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Juegos Paralímpicos Tokio 2020. Cómo se juega a la boccia, la disciplinas en la que la Argentina puede obtener una medalla
Similar al tejo y a las bochas, el juego permite que participen personas que tienen cualquier tipo de limitación física o neurológica; el equipo nacional logró cuatro diplomas en Río de Janeiro 2016.
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Es parecida al tejo, el juego que se suele practicar en la playa. Pero es mucho más compleja y táctica y requiere más habilidad. La boccia es una disciplina de estudio, que conlleva concentración, paciencia. Y es un deporte de paz, de hermandad, de pertenencia. Una responsabilidad hecha juego. La selección argentina de esta disciplina afronta en Tokio 2020 su sexta participación paralímpica; luego de que la modalidad por equipos fuera incluida en Atlanta 1996, el conjunto nacional estuvo en Sydney 2000, Atenas 2004, Pekín 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016.
Son cuatro los integrantes del equipo nacional en Japón: Jonatan Aquino, Luis Cristaldo, Elizabeth Flores y Mauricio Ibarbure, que competirán por equipos en BC1 y BC2. Por su parte, Stefanía Ferrando actuará en individual BC3. Todos son entrenados por Pablo Iocca y Cristian Rosado. Llegan ilusionados, después de varias concentraciones, y con hambre de gloria tras meses sin competir, y tendrán su estreno en Tokio en la noche argentina de este viernes.
¿Cómo se juega? En una cancha rectangular de 12,5 metros de largo y 6 de ancho, en la que los competidores tratan de lanzar sus seis bolas lo más cerca posible de la esfera blanca, el bochín. Ese bochín es la primera bola que se arroja. Después, cada jugador, pareja o equipo tira seis bolas rojas y seis azules. Todo esto hace un parcial. Al cierre de cada parcial, el jugador, pareja o equipo cuya bola está más cerca de la diana anota un punto. Y recibe un punto extra por cada bola adicional que consigue acercar a la blanca por delante de la primera del contrario. Las competencias individuales y por parejas constan de cuatro mangas, y las de equipos, de seis. “Es un deporte de táctica y estrategia”, dice para LA NACION Rosado, uno de los preparadores argentinos.
En la boccia conviven la tensión y la precisión. Los participantes pueden utilizar sus manos, sus pies, su cabeza e instrumentos de ayuda. Hay cuatro categorías (BC1, BC2, BC3 y BC4), todas con las mismas reglas. Los competidores de BC1, que padecen limitaciones severas que afectan a sus piernas, brazos y tronco, en su mayoría utilizan sillas de ruedas eléctricas y compiten con la ayuda de un asistente. Los de BC2 tienen una mejor función del tronco y los brazos y son ellos quienes lanzan las bolas. Los de BC3 afrontan dificultades significativas en los brazos y las piernas y posen deficiente o nulo control del tronco; no son capaces de tomar las bolas ni de arrojarlas, y por eso se les permite utilizar una rampa, con ayuda de un colaborador. Y los de BC4 sobrellevan discapacidades no cerebrales que afectan a su coordinación pero pueden lanzar la bola sin asistencia.
La representación argentina
La delegación argentina recibió cuatro diplomas en Río de Janeiro 2016, los que obtuvieron Mauricio Ibarbure, Luis Cristaldo, Sebastián González y María Esther Sahonero. Eso abre esperanzas de medallas en Tokio 2020, pero es cierto que el período de preparación se vio severamente afectado por la pandemia, que en parte obligó a una preparación no presencial. Eso sitúa a los boccistas nacionales en una desventajosa posición, como la que tuvieron deportistas albicelestes en los recientes Juegos Olímpicos de Tokio, en los que muchos sufrieron el impacto de las restricciones y la modificación de los calendarios de entrenamiento.
Más allá del buen nivel de los argentinos en boccia y de un trabajo de largos meses, la diferencia contra las potencias, como Inglaterra, Rusia y Corea del Sur, es abismal. “Nosotros estamos al 50% de esos países”, calcula el entrenador Rosado. Tal es la brecha que algunos de esos lugares se juega profesionalmente. “Los asiáticos suelen tener buenos procesos de iniciación y una gran estructura de trabajos de rehabilitación para chicos. La realidad es que por estructura de competencia y estructura deportiva, los asiáticos son los más fuertes. Gran Bretaña y Portugal también están muy bien. Aunque depende de la categoría”, explica Rosado.
La selección albiceleste de boccia compitió en los mundiales Nueva York 1998, Mar del Plata 1999, Póvoa do Varzim 2002, Christchurch 2003, Río de Janeiro 2006, Vancouver 2007, Lisboa 2010, Belfast 2011 y Pekín 2014 y 2016. Además fue campeona en los Juegos Parapanamericanos Lima 2019 y el Open de Montreal 2020, y disputa regularmente la Copa Panamericana y la Copa América.
Los Juegos Paralímpicos son la cita máxima y Tokio 2020 en particular es la coronación de una ardua tarea cotidiana para los profesionales que preparan a los representantes argentinos. Que hacen mucho más que entrenar: “Tenemos un cuerpo técnico muy chico. Somos cuatro personas: tres entrenadores y un kinesiólogo. Eso nos dificulta mucho el trabajo, porque es muy complejo ocuparse de los atletas de selección, de los de preselección, de los juveniles, de la difusión y del scouting, todo a la vez. Es mucho trabajo para un cuerpo técnico pequeño. Pero aún así, vamos al frente. Vamos a los Juegos Evita y a los Juegos Bonaerenses, estamos en contacto permanente con los profesores que hacen los cursos.”, cuenta Rosado.
–¿Cómo se trabaja en la difusión de este deporte?
–Estamos haciendo una labor muy importante con la Federación Argentina de Deportes Parálisis Cerebral [Fadepac] para que más chicos conozcan este deporte. Particularmente en el último año invertimos mucho esfuerzo para conseguir mayor visualización y dimos muchos cursos de capacitación sobre las categorías de boccia. Antes de la pandemia habíamos lanzado los primeros cursos de entrenadores de nivel 1. Muchísimos profesores los hicieron.
Rosado entiende que esa inversión de energía comienza a dar frutos, con más involucramiento en esta disciplina: “Es increíble cómo a partir de esto muchos preparadores físicos que residen en el interior empezaron a trabajar con boccia”, destaca el técnico.
–¿Cuál es el objetivo del equipo argentino en estos Juegos Paralímpicos?
–Si nos comparamos con nuestros rivales, se puede decir que comenzamos bastante tarde la preparación. Pero tenemos un nivel de atletas muy bueno, y creo que arreglamos esa falta de horas con mucho trabajo. Pero pronosticar cómo nos irá en Tokio es complicado, porque al no haber tenido nada de competencia previa no tenemos con qué comparar nuestro rendimiento actual. Sí aspiramos a, por lo menos, repetir la performance de Río 2016. Sería hermoso obtener un par de diplomas.
Cuando termine Tokio 2020, el cuerpo técnico viajará con el equipo a San Pablo para participar en un torneo regional en el que intentarán conseguir los puntos necesarios para acceder al Mundial Río de Janeiro 2022. Antes viajarán a La Pampa, para presenciar un acontecimiento deportivo en el que habrá boccia. “La idea es ir y hablar con sus profes y detectar a los chicos que tienen posibilidades de ser parte de nuestro equipo”, cuenta Rosado.
“Hay un montón de gente trabajando en boccia, pero nos faltan material deportivo, competencia para que los chicos comiencen a crecer, gimnasios adaptados... Para tener a nuestros deportistas en la elite mundial, necesitamos que crezca esa base de profesores y entrenadores”, finaliza el preparador de uno de los deportes más inclusivos y desconocidos a la vez.
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