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Kasparov se impuso con comodidad
El campeón mundial le ganó al equipo argentino por 4,5 a 1,5 en el primer match; hoy se jugará el desquite.
Un triunfo cómodo, calculando todas las implicancias en cada uno de los seis tableros que tenía enfrente, obtuvo el campeón mundial de ajedrez, Garry Kasparov, en la primera confrontación realizada ayer en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Hoy, a las 16, en 25 de Mayo 359, se disputará el segundo match.
Ganó 4,5 puntos contra 1,5, sin haber corrido ningún riesgo, con total dominio de la situación. El primero en terminar fue Pablo Zarnicki, que, con blancas, planteó un sistema Alapin ante la Siciliana de Kasparov. Fue rápido. En la movida 20, el argentino propuso tablas, las que fueron aceptadas, y Zarnicki fue aplaudido. Sin embargo, recibió la crítica del campeón cuando terminó la sesión:"Abandonó al equipo, ya que siempre es más fácil jugar contra uno menos".
Poco después cayó Hugo Spangenberg, que pareció confundir el orden de las jugadas, lo que el campeón no perdonó. Hugo, que exhibió un look skinhead, salió de la apertura con el problema del desarrollo de su AD, que no logró resolver.
A continuación, aunque con una cantidad de movidas más extensa porque jugaron un final, se rindió Oscar Panno. Después, Kasparov explicó que el veterano maestro había caído en un estudio completo del campéon, quien en cierto momento temió que fuera conocido por Panno. No fue así, y la partida se encaminó al abismo como por un tubo.
Entretanto, cuando la partida había avanzado unas 15 jugadas, Kasparov puso en penitencia a Sorín. Decimos esto porque después de haber meditado largamente, se levantó sin jugar. Realizaba las movidas en los otros tableros y pasaba por el de Sorín sin hacerlo. Hasta que tomó un vaso de agua y desapareció. Cuando retornó, se apiló en dicho tablero, ejecutó una nueva movida y lo ignoró nuevamente, en lo que parece una táctica psicológica. Después que ganó, afirmó que Sorín pudo empatar.
Poco antes había acordado tablas con el joven Gustavo Germán. Kasparov explicó que, en ese momento, estaba conforme con el resultado del match y prefirió ahorrar energías.
Sólo quedaba la partida ante Ricardi, que, con blancas, había logrado revertir una situación algo comprometida. En el mano a mano, seguido en completo silencio por el público que llenaba la sala, el juego se simplificó hasta terminar por jaque perpetuo del argentino.
La síntesis de los resultados es ésta:Ricardi 0,5 v. Kasparov 0,5, Siciliana, en 35 jugadas; Kasparov 1 v. Spangenberg 0, Gambito Dama aceptado, en 26; Zarnicki 0,5 v. Kasparov, 0,5, Siciliana, en 20; Kasparov 1 v. Panno 0, Nimzoindia, en 38; Sorín 0 v. Kasparov 1, Grünfeld, en 30, y Kasparov 0,5 v. Germán 0,5, India de Dama, en 24.
En la ceremonia de inauguración, tras la presentación de los maestros, Carlos Guimard rindió un emotivo homenaje a la memoria de Miguel Najdorf.
El arte de manejar las situaciones
Un ganador. A las 16.30 fue la señal de largada. Juntos, el árbitro y el director del torneo ponían en marcha los relojes en cada una de las seis mesas de juego. Al mismo tiempo Garry Kasparov ejecutaba los saludos formales ante sus adversarios. Cada instante era registrado por las cámaras de TV y los ininterrumpidos centelleos de los flashes.
Se percibía la atmósfera de júbilo, emoción y tensión que transmitían el millar de personas, entre entendidos y curiosos, que se dieron cita en la planta baja del edificio de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, para seguir el juego a través de pantallas gigantes, con los comentarios de maestros especialistas y los casi quinientos invitados que en el nuevo salón bursátil del primer piso presenciaban en vivo la jornada.
Como un experimentado showman, Kasparov extendía sus brazos y respondía de inmediato cada jugada. Sin embargo, en la última mesa, donde el juvenil Gustavo Germán hacía su debut en esta exhibición, el azerbaijano dejaba correr el tiempo de su reloj sin efectuar la primera movida.
Fueron siete minutos, una eternidad para Germán, que sólo observaba lo que ocurría a su alrededor. Kasparov ya había hecho su mejor jugada. Psicológicamente, tenía al público y a sus rivales preocupados por lo que sucedía en la última mesa. Su mente le transmitía el espíritu ganador. El fuego sagrado, como le dicen, de aquellos que hacen la diferencia con el resto.
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