible. Vanina Oneto suelta siempre una sonrisa, dice lo que piensa, convierte a menudo y es de aflojarse con similar frecuencia. Faltaban 15 minutos y estaba sentada en el banco de suplentes. Lloraba. A su lado, Ayelén Stepnik, lloraba. Más allá, Sergio Vigil las miraba y... lloraba. Arriba, en la platea, Gabriel Minadeo, ayudante del director técnico, lloraba.
"Parecía que estábamos mirando una telenovela. Fue de los momentos más lindos que me tocó vivir. La tenía a Ayelén cerca, pensé: estamos 7 a 1, soy finalista olímpica. Y le dije: ¿Te acordás de Atlanta? Cruzamos la vista tres segundos y no podíamos parar. Se juntaron aquellas lágrimas de impotencia con estas de alegría. Encima, al ratito entré y estábamos las siete de Atlanta cerrando el partido. Me corrió un frío por la espalda. Fue muy fuerte".
Vanina Oneto tuvo un día inolvidable. Nunca había hecho cuatro goles todos juntos, pero además tampoco tenía festejos olímpicos, y encima, se clasificó finalista. Con 27 años, jugadora de San Fernando, se casará el 22 de diciembre con Andrés.
-Qué revancha para las siete históricas de Atlanta...
-Una revancha y mucho más. Es algo que nos debíamos. Pero todavía no terminó.
-Sabés que hicieron historia.
-Bueno, ojalá que sirva para que este deporte crezca. Hay un potencial enorme. Si no, se puede caer todo.
-Para vos, se acabó la mufa. Metiste todo y para cualquier gusto. De desvío, de revés, de flick (levantando la bocha).
-Sí, en el primero gritaba: se rompió el gualicho. Callate. Cuando Kari (Masotta) me da el pase atrás y le pego, cerré los ojos y pensé: seguro que se va afuera. Y después vino el de revés, que siempre lo intento.
-Fue bárbaro el gesto de las chicas, que sabían de tu ansiedad. Todas te fueron a buscar.
-Ellas me decían que no me presionara. El respaldo fue increíble. Hoy (por ayer) abrí 88 mails, de gente que conozco y de otra que no tengo idea quién es ni de dónde. "Vienen hoy, vienen hoy", me alentaban. Y después, al final, cuando las chicas me cantaron "los goles de Vanina, que acaban de venir". Casi me muero. Es relindo sentirse bancada.
-¿Y qué es más fácil: tomarse cuatro chupitos -tragos cortos- o hacer cuatro goles en un partido?
-No, los goles. Con un chupito ya estoy fusilada. Ah, acá compré tres vasitos más de esos. Ya tengo como 60. Pero los colecciono nada más. Que los carguen y los tomen otros.
-Goles. Decime qué es un gol para vos. Comparalo con algo.
-A ver, debe de ser lo mismo que un tipo que se tira en paracaídas; el momento que está así, volando (abre los brazos), disfrutando. Yo vuelo cuando hago un gol. Es lo máximo que se puede sentir. Se te sube todo; se te sale todo y no hay resistencia en la boca que te frene. Te querés abrazar con toda la tribuna.
-¿Te ves volando contra Australia?
-Sí, creo que vamos a volar.
-Las Leonas aparecieron con todo. ¿Qué tan leonas son?
-Totales. Pensá que después de perder con España se nos podía caer el trabajo de cuatro años. Teníamos las camisetas con el loguito guardadas para un partido especial. Nos juntamos y coincidimos en que Holanda, en el comienzo de la etapa final, era ese partido. Fuimos unas fieras. Ahora, la leona no se va más de la camiseta argentina.
-¿Qué van a cambiar ante Australia? En el otro partido fueron muy superiores.
-Lo mejor es perderles el respeto. Lamentablemente se inspiran con nosotras, porque el DT nos tiene mucho temor. Si le perdemos un poco el respeto, me gusta de alma. Y ya tenemos una canción preparada.
-Soy todo oídos...
-"Prepararon el torneo, prepararon la final, prepararon la cerveza, se olvidaron de ganar." En realidad, la tenemos desde el Mundial Jr. 93 de Barcelona. Hay que afinarla.
-Lo de Bati-Oneto gustó después de Winnipeg. ¿Lo seguís admirando?
-Sus goles son los míos. Es un divino, un ídolo. Juega en la selección, de 9, es potente, goleador y no muy veloz. Como yo. Nos unen muchas cosas.
-Ya lloraste bastante. Si no le ganás a Australia, ¿qué?
-Y, a mí me cuesta tan poco. Seguro que voy a llorar, pero no se me ocurre pensar en perder. De verdad: ahora quiero más. Quiero volar.
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