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Paula Pareto, en Tokio 2020: la última función de la pequeña gran leyenda del judo
A sus 35 años, la campeona olímpica de Río 2016 y medallista de bronce en Pekín 2008 buscará su última hazaña en sus cuartos Juegos; una atleta ejemplo y que cultiva la filosofía japonesa
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TOKIO.- Es una heroína del deporte nacional: la primera mujer en ganar una medalla de oro para la Argentina en unos Juegos Olímpicos. Acorazada dentro de ese cuerpo resistente, duro como una roca, Paula Pareto también llegó a ser campeona mundial y panamericana. Pero sus méritos no se limitan a sus extraordinarios logros en el judo, sino que se extienden al ámbito académico: es una médica en ejercicio, con especialización en ortopedia y traumatología. Una pequeña gigante que hace rato se ganó un lugar privilegiado como Gabriela Sabatini o Luciana Aymar, otras dos exponentes de la excelencia.
La Peque de San Fernando está en Oriente para dar su última función en Tokio 2020. Es un secreto a voces: a sus 35 años, dejará el alto rendimiento una vez que regrese al país, aunque continuará completamente ligada a este fascinante arte marcial creado por el japonés Jigoro Kano. Serán sus cuartos Juegos Olímpicos, después de la medalla de bronce en Pekín 2008, su quinto puesto con diploma en Londres 2012 y su baño de gloria en Río 2016, en donde estremeció por su fiereza y atrapó la dorada.
Antes de su debut en la categoría de -48 kilos, piensa un segundo y resopla: “Puff, no puedo creerlo. Desde que empecé judo ni siquiera sabía lo que eran unos Juegos Olímpicos y ya formar parte de un cuarto es una gran alegría. Siempre decía que me retiraría en Pekín 2008, después en Londres 2012, luego en Río 2016 y ahora también. Pero nunca fue mentira, mi idea era formar parte de ellos y ya después dedicarme al resto de mi vida. Y bueno, acá estoy en mis cuartos, después de una clasificación que hoy por hoy no es nada fácil. Nunca lo fue, pero cada año se hizo más complicada. Así que estoy feliz de representar a la Argentina”.
Alguna vez, su psicólogo Gustavo Ruiz la calificó como “simple, sensible, humilde y guerrera”. Una mujer cuyo mayor atributo es la fortaleza mental y que le permite lograr concentración, confianza, control emocional y un gran manejo de presión, factor clave en el deporte. Una atleta con disciplina espartana que no deja de aprender y jamás resigna contracción al trabajo, por más lauros que acumule.
-A esta altura de tu carrera, ¿qué es lo que tenés claro que no debés hacer y lo que sí tenés que hacer durante los Juegos?
-Hay que hacer lo de todas las competencias: salir a ganar y dar lo mejor desde la primera lucha. Después, el resultado es anecdótico. Eso es lo que me pongo en la cabeza: entregar un ciento por ciento. Y no hay que dejarse abrumar por todo lo que representan unos Juegos Olímpicos, en donde están todos los países, los mejores de cada uno de los deportes, los periodistas, las cámaras... Acá te encontrás con el quíntuple de gente de la que tenés en cualquier competencia de otro nivel. Los Juegos tienen eso: al concentrarse todo el mundo aquí, lógicamente una se ve influida por presiones más fuertes. Lo importante es entender que se trata de una competencia más y que las rivales son las mismas o similares a las de otros torneos. O sea que el certamen es lo mismo: es uno contra uno. Además, se trata de enfocarse y disfrutarlos, porque no todos llegan a una cita olímpica y es lo más importante para un deportista amateur. Entonces se hace un poco complicado porque es “el” torneo al que todos queremos llegar.
-¿Y en la Villa Olímpica?
-Es una de las cosas que siempre he disfrutado más y de lo más lindo de unos Juegos Olímpicos: compartir un edificio con grandes representantes del deporte argentino, con muchos de los que son referentes y de repente se convierten en tus vecinos; vas a comer con ellos o te los cruzás en el lobby o en algún sector de la Villa. Entonces, esto es lo que hay que saber disfrutar como competencia diferente.
-¿Cómo influyó la pandemia?
-Todas las competencias en las que participamos en los últimos meses fueron particulares, porque estuvimos en las burbujas de las que tanto se hablan. Siempre hubo hisopados en los cinco días previos. Después, otro hisopado encerrada en la habitación hasta que diera negativo y uno más el día antes de la competencia. Previo a la llegada a Japón me esperaba similares protocolos de seguridad, con controles intensos. Más, sabiendo cómo son los japoneses y su costumbre de hacer todo a la perfección.
-Sos una admiradora de la cultura japonesa. ¿Cómo la ves como filosofía de vida?
-Es gente muy correcta, muy ordenada, muy disciplinada… a veces digo que parece que no tuvieran maldad. No meto a todos en la misma bolsa, pero las veces que me entrené o competí en Japón, en los hoteles y en la calles, observé que poseen un carisma muy particular. Y creo que nosotros, los judocas, tenemos mucho de la cultura de ellos en cuanto a las enseñanzas que nos brinda el judo. Que en realidad nos la dan ellos, ligadas con el respeto hacia el oponente, el compañerismo, el honor...
-¿Qué ejemplos encontrás para describir cómo son los japoneses?
-El orden es algo muy especial: hacen la limpieza de su lugar de entrenamiento, porque lo consideran su casa. No es que viene alguien y lo limpia. Y esta actitud se traslada a todos los aspectos de la vida. Vos salís a correr y la gente te saluda y te apoya, tanto en ciudades grandes como en pequeñas; es como la película de Rocky cuando corría por las calles de Filadelfia. Se nota una buena predisposición de parte de todos. Además, hay lugares en donde podés tomar bicicletas públicas que no tienen candados ni códigos de seguridad. Lo mismo con los paraguas, que están en las puertas, van de un lugar a otro y ahí quedan. Y no son propiedad de nadie, sino de la ciudad. Comparten: todo es de todos y a nadie se le ocurre llevarse un paraguas a su casa, por ejemplo. En Argentina, ponés 20 paraguas a disposición y desaparecen en menos de una hora. Está bueno aprender de ellos; en los Mundiales, mucha gente se sorprendió porque vio hinchas levantando la basura de las tribunas, pero a nosotros los judocas no, porque ya lo habíamos presenciado acá en Japón, no es algo nuevo. Ojo: llegaste un minuto tarde a tomarte un micro y ya se fue. Con una sonrisa y mostrándote el reloj, te dicen: “Bueno, perdón”. Y no hay mucha complacencia en ese sentido. Hemos visto a muchos deportistas extranjeros perderse ómnibus…
-Decís que los japoneses no tienen maldad. ¿Qué pasa cuando uno se comporta mal, ya sea por desconocimiento o adrede?
-En algunos clubes de Japón hemos visto que algunos deportistas de otros países hicieron cosas que a los anfitriones no les gustó y se les dijo que al otro día no volvieran. Directamente. Y si atinan a regresar, no los dejan entrenarse, no hay contemplaciones. En ese sentido son “cuadrados”, pero forma parte de lo bueno que tienen. No te van a responder pero te hacen la cruz, como decimos nosotros.
-Tenés la experiencia de tus 35 años de edad, pero también acechan camadas de judocas jóvenes con hambre de gloria. ¿Es posible una tercera medalla?
-El judo es por lo general una lotería. Es muy difícil saber quién puede coronarse en mi categoría y en muchas otras. Hay una o dos de ellas en las que el ganador o la ganadora son más previsibles. Pero yo he visto perder a favoritos en la primera lucha y quedarse afuera, como también consagrarse campeón a alguno que tal vez no era candidato y se fue con una medalla. Entonces: sé que puede pasar cualquier cosa y también que hay chances de colgarse una. También entiendo que se puede perder en el primer combate.
-¿Cómo llegás?
-Me siento bien preparada. En las últimas competencias en las que competí me sentí bien, más allá de alguna lesión que me tuvo un poco inactiva. Paré para el último Mundial para llegar al ciento por ciento a Tokio y creo que se puede dar una nueva medalla, como también puede ser que no. La realidad es que la posibilidad está. Siempre voy a cada torneo con la idea de que todo puede pasar… y a estos Juegos arribé con la misma esperanza. Es importante saber cómo una llega desde la parte mental.
-Retrocedemos muchos años, cuando de chiquita decías que eras muy amateur…
-Sí, realmente me resulta raro la carrera que terminé haciendo. Tuve que dejar de decir que era “amateur” cuando me clasifiqué para mis primeros Juegos Olímpicos, que fueron en Pekín 2008. Ahí pensé y dije: “Tal vez no es tan amateur lo que estoy haciendo…”. Realmente me costó darme cuenta del nivel en el que estaba, pero tampoco me imaginé sumar tres Juegos después del de 2008, ni mucho menos sacar una medalla de oro en uno. Me fui sorprendiendo en cada competencia sin ponerme objetivos tan altos. Siempre digo que mi principal meta es dar lo mejor en el día a día y después vienen los desafíos deportivos, que son el resultado de ese recorrido. Además, siempre creo que puedo obtener un buen resultado, aun sabiendo que mi rival puede ser más fuerte o más técnica. En el judo, dos más dos no es cuatro. No es un deporte de marcas y eso a mí me beneficia.
-También te puede resultar extraño que seas la cara de sponsors y muchas marcas importantes.
-Sí, me acuerdo de chiquita que Carolina Mariani fue una de mis principales referentes. Ella había salido cuarta en un Mundial y me decían: “Mirá, es la única que tiene tal marca…”. Y en mi caso, en su momento, no podía creer por ejemplo que una marca de indumentaria deportiva como Nike me fuera a apoyar, porque yo iba a comprar ropa ahí. También, ser la cara de otros productos, campañas publicitarias, mientras que me sigue llamando la atención de hasta dónde llegué en el deporte, en paralelo con esta cuestión de los auspiciantes, que vienen como una consecuencia. Aparecés en todos lados y al final decís: “Uy, se llegó”.
Un muñeco, su mejor “amigo”
La pandemia dejó situaciones inverosímiles. En los meses más estrictos del aislamiento durante 2020, Pareto se transformó en furor en las redes sociales cuando posteó sus increíbles ejercicios arriba de una mesa, mientras sus bíceps y abdominales parecían estallar. Pero también, Paula convivió forzosamente con un ser inanimado, un muñeco de tamaño real rellenado con pelotitas del telgopor que reemplazó al habitual compañero humano de entrenamiento a la hora de ensayar tomas: “En su momento, al muñeco nos lo llevamos con autorización del Cenard para coserlo porque estaba roto y quedó en la casa de la kinesióloga para zurcir. Quedó bárbaro, arrancó la pandemia y chau, no nos entrenamos más. Entonces, mi entrenadora Laura Martinel se acordó de que estaba ese muñeco, así que me lo llevé a mi casa, con la ventaja de que vivo sola”.
En ese período de encierro para la gran mayoría de la sociedad, la judoca se vio obligada a agudizar el ingenio para no perder tono muscular y mantenerse en forma. Entonces, consiguió unas bandas elásticas y colgó al muñeco del techo como pudo. Le mandó el video a su coach, que aprobó el ejercicio, y así fue como la figura terminó siendo el principal compañero de la medallista de oro durante los cuatro meses de máxima restricción. “Terminó asustando a varios vecinos que vinieron a visitarme a casa. No sabés lo que me costó ponerle el judogi. No le entraba, era muy chiquito, pero al final le puse hasta el cinturón”.
Más allá de estos recursos de emergencia, Pareto se vio obligada a reinventarse para seguir competitiva a los 35 años. “Siempre hay que ir variando: si me mantuve desde los 18 años hasta esta edad, siempre se sacarán recursos nuevos para continuar vigente, porque con las mismas técnicas que hacía en mi primer torneo ya no tiro a nadie, no hago ninguna puntuación. Eso está clarísimo. Tenemos un abanico de técnicas, la cuestión está en transformarlas y cambiarlas”. ¿Capacidad de sorprender? “Contamos con algunas técnicas que ya sabemos que son efectivas y otras que no lo sabemos, pero tal vez lo sean en un momento clave durante estos Juegos. Tengo fe de que lo que hicimos fue muy bueno y que se puede dar de la mejor manera posible”. Acerca de la posibilidad de observar a una Pareto recargada en Tokio 2020, su entrenadora opina: “Somos un equipo, no solo ella y yo. El entorno la favorece y la contiene, entre el staff técnico -que incluye al psicólogo y la kinesióloga-, y su familia. Por otro lado, Paula no pierde las ganas de entrenarse, es absolutamente ‘adicta’. Es más: no sé qué pasará cuando se retire. Capaz que sigue corriendo como un conejo por todos lados, la verdad es que no creo que pare. Para una atleta de nivel olímpico y mundial como es ella, el entrenamiento es la clave. Tiene una gran vocación, muy propicia para que siga figurando a estos niveles”. Y amplía: “Ultimamente hicimos un pulido técnico, más allá de que a partir de Río 2016 alcanzó una maestría en sus técnicas favoritas”.
La gloria máxima en Río 2016
La duración del ciclo olímpico se volvió muy larga, un año más de lo imaginado. Todavía su oro reluce en su condición de monarca actual dentro de su categoría. El tiempo retrocede al 6 de agosto de 2016, exactamente tras vencer a la coreana Bokyeong Jeong en la final de los Juegos Río de Janeiro, disputada en el complejo Arena Carioca 2. “A mi entrenadora le dije ‘¡Gracias!’ unas quinientas veces, porque fue una parte muy importante del logro que acababa de conseguir. Y ella me dijo: ‘Sos campeona olímpica’. Era algo que yo ya sabía, pero me emocionaba más escucharlo de parte de ella. Después hicimos algún análisis, aunque las sensaciones iniciales fueron ésas”. La postal final la recuerda arriba del podio, secándose las lágrimas, con la vista clavada en una bandera argentina que se elevaba mientras sonaba el Himno Nacional. Un instante inolvidable que la depositó definitivamente en el Olimpo del deporte argentino.
Martinel rememora aquel momento, que ratificó la alianza de fuego con su dirigida: “Fue una conquista muy soñada, muy pensada y muy trabajada, sobre todo. Era el gran objetivo que teníamos y concretarlo resultó muy sacrificado, porque en el medio Paula tenía que recibirse de médica. Un camino lindo, pero duro. Y haber tenido tan viva esa meta durante todos esos años hasta llegar a alcanzarla implicó una tremenda emoción. Ahí Paula se convirtió en una leyenda, y lo que le dije me salió de adentro. Aparte, ella tenía en aquella sede a toda su gente más querida: a su familia, amigos. Cuando fue al control antidoping me dio la medalla y todo el mundo se la quería poner. La manosearon tanto a la medalla que hasta se le rompió un poco de la cinta”.
El retiro forzoso de la competencia de Lima 2019 significó su última aparición ante el gran público. No ese segmento correspondiente a sus fans más fieles, sino a aquellos que la siguen solo en circunstancias muy puntuales y se enganchan únicamente en grandes eventos. La experiencia en Perú resultó una triste despedida para la Peque, que después de perder en las semifinales mostró un semblante y un ánimo desconocidos en ella: apesadumbrada, fastidiosa, frustrada. Fue el prólogo de su adiós anticipado de aquellos Panamericanos, porque tendría que haberse presentado en el primero de los dos repechajes para subirse al podio, pero no lo hizo por una molestia en las cervicales que le adormecía el brazo. “Esa frustración ya la habíamos vivido. Me había pasado una o dos veces, de tener un dolor muy similar a la hora de competir. Laura ya me había pedido de no presentarme a luchar por el bronce en torneos previos, pero yo, de cabezadura, siempre decía que -perdida por perdida-, solo me quedaba luchar. En Lima 2019 me dolió no haberme presentado y regalé la chance de haber peleado por una medalla. Está bien, fue por una lesión, pero no me convenció mucho…”.
Desde hace varios años, su profesión dentro de la medicina funciona en paralelo con todo su periplo en el judo en distintos puntos del planeta. Así, su apariencia va cambiando entre el judogi y su uniforme de personal médico, según lo que indique su calendario. Esta capacidad de mutar y de adaptarse a ámbitos disímiles con tanta naturalidad es uno de los puntos que más atraen de su vida y que la vuelven especial.
-¿Cómo lograste ser médica y alcanzar este nivel de judo?
-Siempre digo: lo primero de todo es el orden y la perseverancia. Y fundamentalmente que te guste lo que hacés, ¿no? El esfuerzo siempre está para que las cosas salgan bien. Pero si es por lo que manda tu cabeza, siempre te gustará más quedarte durmiendo o seguir prendido a la tele, en lugar de sentarte a estudiar o ponerte a trabajar. Esto es innato a todos los seres humanos. Pero cuando superás aquello que te gusta más, y te ponés y cumplís con tus responsabilidades, es cuando mejor te sentís. Entonces, todo se trata de superarse en lo físico con los entrenamientos -como en mi caso-, en el estudio o en tu profesión. Es escaparle a esa situación de confort de no querer salir de la cama, y más ahora con el frío. Si pasaste eso, ya te superaste y arrancaste bien el día.
-¿Y cuál es tu fórmula?
-Cuanto más me cuesta encarar algo, directamente no lo pienso y salgo a hacerlo. Y cuando llega la noche, me noto reconfortada y digo: “Qué bien, me siento mucho mejor conmigo”. El día que me cuesta más es cuando más lo disfruto. Tengo la suerte de haber seguido la carrera que me gusta y de haber practicado el deporte que más me atrae. Aprovecho el tiempo el ciento por ciento y le pongo el esfuerzo que hace falta para cumplirlo.
-¿Bajaste los brazos en algún momento con todas tus responsabilidades?
-En algún período dejé el judo, nunca la facultad. Sí me costó organizarme en el primer año de la carrera, cuando a mitad de año pensé: “Hasta acá llegué en la parte deportiva” y empecé a estudiar un poco más. Algunas materias me costaban, y cuando dejé de entrenarme en aquel lapso, en donde casi no había competencias, me pude organizar mejor y las saqué rápido. Después, en 2018 estuve convencidísima de dejar el alto rendimiento, pero termine yendo al Mundial de Azerbaiyán, obtuve una medalla de bronce y dije: “Bueno, quizás siga un poquito más”. Y ya con esa competencia y una más que llegó después, ya estaba prácticamente clasificada a Tokio, así que volvieron las ganas de continuar en el alto rendimiento.
-Tu cuerpo de 48 kilos y tu estatura terminaron siendo el secreto de tu éxito y alcanzaste la gloria. Pero… ¿Cómo te llevaste con él en tu vida del día a día?
-Está este tema tan conocido del bullying y bueno, de chica sí me pasaba, aquello de “¡Eh, enana!”, y un poco te pesa. Pero la verdad, les tengo que agradecer a mi papá y a mi mamá, que me enseñaron a aceptar y decir en voz alta: “Que digan lo que quieran”. Yo tengo mis ventajas por ser pequeña y es lo que me permitió sacar dos medallas olímpicas. Pero de chica no lo sabía y lo intentaba sobrellevar como podía. Lo cierto es que siempre me acepté como soy, y de hecho ya desde la infancia y hasta hoy soy de hacer muchos chistes con relación a mi altura, de aquello que “entro en cualquier lado”. Por lo general me gastaban alguna broma, porque los chicos no tienen filtro, aunque no me lo tomaba como algo malo. Después, siempre mis pantalones tenían ruedo o había que cortarlos; o en la parte de arriba, las prendas me quedaban chicas por tener la espalda grande debido al deporte. Son cosas a las que me adapté y cada uno es como es. Hay que agarrarse de los beneficios del cuerpo de uno, así que nunca tuve mayormente problemas.
-¿Cómo seguirá tu vida después del retiro?
-Más allá del resultado, ya tengo planeado todo en función de la parte médica, hacer todas esas cosas que tal vez no llegué a concretar o finalizar por la demanda de los entrenamientos. Así que cubriré bien el tiempo en cuanto a la actualización y la parte académica de mi especialidad en la medicina. Y mi idea es siempre permanecer ligada a lo deportivo. Cumplo un rol en la Federación Internacional de judo, que es representar a todos los atletas panamericanos, una función que está muy buena. Y también, seguir colaborando con los judocas argentinos desde la parte técnica, como lo hicieron conmigo para mi formación.
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