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La Alemania campeona del mundo que todavía tiene mucho para enseñarle a sus rivales
Pocos países pueden emular el fútbol alemán: Alemania es un país riquísimo de 82 millones de habitantes, tiene más jugadores profesionales que cualquier otra nación, y ganó cuatro Copas del Mundo. Pero todos los países pueden aprender de Alemania. No es casualidad que los alemanes hayan llegado a la cima del fútbol mundial. Después de tocar el punto más bajo en 2004, repensaron su fútbol y aún lo siguen haciendo. Aquí van varias enseñanzas del fútbol alemán que pueden servirles a otros países.
1. Hay que estar dispuesto a dar vuelta por completo el estilo de juego.
Es lo que los alemanes hicieron después de su intento fallido por ganar la Eurocopa de 2004, cuando Jürgen Klinsmann se convirtió en el director técnico de la selección, con autoridad para pensar lo impensable.
Ignoró a quienes pedían un regreso al glorioso pasado futbolístico alemán. El pasado pisado. El mejor fútbol se renueva constantemente. Así que hay que abandonar las antiguas formas –que no es algo que esté en el ADN de nadie– y aprender de las mejores prácticas internacionales actuales.
2. "Se puede aprender algo de todos", dijo Klinsmann en 2004, en su primera conferencia de prensa. Casi exactamente diez años más tarde, en la conferencia de prensa luego de la victoria de Alemania en la final de la Copa del Mundo de 2014, el sucesor y exasistente de Klinsmann, Joachim Löw, explicó cómo habían conseguido la victoria: aprendieron a hacer pases de los holandeses y de los españoles, la velocidad de juego de la Premier League inglesa, y de los franceses, la importancia de incorporar a las minorías étnicas al plantel de jugadores.
Pero también aprendieron de personas fuera del mundo del fútbol. Cuando residía en California, Klinsmann tuvo acceso a innovadoras culturas deportivas norteamericanas. Estudió a Billy Beane de los Oakland A –el padre de la toma de decisiones basada en datos en el deporte del béisbol– para aprender a usar las estadísticas. Del fútbol americano copió los baños helados pospartido, que ayudan a los jugadores a recuperarse más rápido. Estudió los métodos de entrenadores de básquet como Phil Jackson, de Los Angeles Lakers. Klinsmann incluso intentó nombrar a un director técnico de hockey sobre césped como director técnico de la Federación Alemana de Fútbol, la DFB. Las buenas ideas pueden venir de cualquier parte.
3. El fútbol es un baile en el espacio. Lo que hace ganar trofeos no es la pasión ni la pisada de la pelota, ni siquiera los pases. Es cerrar el espacio cuando no se tiene la pelota y abrirlo cuando sí se la tiene. No sorprende que el delantero alemán Thomas Müller se describa como "un intérprete del espacio".
Alemania se orienta hacia un juego en el cual ya no hay especialistas: ni marcadores personales impasables, ni delanteros corpulentos, ni mediocampistas que muerden el tobillo del rival y entregan cada pelota a los pies de un creador talentoso. En cambio, cada jugador se parece más a un mediocampista de pase, incluido el arquero. En la última Copa del Mundo, Lionel Messi efectuó 242 pases. Manuel Neuer, 244. Su equipo realizó 3.754 pases en total, el mayor número de todos los equipos de todas las Copas del Mundo desde 1966 (no hay datos de cuántos pases se efectuaron antes de esa fecha).
Pero la legión de analistas de datos de Alemania mira más allá del simple pase. Uno de sus "indicadores claves de rendimiento" favoritos –efectividad del pase– mide cuántos jugadores rivales se eliminan con cada pase. Y el pase tiene que ser rápido. Oliver Bierhoff, manager general del seleccionado alemán, dice que el tiempo de contacto con la pelota promedio de los jugadores alemanes bajó de 2,6 segundos en 2004 a 1,1 segundos en 2015. El pase rápido exige que los jugadores estén en movimiento constante, así que la nueva regla del seleccionado alemán es que apenas el jugador pasa la pelota, tiene que moverse. Para ganar tiempo, a veces los jugadores se mueven por caminos predeterminados, dictados por los analistas de datos.
Y apenas se pierde la pelota, se hace presión. El "gegenpressing" –popularizado por el entrenador del Liverpool, el alemán Jürgen Klopp– tiene como objetivo recuperar la pelota cuando el rival todavía prepara sus posiciones para el ataque: ese es su momento de máxima vulnerabilidad.
4. Ampliar al máximo el semillero de talentos. A comienzos de la década de 2000, Alemania advirtió que no estaba haciendo las cosas bien respecto de las minorías étnicas en su seleccionado. Muchos talentosos jóvenes turco-alemanes elegían jugar para Turquía, y contribuyeron a que ese equipo llegase al tercer puesto en la Copa del Mundo 2002. La DFB empezó a convocar a muchos más jugadores de los grupos étnicos minoritarios. Ahora el equipo alemán es tan multiétnico como casi cualquier otro de Europa.
Los alemanes también le apuntaron a otro grupo que en muchos países queda excluido del fútbol profesional: la clase media. Históricamente, en las academias de jóvenes de los grandes clubes europeos predominaban los niños y entrenadores de las clases populares. En ese ambiente, los niños de la clase media –con su acento y su forma de hablar diferente, y con las expectativas que sus padres ponían en el estudio– solían sentirse fuera de lugar.
Así que los clubes alemanes les dieron un nuevo marco a sus academias, para alentar el éxito educativo. Eso tranquilizó a los padres de la clase media. Pero había otra razón para fomentar la escolaridad, escribe Raphael Honigstein en su libro Das Reboot, sobre la reinvención futbolística de Alemania: el fútbol se convirtió en un juego que se juega tanto con el cuerpo como con la mente. Honigstein cita a un entrenador de jóvenes alemán: "Tienen que ser capaces de cambiar de formación o de táctica cuatro o cinco veces por partido". Y es probable que las personas mejor formadas también estén mejor preparadas para hacerlo.
No hay duda de que la clase media ahora integra el seleccionado nacional alemán. De los 24 jugadores del equipo alemán de 2014, 13 habían aprobado los exámenes finales del Gymnasium, el escalafón más alto del sistema educativo secundario. Eso representa el 55%, o una proporción apenas superior del promedio del total del país. El gol del triunfo en la final de 2014 fue marcado por el hijo de un profesor, Mario Götze. Y la próxima generación alemana será todavía más educada: Joshua Kimmel, el joven defensor, terminó la escuela con las calificaciones de un prodigio.
5. Ampliar también al máximo el semillero de entrenadores talentosos. En casi todos los otros países, los entrenadores son exjugadores, y cuanto mejores eran como jugadores, más chances tenían de obtener un trabajo como entrenador. No es así en Alemania. En el curso anual de la DFB para formar entrenadores profesionales, se reservan un promedio de 16 vacantes sobre el total de 24 para personas que no jugaron profesionalmente al fútbol. El director del curso, Frank Wormuth de la DBF, le dijo al periodista holandés Michiel de Hoog que aunque conocer "el olor de los establos" del fútbol profesional ayuda, "ese es solo un aspecto del papel del entrenador. Tiene que ser buen pedagogo, saber analizar, tener dotes comunicacionales. Los exjugadores profesionales suelen estar menos preparados para eso".
Entre los directores técnicos alemanes exitosos de los últimos tiempos se encuentran Thomas Tuchel, que jugó ocho partidos en la segunda división del fútbol alemán, Roger Schmidt, que era directivo en una fábrica de automóviles, y Julian Nagelsmann, que antes de convertirse en el exitoso director técnico del Hoffenheim a la edad de veintiocho años, nunca había jugado un partido profesional. (Bayern Munich lo sigue con interés.) Löw mismo jugó solo 52 partidos en la liga alemana, y probablemente no habría llegado al puesto de director técnico de la selección nacional en Inglaterra o Francia. Ellos se lo pierden.
6. Mantener y cultivar los puntos fuertes de la tradición futbolística nacional. Berti Vogts, director técnico del desdibujado y burdo equipo alemán de la Copa del Mundo de 1998, se lamentó con una frase que quedó en el recuerdo: "Los alemanes bailan como heladeras". Pero también subrayó que el fútbol alemán era ejemplo de las "virtudes alemanas", como el trabajo duro, la disciplina, el pensamiento colectivo y el estado físico. Los futbolistas alemanes ya no bailan como heladeras, y además de ser más elegantes con la pelota, también mantienen las antiguas "virtudes alemanas".
7. Liderar el mundo en el uso de datos. Es algo a lo que ningún país desarrollado, por más mediocres que sean sus jugadores, puede dejar de aspirar. Actualmente, los analistas de datos del seleccionado alemán –conocido como "Equipo Colonia"- marcan el paso global. Para la última Copa del Mundo, Alemania creó una aplicación a la que todos los jugadores tenían acceso. Los analistas subían videos de diez segundos de momentos cruciales para los jugadores. Antes de Alemania-Portugal, por ejemplo, el defensor central Jerome Boateng vio tantos videos de "análisis del partido" de Cristiano Ronaldo que aprendió a predecir en qué dirección saldría disparado el portugués para eludirlo "en función de cómo observaba la pelota", escribe Honigstein. Los jugadores compartieron y comentaron videos útiles entre sí, de modo que la aplicación ayudó a mantenerlos a todos concentrados.
8. Siempre hay que renovarse. El fútbol cambia tan rápido que los alemanes no podrán ganar en 2018 jugando de la misma manera que en 2014. Aunque los alemanes son los número uno, probablemente piensan más que nada en lo que vendrá. Löw, por ejemplo, envió a su asistente a dialogar con el director técnico del equipo de handball de Suiza, pionero en la táctica de jugar sin arquero, una idea que Löw mismo analiza. (En la mayoría de los partidos, Neuer apenas tiene que hacer una atajada, ¿entonces por qué no ponerlo en la defensa central y dejarlo retroceder al arco solo en los córners, o en los pocos ataques del rival?)
Wormuth, de la DFB, estudió otra estrategia igualmente innovadora: entregarle deliberadamente el balón al rival. Eso facilita quitarles la posesión en una zona peligrosa para hacer un gol. La única forma de mantenerse en la cima durante mucho tiempo (que posiblemente sea la proeza más difícil de lograr en el fútbol) es seguir inventando el futuro.
(Traducción de Jaime Arrambide)
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