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Nadó tres horas para escapar de la guerra y ahora será abanderada en los Juegos Olímpicos
La adolescente siria Yusra Mardini y su hermana mayor salvaron su vida después de nadar por el mar Egeo, después de que se rompiera el bote en el que intentaban llegar a Grecia; a salvo en Berlín, fue elegida por el Comité Olímpico Internacional para llevar la bandera del equipo de refugiados que competirá en Río 2016
Cuando el bote inflable se detuvo en medio del mar Egeo, Yusra Mardini recordó la cuenta que había hecho un rato antes, al zarpar desde la costa turca: había lugar para siete u ocho personas a bordo, pero con ella y su hermana Sarah sumaban más de 20. Hacía un mes que habían salido de Damasco, y después de pasar por Beirut y Estambul habían logrado que un traficante de personas les reservara dos lugares en una embarcación rotosa. El viaje hasta la orilla griega –la puerta de ingreso a la Unión Europea– debía durar 45 minutos, según les habían dicho. Pero el motor no había aguantado ni media hora y para colmo las olas empezaban a inundar el interior.
Los bolsos volaron por la borda para quitar peso, pero el agua seguía acumulándose. La noche de septiembre empezaba a caer, y dos pasajeros saltaron del bote a ver si servía de algo. "Yo soy nadadora", dijo entonces Yusra –17 años, ex integrante de lo que alguna vez fue el equipo nacional sirio– y saltó detrás de ellos. El mar era frío, notó enseguida, y vio que también saltaba Sarah, tres años mayor que ella. La costa griega estaba lejos aún, pero ambas sabían que podían alcanzarla; llevaban toda la vida nadando. Pero qué pasaría con los demás. Sin perder tiempo, Yusra agarró una cuerda y empezó a bracear como pudo mientras tiraba del bote, al igual que su hermana y los otros dos jóvenes. Nadaron durante tres horas, y llegaron a la costa de Lesbos. Tierra firme. Todos a salvo, o algo parecido.
El padre de Yusra y de Sarah, entrenador de natación residente en Jordania, había pagado US$ 9000 por ellas a los traficantes, pero el ticket sólo llegaba hasta Grecia. Un primer intento había salido mal porque la prefectura turca había interceptado la embarcación que las trasladaba. La segunda fue le vencida, aunque hubiera sido fatal si no hubieran completado el trayecto a nado. Una vez en territorio europeo, las dos chicas se sumaron por la suya a las caravanas de refugiados escapados de la guerra en Siria. Apenas una semana antes de su desembarco, las tapas de todos los diarios del mundo habían publicado la foto del pequeño Aylan Kurdi muerto en la arena. Yusra la había colgado en su muro de Facebook días antes de subir al bote.
Cuando el Comité Olímpico Internacional anunció días atrás que Yusra sería la abanderada del equipo integrado por refugiados que competirá en Río 2016, ella misma se ganó un lugar en el Facebook de miles de personas. "Con la natación quiero llegar a los Juegos Olímpicos", le había dicho a la agencia AP a fines de 2015, mientras entrenaba en el Spandau 04, el club de Berlín que aceptó ayudarla desde principios de octubre. Al llegar a la capital alemana después de cruzar a pie Macedonia, Serbia, Hungría y Austria, ella había llenado un formulario en un centro de refugiados; entre sus habilidades, escribió: "Nadar". Renate, una colaboradora de ese refugio, hizo el contacto con el club.
Yusra y su entrenador, Sven Spannekrebs, contaron en febrero a la Deutsche Welle que tenían la mira puesta en Tokio 2020. Pero el COI confirmó poco después que la meta para esta iniciativa era Río, y trascendió que la chica de los ojos negros encabezaría la delegación de atletas con el status de refugiados de las Naciones Unidas. Desde entonces, y más allá del debate sobre si esta idea es una acción de puro marketing humanitario o un llamado de atención genuino del olimpismo internacional, su caso despertó el interés de todo el mundo. Michael Schirp, encargado de prensa de la Confederación de Deportes Olímpicos de Alemania, contó a LA NACION que el tema los ha desbordado: tuvieron que organizar un evento en Berlín para el próximo 18 de marzo, para que Yusra y su profesor reciban al mismo tiempo a los cientos de medios de todo el mundo que quieren hablar con la joven heroína.
Yusra, mientras tanto, se entrena dos veces por día y confía en mejorar su marca en el estilo que le gusta, mariposa. Su competencia internacional más destacada fue en diciembre de 2012, cuando participó en Estambul en el Campeonato Mundial de Pileta Corta; representaba a Siria, país donde la guerra que aun continúa llevaba un año. Con 14 años, Yusra disputó entonces las pruebas de estilo libre en 200 y 400 metros, que no eran su fuerte, y quedó en los puestos 67 y 37. La estrella femenina de ese torneo fue la húngara Katinka Hosszú. En Río, si todo sale bien, volverán a cruzarse. Por el momento, Yusra puede pelarle a Hosszú el apodo: Iron Lady.
avl/ae
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