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Julián Gutiérrez en los Juegos Olímpicos 2024: el tirador que aprendió apuntándole a una caja de vinos
El catamarqueño dio un gran impacto y se convirtió en finalista en la competencia de rifle de aire comprimido 10 metros
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PARIS.- Nada de un ritmo cansino de domingo: Catamarca se sacudió bien temprano con la noticia de que un chico buenazo y noble había descollado en sus primeros Juegos Olímpicos. “A las 6 de la mañana estaban gritando en mi casa… ¡despertaron a los vecinos!”, confiaba el tirador Julián Gutiérrez, de andar pachorriento y que es un agua de estanque, carácter ideal para ganar calma y bajar revoluciones en su disciplina. Pero la provincia entera ya está acelerada: supera las palpitaciones de su pequeño gran héroe y vibra con los acordeones de París.
Julián se clasificó a la final de rifle de aire comprimido 10 metros. Su número mágico fue 631,7, que equivale a un récord argentino y sudamericano. Terminó primero y ya se aseguró un diploma olímpico, pero quiere más: la definición será este lunes, a las 7 de nuestro país. Y sin dudas, es el gran impacto de la delegación argentina, hasta ahora con más cachetazos que buenas noticias en los primeros cinco días de competencia.
#Tiro ¡Julián Gutiérrez está en la final olímpica de rifle de aire 10 metros! 🔥🙌#EquipoARG 🇦🇷 #ArgentinaEnParís2024 pic.twitter.com/uRqkSfkqJg
— Comité Olímpico ARG (@PrensaCOA) July 28, 2024
“Es bastante raro cómo me siento. Estoy contento por lo que sucedió, porque desde hace tiempo que venimos trabajando para esto. Se me negó en Tokio y quedé ahí cerca de clasificarme para esos Juegos. Y bueno, ahora... Como yo siempre digo, Dios proveerá. Después de tanto esfuerzo, los resultados llegaron”, señalaba a TyC Sports el atleta de 23 años, que ha hecho una carrera junto a su colega Fernanda Russo, de mayor cartel pero que no pudo trascender en estos Juegos Olímpicos.
Ahora es el turno de “El Negro”, que arrancó en el tiro casi de casualidad. “Una tarde de verano estaba aburrido en mi casa; tenía 12 años y le pedí a mi viejo que me enseñara a tirar, porque él compitió. Casi que me dijo ‘Andá a dormir’ porque era la hora de la siesta, pero al final me inició”, se presentaba Gutiérrez ante LA NACION en Lima 2019, cuando se había colgado la medalla dorada en la prueba mixta de aquellos Panamericanos junto a Russo.
Marcelo, su padre, fue su principal influencia, su mentor. Pero en realidad, todo arrancó como una travesura, porque Julián y su hermano mayor, Andrés, empezaron a calibrar su puntería con un riflecito de quebrar, esos de iniciación deportiva. “El primer blanco que usamos fue una caja de vinos y le dimos fácil”, relataba entonces Gutiérrez, a quien le encontraron condiciones y fue captado por el proyecto YOGS, con vistas a los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018.
#Tiro Julián Gutiérrez buscará la primera medalla para la delegación argentina en París 2024: https://t.co/8tgSHr5Ldx#EquipoARG 🇦🇷 #ArgentinaEnParís2024 pic.twitter.com/5YUon1w8Kf
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La travesura no se detuvo en aquel intento para Gutiérrez. “No conforme con eso, Andrés siguió correteando y me propuso: ‘¿Por qué no agarramos una madera con una hoja y le disparamos?’ Así, fuimos achicando el blanco y eso me llevó al tiro”, agregaba, con una tímida sonrisa, pero quien en competencia se convierte en un serial killer. Vaya si lo demostró en el momento cúlmine, en el domingo parisino. En su momento, la pasión le ganó a la razón: en la planta alta de su casa, en la capital catamarqueña, llegó a montar un polígono en una larga sala de 12 metros de largo por 4 de ancho.
Ahora, a sus 23 años, llegó el tiempo de la madurez. Es su momento y tiene su fórmula: “Yo divido la competencia en 6 y voy de a poco. Lo pienso en mi cabeza de esa manera y, si es necesario, reprogramo la forma en la que planifico mi trabajo. En cada descanso tomo un vaso de agua como rutina para calmarme y pensar las estrategias”. Después, se motiva con slogans bien concretos : “’Yo puedo y sé cómo puedo’ y ‘Paso a paso’, con esas palabras me tranquilizo para seguir adelante cuando estoy en la competencia”.
Para ser fiel a la sagrada siesta de su provincia, sus primeras prácticas en serio de tiro deportivo estuvieron llenas de cautela y precauciones: la premisa fue siempre no despertar a los pueblerinos de alrededor, por eso es que se entrena solo a partir de las 5 de la tarde apuntándole a un blanco electrónico que le facilitaron en el equipo para replicar las situaciones de un polígono. “Tiro cuando la gente estaba despierta, no me gusta hinchar a los vecinos a esas horas en que duermen la siesta”, admite, al recordar ese hogar de paredes tapizadas con colchones para amortiguar la resonancia.
Su padre, Marcelo, se convirtió en su entrenador, y hoy es quien lo aconseja y acompaña en su crecimiento diario. “Para mi primera competencia me tuvo un año entrenándome a full y cuidó mucho de mi parte mental. Lo único que hacía era sacarme a torneos chicos, sociales, donde no me veía mucha gente. La manera en que me resguardó la parte mental es impresionante, siempre le voy a estar agradecido”, le contaba a LA NACION poco antes de esta incursión en estos Juegos.
Desde aquel oro en los Panamericanos 2019 a esta parte fue todo evolución. No solo de su técnica, también de su cabeza. Pero su ascendente carrera también estuvo salpicada de sinsabores: después de ganarse la plaza para los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018, recibió un palazo cuando lo sacaron del equipo nacional. Una ilusión rota. Quizás peor haya sido haber quedado a tan solo una posición de lograr el pasaje a Tokio 2020. Finalmente, el ticket a París llegó en abril pasado, gracias a la medalla de oro en el Campeonato de las Américas de Rifle y Pistola que se disputó en el Tiro Federal Argentino, en Buenos Aires. “Superé aquellos momentos con la perseverancia y un buen entorno que me supo acompañar”.
Para alcanzar esta magnífica actualidad tuvo que transformarse. Se resignificó a partir de un insoportable dolor en una muñeca que lo aguijoneó a partir de 2022 y que lo llevó casi a tirar todo por la borda el año pasado. Vivó la paradoja de querer seguir compitiendo y tener que asistir a interminables horas de sesiones con kinesiólogos y fisioterapeutas para recuperarse. Había perdido los estándares de tiro -una cuestión técnica de este deporte- y probó de todo para dar un giro de 180 grados: invirtió las manos, cambió de equipo, de psicólogo, de posición... hasta que dio con un tirador tucumano, Fernando Vidal, que le hizo ver lo que estaba sucediendo, cuál era el parámetro raro, y a partir de ahí consiguió una solución. Fue una suerte de relanzamiento hasta llegar a la clasificación a París.
La atmósfera calma y la belleza de San Fernando del Valle de Catamarca le cultivaron un temperamento calmo. Suele ir con su perro labrador al dique para descomprimir y se entrena tranquilo en su casa. Su grupo de amigos más íntimo está repartido por toda la Argentina. “Ayudo en una olla solidaria los domingos. Las universidades tienen lo que se llama práctica solidaria, en la Siglo XXI es obligatoria, y tenés que ayudar a una ONG que no esté relacionada con alguna entidad gubernamental. Yo elegí la olla solidaria San José Obrero y todos los domingos hacen un almuerzo para 100 personas; la gente va con su tupper y nosotros preparamos la comida”.
Al tiro llegó tras probarse en todo y sentirse malo en todo. “Intenté jugar al fútbol como arquero en el Club Atlético Policial, al básquet, gimnasia artística, algún otro también y... todos para atrás”. El estudio es una faceta innegociable de su vida, tal le inculcaron los padres. Cursa el último año de la carrera de Comercio Internacional en la Siglo XXI, por medio de un plan del Enard [Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo] que lo respalda en la doble carrera del estudiante y el deportista. Pero ahora mismo, su obsesión es un blanco a 10 metros. “Algo que amo en este deporte es ver cómo las diferentes situaciones van cambiando a la gente y cómo te van formando en el día a día”, dice, mientras sueña con un podio.
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