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Juegos Olímpicos 2024: Matías Dell Olio, de una pista de la Bristol marplatense a hacer historia para el skate argentino, y las denuncias en su contra
Se convirtió en el primer argentino en llegar a las finales de la disciplina y quedó octavo
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PARÍS (Enviado especial).- Al pie del Casino Central marplatense, donde termina la peatonal San Martín y nace la playa Bristol. En la misma pista de skate que no pasa inadvertida para los ojos de los turistas que visitan la ciudad balnearia más popular de nuestro país. Allí, Matías Dell Olio empezó a aprender un deporte de riesgo que hoy lo encumbra como el primer argentino en obtener un diploma olímpico en la disciplina.
“Mis inicios fueron a los seis años, en la rampa frente a la Bristol. Dejé la escuela a los trece, y hasta los 17-18 me metía cuatro o cinco horas a la mañana cada día a patinar. Hace 21 años que patino, catorce que lo hago como profesional, y ocho que viajo por el mundo buscando eventos. Así me gano la vida. Lo más importante es soñar en grande, sépanlo”, sentencia, en la zona mixta del imponente escenario abierto montado en la Place de la Concorde, sede urbana que el skateboarding (disciplina inaugurada en Tokio 2020) comparte en París 2024 con el BMX freestyle, breaking y baloncesto 3x3.
Dell Olio, que había sido quinto en los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile el año pasado, ahora consiguió una destacada actuación en su debut olímpico. En un día sofocante en la Ciudad de la Luz, primero logró 266,28 puntos y obtuvo el quinto puesto en la clasificación general de la prueba Street (en la final entraban los mejores ocho). Allí también quedó cerca su compatriota Mauro Iglesias (nacido en Temperley), que terminó décimo, 249,09 puntos.
En la final, Dell Olio tuvo algunos problemas y quedó octavo, con 153,98 puntos. El ganador del oro fue el japonés Yuto Horigome, con 281,14 puntos. Sin embargo, la del atleta de Mar del Plata es una tarea que ayuda a promocionar un deporte nuevo en el mundo olímpico, más vinculado a una actividad recreativa juvenil.
Dell Olio, en la Villa Olímpica de París
“Estoy muy contento de poder representar a mi país, de ser el primero de la historia en estar en unos Juegos Olímpicos y entrar en la final. Tengo emociones encontradas. Se me fueron las dos primeras rutinas y fue difícil mantener el positivismo porque se me habían separado los de arriba por varios puntos. Fue una constante batalla entre estar contento y saber que tenía que seguir haciendo trucos, porque con la matemática no se me iba a dar. Yo quería mi medalla, pero me llevo una muy linda experiencia, abriéndoles la puerta a todos los skaters que vienen detrás de mí en Argentina y que hoy pueden ver por la tele que estuve a un truco de ganar una medalla. Así es el deporte. Sigo para adelante: ya estoy pensando en ganar una medalla en Los Ángeles 2028″, comenta Dell Olio, mientras es interrumpido por sus colegas que le pasan por detrás, con saludos en inglés (”I love you, bro”, suelta el argentino). Los skaters, dice, son como una comunidad y, si bien existe la competencia lógica, no se desean el mal.
“Nos ponemos contentos por todos. Es un deporte difícil, con muchas lesiones y querés que el otro no se rompa la cabeza. Es una familia. ¿Por qué? Porque es un deporte de riesgo. Te podés partir la rodilla o la cabeza, te sacan en camilla o en ambulancia. Lo peor que me pasó fue cuando me rompí el segundo disco de la espalda y estuve seis meses sin poder moverme. El doctor me dijo que nunca más iba a volver a patinar: acá estoy... Fue hace tres años, después de quedar un puesto atrás de la clasificación para Tokio 2020″, describe.
Y aporta que en la Argentina hay “poca gente que se toma en serio el skate”. Celebra que “se están haciendo más cosas, pero todavía no alcanza. Me tuve que mudar a Europa para tener este nivel. Haciendo base allá, incluso, es difícil agarrar a los primeros tres del mundo, imaginemos estando en la Argentina... Yo creo que después de esto va a haber mucho más apoyo; eso espero. Espero que haya más construcciones de pistas; tenemos buenas, pero no las necesarias. Para poder crear deportistas de alto rendimiento hace falta apoyo. Espero que todos se den cuenta de que hay que soñar en grande, porque acá estoy yo, haciendo historia”. Vive en Países Bajos y se entrena, explica, en una pista “que vale tres millones de euros, con 18 barandas distintas (en la sede de París 2024, por ejemplo, hubo nueve)”.
“En el skate argentino y en muchas partes del mundo no se entrena bien, no se come bien, no se va al fisio, no se meten en el agua fría, no estiran. Yo acá casi me parto la rodilla y el tobillo; no me pasó nada porque soy flexible y estoy entrenado para eso. Ahí arriba es muuuy fácil lesionarse. Me siento uno de los pioneros y para llegar a este nivel hay que poner mucho”, se envalentona Dell Olio.
También demuestra cierto recelo por comentarios que le llegan. “Aunque el resultado no fue el querido, entrar en las finales de los Juegos, partiendo dos tablas, en medio de una negatividad que había contra mí, contra el momento que estaba pasando… demuestra toda la fuerza mental y física que manejo. Yo dejé todo. Me fui a vivir a otro lugar, dejé a toda mi familia y este octavo puesto es histórico. Me quedo con lo positivo, que fue la experiencia. Después… que la gente hable, nunca me importó. Sé que quizás hay gente que está feliz de que no me fue tan bien, pero no me importa”, añade, con tono desafiante.
Más allá de su participación en los Juegos, en 2016, Dell Olio quedó en el ojo de la tormenta tras haber sido acusado de golpear y dejar inconsciente a un empleado del gobierno de la Ciudad, en un skatepark de Figueroa Alcorta y Juramento. Tiempo después también sumó denuncias de violencia de género y abuso, que están en la Justicia pero aún aguardan los fallos.
“¿Qué digo de las cuestiones extradeportivas? Nada, nada. Mírenme cómo gano. Ahí está. Que hable mi skate. Si estoy en el nivel que estoy, la exposición que vengo manteniendo… No lo quieren a Leo Messi, ¿me van a querer a mí? Está todo bien. ¿Sabés por qué? Porque los que hablan nunca tuvieron un sueño grande y tienen miedo de ir a buscarlo. Que sigan hablando; no me va ni me viene. Hoy estoy acá, en París”.
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