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Juegos Olímpicos 2024: con la magia por lo que fue y la melancolía por lo que ya no volverá, el capítulo 60 de Djokovic-Nadal fue para el serbio
El actual N° 2 del mundo superó con comodidad al 14 veces campeón de Roland Garros y avanzó a los cuartos de final de París 2024
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PARÍS (Enviado especial).- El envase de los dos gladiadores que intercambian puñetazos sobre la tierra anaranjada es el mismo; sin embargo, las piernas no responden como en las viejas buenas épocas. La carrocería no fluye igual para ninguno de los dos desde hace tiempo, aunque para uno de ellos, sobre todo, el motor ya perdió la explosión. El escenario es el mismo de grandes batallas, el elegante Philippe-Chatrier de Roland Garros, aunque en versión olímpica de París 2024. Las intenciones, la pasión, las expectativas… son las mismas en el capítulo 60 de la rivalidad más extensa de la historia del circuito. Pero Rafael Nadal, el hombre que construyó un imperio en el Bois de Boulonge a partir de 2005, ya no es el mismo. Novak Djokovic, el serbio que superó casi todos los récords siendo contemporáneo del español y del suizo Roger Federer, no muestra piedad y avasalla al Matador frente a 15.000 espectadores. El 6-1 y 6-4, en una hora y 46 minutos, es un golpe al mentón para los románticos del tenis.
Acostumbrado a someter a sus rivales durante dos décadas, en especial sobre polvo de ladrillo (donde tiene un 90.6% de efectividad y 63 títulos), probablemente el mallorquín habrá tenido cierto pudor y un sentimiento melancólico cuando a los 35 minutos del partido, por la segunda ronda de los Juegos Olímpicos, ganó su primer game (1-5) y el público, de manera inmediata, despertó con una ovación para tratar de alimentar su ánimo, para tratar de darle fuerza. Nole, obvio: ni se inmutó. Le tocó sacar de nuevo y cerró el primer (6-1). La misma situación se produjo cuando el reloj del court central parisino marcaba una hora y ocho minutos: el balcánico dominaba 4-0 y Nadal (38 años y un sinfín de dificultades físicas) pudo descontar. “¡Rafaaa! ¡Rafaaa! ¡Rafaaa!”, rugió el público, cuando el ganador de 22 Grand Slams, que jugó con un vendaje en la pierna derecha, contó con la primera chance de quiebre, en el sexto game (1-4).
Qué paradoja: desde las mismas tribunas a las que le costó aceptarlo, ahora lo estaban sosteniendo emocionalmente. Ni hablar cuando, enseguida, Nole cometió la primera doble falta y cedió el saque (4-2). Las diapositivas de las antiguas hazañas del zurdo de Manacor viajaron en la mente de todos los presentes. La pelota de Rafa, inofensiva hasta hacía un rato, empezó a tener mayor pimienta. Sostuvo su saque (3-4) y se fue al banco dando pasos apresurados, mostrando otro ánimo.
El catorce veces campeón de Roland Garros prolongó la ilusión (¿cuándo no?) en el octavo game, con los espectadores extasiados. Incluso, volvió a quebrarle el saque a Djokovic (4-4) después de un punto cinematográfico, en el que Nole lo tuvo ganado varias veces, pero el Matador pasó de defender a atacar, ahora sí, como en las épocas de gloria. “Arrojaremos fuegos artificiales en la cancha, como en los viejos tiempos”, había anticipado Djokovic luego de ganar, muy cómodo, la primera ronda. De 37 años, el actual número 2 llegó al clásico contra Rafa con las piernas frescas, considerando, además, que restringió su competencia olímpica a los singles (la medalla dorada es el único galardón grande que le falta). Claro que Djokovic, el escapista de momentos tensos, no se amedrentó y, cuando se esperaba una reacción definitiva de Nadal, Novak puso el pie en el acelerador, dominó los puntos con su fantástico revés y le quebró el saque al español por quinta vez (5-4). Se sentó en su banco mirando en forma desafiante a un puñado de espectadores que gritaban en su contra, se hidrató, fue a su sector a servir -con pelotas nuevas- y, en el primer match point y con un ace, terminó de firmar una victoria potente que lo encumbra, lo coloca en los octavos de final y le permite seguir soñando con la esquiva medalla dorada.
Marc Maury, un exdecatleta y exjugador de rugby francés que más tarde se convirtió en actor y es el tradicional locutor de Roland Garros (famoso por enumerar con teatralidad los años de los títulos de Nadal en el Bois de Boulogne), esta vez no pudo entrar en el court para despedir a Rafa como hubiera pretendido, seguramente. Acompañó y envolvió, desde su voz inconfundible, la salida del hombre que se convirtió en estatua (de acero, colocada en el predio). El público le obsequió una ovación a Nadal, con nostalgia, pensando, por lo visto, que pudo haber sido la última vez del mallorquín sobre la terre battue. Nole, ya con el torso desnudo, dejó lo que estaba haciendo y se sumó a los aplausos; entre leyendas se respetan.
Las condiciones y matices del partido (calor, soleado, con el techo retráctil abierto) invitaban a pensar que la pelota de Nadal, históricamente con más revoluciones que la del resto de los tenistas, saltaría más y haría daño ante la resistencia serbia. Pero, como se dice vulgarmente, la pelota pareció no correrle a Rafa. Ya no puede sostener la pimienta en el tiempo. Ello, sumado a que la velocidad del serbio hoy es muy superior, provocó un combo dramático para el hombre que sólo perdió cuatro partidos en 19 apariciones Roland Garros (dos de ellos, ante Nole, en 2015 y 2021; los otros, ante Alexander Zverev este año y Robin Soderling en 2009). Rafa evita, hasta ahora, cualquier fecha definitiva para su retiro (de hecho, canceló las ceremonias de despedida que se habían preparado Roma y Roland Garros este año), no descartó jugar el US Open ni la Copa Davis, pero el tiempo es cruel y da la sensación de que se acerca el adiós.
Mientras tanto, Djokovic, 24 veces campeón individual de Grand Slams, sigue luciendo como un as atlético, mental y técnico. Continúa adelante en París 2024, donde aspira a encumbrarse como en el quinto jugador en ganar los cuatro majors y una medalla dorada olímpica en singles (Steffi Graf, Nadal, Andre Agassi y Serena Williams, los únicos). Pasó a liderar su épica rivalidad con Nadal 31 a 29. Y el reloj biológico, por ahora, le hace un guiño.
“Un jugador ha sido mucho mejor que el otro y hay que aceptarlo. Durante una hora ha sido duro de digerir todo lo que estaba pasando, aunque lo he hecho. He intentado estar con la actitud y la mentalidad adecuadas para aceptarlo, porque sabía que había una posibilidad de que el duelo fuera así”, expresó Nadal. Y amplió: “”No he sido capaz de jugar al nivel que necesitaba y él tampoco me ha regalado prácticamente nada, así que sin la calidad de pelota ni las piernas de hace quince años, no vas a crear problemas al mejor de la historia, ¿no?”.
Nadal permanecerá en París 2024, pero en dobles, con Carlitos Alcaraz. Djokovic buscará llegar a los cuartos de final con el vencedor del italiano Matteo Arnaldi y el alemán Dominik Koepfer.
El tenis fue parte de los Juegos Olímpicos inaugurales en 1896 y permaneció en el programa hasta 1924. Hubo momentos en los que se jugó sólo como exhibición, pero a partir de Seúl 1988 se integró oficialmente al programa olímpico. Esta de París 2024 es la 17ª edición como deporte de “medalla completa”. ¿Se le dará el sueño a Djokovic? Por otro lado, ¿habremos disfrutado del último baile del clásico más disputado de la historia? El tiempo es muy cruel.
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