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Jugó en Vélez, sufrió un derrame cerebral en un partido y su vida no volvió a ser la misma: “Me pregunto por qué me pasó a mí”
Emiliano Dudar surgió en el club de Liniers y tuvo un paso por Independiente; en la liga suiza, una jugada desafortunada lo mandó un mes al hospital; su ardua recuperación y el rol clave de la psicología
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En un abrir y cerrar de ojos, Emiliano Dudar pasó de estar en una cancha de fútbol a un hospital. Y de ser considerado, por segunda vez consecutiva, el mejor defensor de la liga de Suiza con la camiseta del Young Boys, se vio preguntándole a su mujer por qué estaba en una camilla, internado, con varias personas a su alrededor.
Septiembre de 2010. Young Boys disputaba el clásico del país contra el Basilea. Dudar, en su afán por cabecear un centro, chocó su cabeza con la nuca de su compañero. Los médicos salieron disparados al campo de juego. Su tabique estaba quebrado y él estaba desvanecido. El diagnóstico fue un derrame cerebral que le afectó a las neuronas de atención y concentración. “No tengo ningún recuerdo de nada, al día de hoy te digo que ese partido nunca lo jugué”, le revela el exjugador de Vélez, Independiente, entre otros equipos argentinos, a LA NACION.
A partir de ese hecho traumático, Dudar estuvo una semana en coma inducido y otras tres en permanente análisis para determinar las secuelas de un accidente que le provocarían un punto de giro determinante a su carrera, que terminó a los 33 años. “Siempre me digo por qué me pasó esto a mí. Estaba en un gran momento”, analizó, con algún reproche al destino que lo colocó en una situación sumamente desfavorable.
“Se me hizo difícil sobrellevar el accidente y poder recuperarme para volver a confiar en mí, en mis condiciones. La gente se preguntaba por qué no era el mismo de antes. Yo veía cómo se hablaba de mi caso en los diarios y la televisión y me afectaba demasiado”, manifestó Dudar, sobre la exposición de un hecho que conmocionó al público suizo y expuso al deportista a una faceta donde los flashes de las cámaras suelen encandilar a quienes no están mentalmente preparados.
Afectado por un severo golpe en su parietal izquierdo, a Dudar le diagnosticaron un problema neurológico que provocó un quiebre en su carrera y en su vida: “Al perder esas neuronas se me dificultó volver jugar en la alta competencia. Es al día de hoy que me doy cuenta que tengo que ver dos veces una situación para darme cuenta y reaccionar, no tengo la misma concentración y atención que antes”.
Antes de que su camino profesional llegue a Europa, Dudar comenzó su carrera en Vélez, donde en 1999 debutó en Primera División e integró plantel junto a José Luis Chilavert, Christian Bassedas, Omar “Turco” Asad, entre otros jugadores emblemáticos del elenco de Liniers. Tras una estadía de cuatro años, Óscar Ruggeri, por ese entonces técnico de Independiente, lo sedujo para ir al Rojo, donde se cruzaría con Sergio Agüero que daba sus primeros pasos. Con poca continuidad, pasó a Banfield, donde admitió que “dejó de ser profesional” por algunas conductas fuera del campo de juego. Luego, integró las plantillas de Tigre y Vasco da Gama de Brasil, equipos que lo ayudaron a enderezar el rumbo y dar el salto a un fútbol más competitivo.
El día después: la vuelta a las canchas y una impactante advertencia de un médico suizo
“No tuve peligro de muerte. Mis signos vitales estaban bien. Lo que estaban esperando los médicos era que se me desinflamara la cabeza para ver qué posibles secuelas podía tener. Cuando me levanté, reconocí a mi familia y pude hablarles”, aseguró el defensor, quien empezó, lentamente, a caminar, y por sobre todas las cosas a sacarse el miedo y la carga emocional que llevó consigo durante un mes hospitalizado.
Luego del alta médica, Dudar comenzó una nueva carrera. La kinesiología fue uno de sus aliados mientras volvía a cabecear una y otra vez una pelota de goma para quitarse el miedo. Con la vuelta a los entrenamientos en el campo de juego, el doctor del Young Boys fue terminante al obligarlo a usar un casco de protección para cubrir la zona de impacto.
“El médico, que también es el de la selección de Suiza, me dijo que tenía que usar casco al menos el primer año post lesión. Yo no quería usarlo. Hasta que un día me dijo que, si llegaba a tener un accidente similar, en el mismo lugar de la cabeza, podía quedar paralítico o morir, dependiendo la gravedad del golpe”, explicó sin filtro.
En marzo de 2011, la pelota volvió a rodar, aunque para Emiliano no fue lo mismo... ni lo será. “Cuando volví a jugar –en marzo- me sentía muy observado porque al jugar con casco era lo peor que me podía pasar en la vida. No lo podía entender. Pero como no me quedaba otra porque el doctor me obligaba, le di para adelante”.
Y, en esa misma línea, agregó cómo trabajaba su mente al superar el proceso postraumático: “Como fue un tema de mucha repercusión en Suiza sentía que los contrarios no querían ir al choque conmigo por temor”.
Un breve paso en Estados Unidos que pudo terminar en una tragedia
Al finalizar 2011, el marcador central decidió concluir su ciclo en el Young Boys. En busca de cambiar de aire, emigró al D.C. United, perteneciente a la MLS de los Estados Unidos. “Decidí irme de Suiza y arrancar de cero”, rememoró.
Sin su casco de protección y con una nueva camiseta en su torso, Dudar integró la formación titular en un partido contra el Houston Dynamo, donde un nuevo golpe en su cabeza dañó severamente a un compañero y él, afortunadamente, no registró ninguna otra secuela.
“Jugábamos contra el Houston Dynamo y volví a chocar la cabeza con un compañero de equipo. La situación se dio en un córner en contra, nos golpeamos al querer rechazar la pelota. De repente vimos que el chico que se golpeó empezó a correr solo para la mitad de cancha y lo miramos para que vuelva, que había que seguir defendiendo. Es ahí cuando se dio vuelta, nos miró a todos, se sentó en el piso y se quedó ahí. Lo tuvieron que hospitalizar y estuvo nueve meses de recuperación”, rememoró Dudar, quien estuvo por un año en Norteamérica y comenzó a despedirse de la actividad profesional a sus 31 años.
La psicología, un aliado que desterró viejos mitos de la profesión
“Solo fue un susto. Imaginate que uno, inconscientemente, viene trayendo una mochila encima y entra a la cancha pensando en eso. Él que te dice que no, te está mintiendo. A lo sumo podés dejarla a un costado, pero lo tenés siempre presente”, relató Emiliano a este medio para dimensionar cómo, de un segundo al otro, una circunstancia típica de un deporte de contacto puede cambiar completamente el rumbo de una vida. En su caso, la ayuda de un psicólogo fue vital, algo que, unos años antes, era impensado para él.
Como parte de un proceso largo, tedioso, pausado, de mucha paciencia y estabilidad emocional, Dudar recurrió a la ayuda profesional de un psicoanalista, una rama que encaja en el engranaje actual del fútbol, pero que era vista de reojo en un tiempo no muy lejano.
“No existían al principio de mi carrera. Además, no estaban bien vistos. Te veían como un ‘rarito’ si ibas al psicólogo. Hoy en día son fundamentales”, explicó el exjugador que hoy es dueño de una agencia de representación de futbolistas e intenta inculcar algunos conceptos a jóvenes que están en divisiones inferiores y pueden nublarse ante la promesa de formar parte de un plantel de Primera División.
El desenlace de su carrera y su vinculación con el fútbol
Tras colgar los botines en Deportivo Merlo en 2015, Emiliano se asoció con Daniel Quinteros, un excompañero en Independiente, y formaron Globallsport, una agencia de representación de jugadores que al día de hoy lo mantiene activo fuera de los límites del campo de juego.
Con la misión de ser director técnico en un futuro cercano, Dudar finalizó abruptamente su carrera al notar ciertas dificultades para brindar el máximo en el deporte profesional y se abocó a reencausar su vida, la cual, para la mayoría de los futbolistas, es un enigma total tras retirarse.
“En todo el proceso de recuperación en Suiza, mi mujer habló con los médicos y una vez que me retiré me blanqueó que no iba a volver a ser el mismo de antes”, manifestó el hombre de 41 años, quien da por concluida la conversación y se aboca a disfrutar el tiempo que le quitó el fútbol para jugar con su hijo Santino.
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