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Majdalani y Bosco, con LA NACION: la vida en la isla, el valor de la “química de pareja” y la clave del éxito de la vela en la Argentina
Ganadores de la medalla plateada en el Nacra 17, navegan juntos desde 2017; el semillero que generan los numerosos clubes náuticos del país
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MARSELLA (Enviado especial).- A Eugenia Bosco ya no le quedaba energía. “¡Necesitamos dormir!”, bromeaba y tomaba sorbos de bebida isotónica. Mateo Majdalani, a su lado, lucía igual de fatigado. “Cuando pase todo voy a dormir dos días seguidos”, avisaba. Más allá del desgaste (físico, mental) que acarrean, los une un estado de embriaguez emocional que los moviliza. Medallistas de plata en París 2024, llegaron al objetivo en sus primeros Juegos Olímpicos, todo un privilegio. Compañeros navegantes desde 2017, el timonel nacido en San Isidro y la tripulante de San Pedro grabaron sus nombres en la historia más rica del olimpismo nacional. Ella es detallista, disciplinada, constante; él actúa con frialdad en las situaciones más espinosas. Pero ambos tienen un fuerte temperamento. “No es que la vamos siempre de calladitos y amables. Los barcos transforman a las personas”, le dijo Majdalani a LA NACION, en Marsella.
-¿Qué les permitió durante la última regata tener una actuación que les asegurara el podio?
-Majdalani: Primero, una decisión de volver a la largada porque teníamos la duda si estábamos pasados o no y terminó siendo la decisión correcta [NdR: la embarcación argentina tuvo una mala salida, debió volver a su posición pensando que estaba pasada de la línea de largada]. Eso generó un gran alivio porque la medalla estaba asegurada. Creo que la gran, gran decisión fue volver luego del top de largada y rehabilitarnos.
-Bosco: Sí, básicamente, eso. Fue un factor fundamental estar atentos a si el otro barco, el de Gran Bretaña, volvía o no volvía. Y al final no volvió, más tarde lo retiraron de la regata y ese momento lo festejamos porque ya sabíamos que teníamos una medalla asegurada.
-¿Qué sienten al ser medallistas olímpicos?
-M: Es enorme. Se me vienen muchos momentos a la cabeza, mucha gente. Lo transpiramos, lo trabajamos, lo soñamos y que haya llegado… yo todavía no caigo. Solamente me quedan palabras de agradecimiento y decir que estoy realmente feliz. Cuando cruzamos la línea de llegada fue un momento de euforia total. Di el grito más fuerte que me salió en mi vida.
-B: La peleamos mucho; no nos interesaba qué tipo de viento había. Si bien era un poco más difícil, confiábamos en la velocidad que tenemos, lo supimos manejar. Es un momento único. Lo venimos soñando desde hace mucho tiempo y pegar ese grito al cruzar la línea de llegada fue algo espectacular.
-M: Yo empecé a navegar a los ocho años y, en nuestro deporte, el Juego Olímpico es la máxima aspiración. Es verdad que juntos estamos hace ocho años. Mi mensaje para la gente es que este deporte es difícil, hay adversidades, pero hay que tratar de encontrarle la vuelta, seguir trabajando y los argentinos tenemos todo para pelear en todos los deportes. Tenemos una gran pasión.
-Con once, la vela es el deporte que más medallas olímpicas consiguió para la Argentina después del boxeo (24) y los regatistas albicelestes se suben al podio en forma consecutiva desde Atlanta 1996, salvo en Tokio 2020. ¿Cuál es el secreto?
-M: La primera cualidad que tiene Argentina es la cantidad de clubes náuticos que tiene, sobre todo en Buenos Aires; hay uno detrás del otro y eso hace que haya un semillero enorme, que haya gente apasionada y que empieza en el deporte desde chica, por eso somos competitivos desde las primeras categorías. Y hay una camada de la cual nosotros nos alimentamos y nos mostró el camino, que la empezó Camau Espínola en el año 96. Siguió con Santi Lange. Después vino Javier Conte, que es nuestro entrenador. También Juan De la fuente, con Serena Amato, Ceci Carranza, Lucas Calabrese… Son todas personas que nos mostraron que, con un sistema de muchísimo trabajo, se puede llegar, que les podemos pelear de igual a igual a las potencias de nuestro deporte. Les debemos a ellos que nos hayan mostrado el camino.
-Competir en las aguas mediterráneas de Marsella no los amedrentó porque lo venían haciendo desde hace años.
-B: Venimos entrenando en Marsella desde 2022. Este año, además, estuvimos tres o cuatro meses viviendo en la isla [NdR: el archipiélago de Frioul, cuatro pequeñas islas situadas frente a la costa marsellesa], en la que no hay mucho, pero para nosotros fue espectacular porque mantuvimos el foco, trabajamos en el barco todo el día, pudimos armar un gimnasio ahí y fue fundamental para seguir entrenando y enfocados en llegar bien.
-¿Qué hay en la isla?
-M: Muy poquito. Hay un almacén, un par de departamentos y algunos restaurantes, porque es un lugar turístico y la gente cruza por el día. Fue una muy buena decisión. Al principio dijimos: ‘Es mejor estar en el continente’. Pero estamos felices por cómo resultó la isla, porque ahí estábamos tranquilos, muy enfocados, sin distracciones y fue una ventaja frente a los rivales. Entrenamos muy bien en los últimos meses.
-La Medal Race debió ser el miércoles, pero la inestabilidad del viento alteró la programación, ustedes estuvieron dos horas en el agua arriba del catamarán y la carrera se demoró un día. ¿Cómo manejaron la ansiedad durante la noche previa, sabiendo que estaban cerca del podio?
-M: Intentamos mantener la rutina. Tuvimos charlas con nuestro entrenador, Javier Conte, para mantenernos enfocados. Esto del viento pasa mucho en nuestro deporte y hay que seguir. Es difícil porque ya quedaba menos gente en el club y en el desayuno estábamos uno en cada punta, todo vacío (sonríe). Pero había que mantenerse enfocado y era el último esfuerzo.
-Mateo, Santiago Lange contó que llamó a tu papá cuando tenías 19 años para decirle que quería sumarte como entrenador y que en ese momento estabas enfocado en el estudio de economía. ¿Fue un acierto dejar la carrera?
-M: Hoy podemos decir que sí, pero durante muchos años no estuvo tan claro (sonríe). Por suerte les tengo que agradecer a mis viejos, que me dejaron elegir y cuando se dieron cuenta de que lo iba a hacer en forma seria, me dijeron: ‘Dale para adelante’. Realmente me emociona porque son fundamentales y sin ellos no hubiese podido llegar’.
-Eugenia, te diste un abrazo muy emotivo con tus padres una vez que te bajaste de la embarcación.
-B: Sí, pero llegaron tarde, que es bastante normal (lanza una carcajada). Estoy totalmente agradecida de que hayan estado acá. Son parte de todo esto y siempre nos acompañaron. Lo viven como un logro propio y está muy bien.
-¿Recuerdan el primer día que hablaron para formar pareja náutica?
-M: Sí, claro. Yo la llamé a Euge. Venía de terminar el proceso de Río de Janeiro, como entrenador, tenía muchas ganas de navegar, había estado muchos años en el bote de entrenador y Euge ya estaba en la categoría, ya tenía experiencia y le dije de probar. En esto siempre hace falta tener un período de prueba porque no sabés cómo vas a congeniar, pero lo llevamos paso a paso y lo importante es que siempre progresamos. Fue un proyecto que siempre creció.
-B: Aquel día fue increíble. Él venía de ganar una medalla como entrenador y dije: ‘Este pibe sabe un montón’. Y pensé: ‘Ojalá vayamos bien para llegar a algo’. Al principio es difícil, no te conocés, es un proceso, pero nos llevamos bien.
-M: Es muy importante que haya química. No son sólo las horas en el agua: hay una convivencia, las giras son largas, ahora vivimos en Europa, pero son muchos los días que pasamos juntos y es muy importante lo que pasa en el agua y en la tierra. No podés llevarte mal con la persona que navegás.
-B: Por suerte somos tranquilos los dos, nos llevamos bien y ya son muchos años de convivencia que los sabemos llevar.
-¿Qué sintieron en los últimos metros de la regata final?
-B: Empecé a temblar y dije: ‘No lo pudo gritar hasta que no crucemos la línea’.
-M: Creo que los argentinos somos tan agarrados a las cábalas que me prometí no decir nada hasta que no cruzáramos la línea. No nos mirábamos, nada.
-B: ¡Nada de nada! (Sonríe). Seguimos hablando del barco.
-M: Adentro mío ya sabía que lo teníamos ahí y fue un alivio gigante.
-La vela es un deporte en el que se puede competir con longevidad. El caso de Lange es un ejemplo. Ustedes son jóvenes, tienen 30 y 27 años. ¿Hay pareja náutica para rato?
-B: Estamos bien consolidados como equipo así que sí, podemos seguir.
-M: Creemos que sí, creemos que sí... Nos costó un montón llegar hasta acá y la verdad es que creemos que estamos en una buena posición y es un desafío mantenernos en este nivel y seguir peleando por cosas importantes.
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