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Jugó en River pero dejó todo y atiende una ferretería: “Di mucho y no merecí algunos maltratos”
Leonardo Talamonti volvió a Álvarez, Santa Fe, donde lleva adelante una vida lejos del fútbol; en diálogo con LA NACION, recordó su paso por Europa, la enseñanza de César Luis Menotti y su regreso a Rosario Central
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“El fútbol te entierra. Terminás de jugar y el mundo se olvidó de vos”, relata Leonardo Talamonti en diálogo con LA NACION. Son las 16.30 y la ferretería, de la cual es dueño y se llama Ferritodo, en Álvarez, provincia de Santa Fe, se encuentra abierta al público. Se trata de esas localidades donde todos, en mayor o menor medida, se conocen, ya que solo hay 8000 habitantes. Ahí, el exjugador profesional se encuentra en paz, lejos de un deporte que lo vio crecer y al cual hoy prefiere mirar a la distancia.
Surgido en un club llamado Unión de Álvarez, Talamonti dio el primer gran paso al conseguir lugar en la pensión de Rosario Central. En 2001, frente a Racing, debutó en Primera División bajo la conducción técnica de Edgardo “Patón” Bauza. Tiempo más tarde, César Luis Menotti estuvo a cargo del plantel profesional y le dejó una gran enseñanza.
“César me agarró a los 20 años y me cambió la cabeza en todo sentido. Cambió el estilo de juego de una época donde era todo pelotazo y segunda pelota. Hace un año le mandé un mensaje y me preguntó cómo andaba, se acordaba de mí y eso fue un orgullo. Recuerdo sus charlas en Central, antes de los entrenamientos, que duraban 40 minutos y capaz con otro técnico, pasaban 10 minutos y te hartabas. Acá pasaba el tiempo y querías que siga hablando”, recuerda, con orgullo, Talamonti, al referirse al DT campeón del mundo con la selección argentina en 1978.
Afianzado en la formación titular, Talamonti sintió que era el momento de partir. Su celular sonó una mañana. Del otro lado del teléfono, un dirigente de Rosario Central le manifestó que la Lazio estaba interesado en él. “Me vendieron en una tarde”, aseguró y puntualizó en cómo se dio su traspaso a una de las instituciones más importantes de Italia. “Apareció un grupo empresario que era un salvavidas para los clubes, pero los jugadores padecíamos esos manejos. Existían triangulaciones para concretarse la operación y uno se sentía esclavo, eras propiedad de un representante”, disparó sobre aquellos años.
De Álvarez a Roma, sin escalas
Con la operación concluida, Talamonti pasó a préstamo, sin opción de compra, a la Lazio, club que se encontraba en reconstrucción y venía de ganar la Copa Italia. “Fue todo de golpe, uno veía a ese equipo por la tele y a los seis meses estaba jugando ahí”, rememoró.
Acompañado por su representante, Juan Berros, el marcador central llegó a Roma y debió adaptarse a una cultura diferente que incluía un fútbol más dinámico, repleto de jugadores con un recorrido internacional. “Te encontrás con cosas que no imaginás, fue algo que me sirvió muchísimo. Maduré de golpe”, explicó.
En uno de sus primeros entrenamientos, llegó al vestuario con una vestimenta compuesta por un jean, remera de la banda Hermética y unas zapatillas. Enfrente suyo, un mundo diferente: deportistas con traje y zapatos. “El recital es el sábado, Tala”, le deslizó, de inmediato, para romper el hielo, el defensor portugués Fernando Couto, de una amplia trayectoria en el fútbol del Viejo continente.
Junto a Esteban “Teté” González, quien venía de dar sus primeros pasos en Gimnasia y Esgrima de La Plata, ambos estuvieron durante un año en el club. En el caso de Talamonti jugó 16 partidos, convirtió un gol, pero al no tener posibilidad de compra por parte del grupo empresario debió armar las valijas y retornar al país para jugar en River.
Un nuevo paso por Italia y el regreso “frustrado” a Rosario Central
Luego de recalar en el Millonario, donde sintió que “el periodismo porteño” lo crucificó por algunas actuaciones, el defensor viajó nuevamente a Italia donde jugó en Atalanta. Ahí, logró el ascenso y estuvo cuatro años. A pesar de estar situado en una institución donde se asentó y era el capitán, Talamonti decidió pegar la vuelta a Rosario, que estaba en la B Nacional, para empujar en el tan ansiado proyecto de regresar a Primera División.
“Sentí que era el momento. Tenía 29 años y una carrera atrás. Mi familia y mis amigos me decían: ‘Cómo vas a volver al país que es un quilombo’. Pero fui en contra de todos. Después el contexto me generó un estrés enorme, un desgaste en la cabeza que no me permitía jugar. Tuve muchas lesiones, desgarros, fue bastante difícil y no como pensaba”, manifestó y a su vez dejó en claro que “nunca se sintió parte del ascenso a Primera” debido a su escasa participación en el equipo titular.
Al terminar el campeonato y festejar el ascenso, Talamonti rescindió su contrato y volvió a Álvarez para conectarse con sus raíces. “Estuve un par de meses sin jugar y recordé una frase de Daniel Passarella en River cuando me dijo que en el fútbol el 80 por ciento de las cosas son negativas. Yo di mucho en cada equipo que jugué y siento que no merecí algunos maltratos”, sostuvo sobre una carrera que continuó en el ascenso argentino: Sportivo Belgrano, Atlanta y Platense, como broche final.
La ferretería, su nueva pasión tras el retiro
Sin querer pertenecer, por el momento, a un proyecto de fútbol profesional, Talamonti pasa sus días como dueño de una ferretería en su pueblo natal. A este trabajo le sumó conocimientos de electricista para poder asesorar a los clientes.
“Hace cinco años que estoy a cargo. Abro el local a las 7.30 y cierro a las 19.30. Estoy todo el día adentro. Me gusta mucho el rubro, el hecho de interactuar con la gente del otro lado del mostrador, asesorarlos, me apasiona”, resaltó el defensor en su nueva faceta personal a la que le escapa del mote de “dueño” y trata a los empleados como “compañeros de trabajo”.
Al ir adentrándose a un mundo nuevo sin la pelota en sus pies, decidió hacer un curso de electricista en Soldini, un pueblo aledaño a Álvarez y recibió el primer intercambio de un hincha que no podía creer el volantazo que había pegado en su vida: pasó de marcar a Ronaldinho en un partido contra el Milán a dar el presente en una clase para aprender un nuevo oficio.
“En una de las clases, el profesor nombró mi apellido para dar el presente y un alumno, que siempre asistía con la ropa de Rosario Central, se acercó para preguntarme cómo estaba mi hermano, dando por entendido que no era yo el jugador. Al explicarle que sí era, de inmediato me dijo: ‘Y, ¿qué haces acá? Fue un momento gracioso”, detalló sobre la sorpresa que recibió este fanático al ver a un jugador emparentado con los colores canallas en un curso sobre un tema ajeno al fútbol.
El Oveja, como lo apodaban, afirmó que no tuvo tiempo para procesar su retiro. La vuelta de página fue inmediata. Entre bulones, destornillados, cables y discos de amoladoras, Talamonti encontró la tranquilidad necesaria para recapitular su carrera y afirmar, una vez más, que la decisión de alejarse fue una de la más importante desde que decidió ser futbolista.
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