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Jugó en Argentinos Juniors, ganó la Europa League y ahora trabaja a pulmón: la vida de Álvaro “Palito” Pereira
Con una extensa trayectoria en la selección de Uruguay y a nivel clubes, Álvaro Pereira se retiró en silencio; al igual que como jugador decidió comenzar desde abajo y actualmente dirige a Cambaceres; su historia en LA NACION
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Álvaro Pereira vivió el sueño de cualquier jugador que pateó piedritas en un potrero y pegaba los pósters de sus ídolos futbolísticos en una habitación. Su trayectoria es intachable: conquistó la Europa League con el Porto, integró el plantel del Inter de Milán y formó parte de la selección uruguaya en tres Copa América -una de ellas la ganó en 2011 en Argentina- y dos mundiales. Antes de llenar su camino con las medallas, “Palito” comenzó a jugar en Miramar Misiones, un equipo humilde de Uruguay y actualmente, replica la misma fórmula, pero como director técnico de Defensores de Cambaceres, en el Ascenso argentino.
Con una ferviente pasión por el fútbol argentino, decidió cruzar el charco y probarse en Boca Juniors, donde superó las pruebas de rigor, pero ante la falta de lugar en una pensión poblada y la lejanía desde La Plata, donde unos familiares le brindaron apoyo, hasta Ezeiza, donde entrenaban las juveniles del Xeneize, resultó inviable esa cruzada.
Al regresar a su país, volvió a jugar con sus amigos en Miramar Misiones, hasta que nuevamente apareció un ofrecimiento para jugar en el país: el club Quilmes. “Mirá que no vuelvo”, fueron las palabras de Palito Pereira a su papá Nelson.
En 2006, firmó su contrato con el Cervecero, un equipo que lo cobijó dentro de sus instalaciones y luchó, adentro de la cancha, por la permanencia en la Primera División hasta que al año siguiente bajó al extinto Nacional B. “Es un club que adoro, en Argentina soy simpatizante de Quilmes por todo el cariño que me dio, me abrió las puertas y fue mi primer amor. Estuvo en las malas cuando en el segundo año falleció mi hermano (Alejandro), me apoyaron todo el tiempo”, dijo Palito, en diálogo con LA NACION.
Con la posibilidad de continuar en la elite del fútbol doméstico, Pereira recibió el llamado del reconocido entrenador Ricardo Caruso Lombardi para seguir su carrera en Argentinos Juniors, un punto de despegue dentro del ámbito local, donde convirtió 12 goles en 35 partidos y le permitió dar el salto, posteriormente, al Viejo Continente para jugar en el Cluj de Rumania y el Porto, un club que lo marcó a tal punto de ser un trampolín para llegar a la selección de Uruguay.
Asentado en el seleccionado de su país, Pereira se convirtió en una opción confiable para el mítico entrenador Óscar Washington Tabarez por todo el andarivel izquierdo de la cancha. Su nombre apareció en la nómina de 23 jugadores de los mundiales 2010 y 2014. En paralelo, disputó tres Copa América y, en la de 2011, fue partícipe fundamental de la conquista en la Argentina.
“El Maestro es nuestro padre futbolístico, una persona que te potencia desde su sabiduría, comprensión y humildad. Siempre educado, sin gritar ni insultar, nos enseñó a todos cómo guiar a un grupo más allá de lo deportivo, en el comportamiento afuera de la cancha. Es un ejemplo para todos los uruguayos”, comentó Palito, quien tiene a Tabarez como un modelo de referencia.
Inter de Milán, Sao Paulo, Estudiantes de La Plata, Getafe de España, Cerro Porteño, Nacional de Uruguay, River de Paraguay, ŠKF Sered de Eslovaquia y Estudiantes de Mérida fueron sus siguientes pasos a nivel club. Vuelos, concentraciones, pretemporadas y partidos, obligan al futbolista a estar en plenitud para afrontar diversos compromisos en sus clubes.
En el caso de Palito, una lesión en el metatarsiano del pie izquierdo, cuando vestía la camiseta de Cerro Porteño, le sirvió para frenar la pelota y pensar qué iba a ser de su vida una vez que se baje el telón como jugador. Al tener algunas costumbres de un hombre chapado a la antigua, decidió que su desenlace no sea público y las redes sociales vieron pasar de largo cuando colgó los botines en su última función en Estudiantes de Mérida, en Venezuela.
“Me tentaron con que continúe jugando y hasta me ofrecieron tener un partido despedida. Pero yo no quise. No quería andar publicando nada en las redes, ni que me vea mi familia. No juego más y listo. No me creo el ombligo del mundo, así que me retiré y listo”, sintetizó.
Sin el jugador a flor de piel, Palito, alejado de la vorágine y cobijado por su familia, decidió que su futuro sea del otro lado de la línea de cal: “La lesión cuando jugaba en Paraguay me hizo pensar todo de una manera diferente. Hasta ahí, entre selección, Copa Libertadores, Sudamericana, viajes, uno está todo el tiempo al palo. Al atravesar la recuperación con la familia, empezás a ver todo más lento y valorar otras cosas. Ahí fue que hablando con amigos me propusieron hacer el curso de DT”.
Defensores de Cambaceres, el primer reto del otro lado de la línea de cal
Con un café de por medio, Álvaro Pereira accedió a una reunión con los dirigentes de Cambaceres, un club situado en la periferia de La Plata, ubicado en la zona de Ensenada y que disputa la Primera D, quinta categoría en el escalafón doméstico, con la particularidad de ser una división amateur.
“Uno de mis hijos juega en el club Banco Provincia en City Bell y me acerqué a darles una mano a los chicos en lo que respecta al fútbol formativo. La experiencia con eso fue formidable y a través de eso, se me acercaron para charlar sobre esta posibilidad de Cambaceres, me comentaron su inquietud y me ofrecieron ser el técnico. Lo pensé unos días con mi familia y arranqué”, destacó el uruguayo.
Inmerso nuevamente en la vorágine del fútbol argentino, Pereira brindó una conferencia de prensa de bienvenida y pidió que el público olvide al “Palito jugador”. Como en su infancia y en sus inicios como futbolista, Pereira empezó desde el barro, lejos de las luces que lo alumbraron en 2011 cuando integró el plantel campeón de la Europa League con el Porto.
En menos de una semana de preparación, Palito se calzó el buzo de DT y se presentó ante un plantel conformado por muchos jóvenes, que perciben un viático como sueldo y dedican la mayor parte de su día a otro oficio. “Veo los sueños de los chicos y capaz lo canalizan a través de mí. Si yo pude cumplirlos, ¿por qué ellos no? Ante los ojos de Dios somos todos iguales por más pergaminos que tengas”, aseguró desde la voz de la experiencia.
A pesar del corto tiempo de preparación, Palito no se excusa. Con una semana y media de entrenamientos, su equipo venció a Central Ballester por 1-e irá en busca de coronarse en el torneo Clausura, un certamen que equipará al campeón con Centro Español, el dueño torneo Apertura, en busca del único ascenso a la Primera C.
Una pasión de padre a hijo
Con un recorrido en el fútbol, Álvaro Pereira le trasladó, inconscientemente, la pasión por el deporte a sus hijos Lucio (11) y Mateo (14), ambos nacidos en Argentina. El menor de los dos tiene una historia particular que lo une a Racing, un club que Pereira no jugó, ni estuvo cerca.
A la hora de tener un perro, Lucio decidió ponerle el nombre de Saja, el exarquero de Racing, San Lorenzo, entre otros. ¿El motivo? “En la época que era jugador de Estudiantes, él se quedó mirando un partido de Racing. Era chiquito y le llamó la atención que un arquero patee penales. En ese momento, Saja convirtió uno y le quedó grabado”.
De vínculo estrecho con Diego Milito, compañero suyo en el Inter de Milán, Palito le pidió un conjunto de Saja, quien fuera referente del plantel de La Academia que salió campeón en el año 2014. “Tuve que llamar a Diego para pedirle el conjunto de Saja. Él me jodía con eso, pero le tengo un gran cariño”.
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