Juana Castellaro Morello, la Leona que debutó en los Juegos Olímpicos París 2024 y siempre supo que quería estar ahí
Ilusiona por su talento y progreso constante y va por el gran sueño: la medalla dorada
En el celular de Juana Castellaro Morello un detalle capta la atención y la define. Tiene puestas un montón de alarmas que ya no usa, aunque prefiere dejar. No son los horarios que dan ritmo a una rutina diaria, sino todos y cada uno de los partidos de las Leonas en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (realizados en 2021 a raíz de la pandemia). Y son eso, un aviso o señal. En su caso, el que no le permite olvidar su sueño. Desde entonces, pasaron tres años. Y de aquella Juana de sólo 16 años ilusionada con prender la televisión a tiempo para no perderse detalle de cada paso de la selección argentina de hockey sobre césped ya no queda nada. Hoy, a los 19, es una de ellas, una de las cinco Leonas debutantes en los Juegos Olímpicos. Está en París 2024, en la recta final de la definición, rumbo a las medallas. Y sabe que es la hora.
“Lo que hago es una visualización hermosa. Obvio que una sueña, pero creo que hay que ir paso a paso, partido a partido. Creo que como en todo torneo, uno tiene que arrancar con el pie derecho en el primero y desde ahí empezar a crecer y a sumar”, le dice a LA NACION la defensora que puede considerarse polifuncional, aunque juega donde le pidan. Y se le iluminan los ojos.
Juana Castellaro nació el 29 de marzo de 2005 en Buenos Aires y eso es bastante tiempo después del día en el que nacieron las Leonas, que irrumpieron en el mundo (llamándose como tal) el 24 de septiembre del 2000 en los Juegos Olímpicos de Sydney utilizando por primera vez una camiseta con la estampa del animal que desde entonces las identifica. Es decir, Juana no fue testigo de esa explosión con medalla plateada mediante ni tampoco de cuando ganaron el primer Champions Trophy al año siguiente. Ni del primer Mundial en 2002, ni cuando jugaron por primera vez (tras ese mote) en el país un torneo grande causando una verdadera revolución, en el Champions de Rosario 2004. Ni después de que se subieron nuevamente a un podio con el bronce de Atenas. De los Juegos de Beijing 2008, de nuevo de bronce, tampoco puede tener recuerdos y tal vez sí, alguno más vago, de Rosario 2010, cuando Luciana Aymar levantó la segunda Copa del Mundo con este equipo. Londres 2012 es otro cantar, como Río de Janeiro 2016 y Tokio 2020, ya con las alarmas en el celular.
Sin embargo, dicen quienes conocen a Juana desde muy chiquita, que su convicción siempre fue esta: jugar al hockey y ser Leona, “sin volverse loca, con alegría y sacrificio”. Surgió en River Plate (aún juega allí), club que ama, y no es casual: es el lugar en el que la familia se siente cómoda y en el que pasó muchísimas horas de su infancia. Por acto reflejo o por encanto decidió que quería hacer lo mismo que acompañaba a hacer a su mamá, jugar este deporte. Dicen también los que la vieron dar aquellos primeros pasos que era una maquinita que no paraba de jugar con el palo y la bocha al costado de las canchas de las más grandes, con Thiago Vigil, el hijo del emblemático ‘Cachito’, justamente artífice de aquel equipo fundacional de Leonas y también presente desde hace años en el desarrollo del hockey en River.
Dueña de todos los gestos técnicos, autoexigente, humilde, trabajadora y enfocada, pero también divertida y alegre, Juana comenzó a crecer con esa convicción de que el deporte iba a ser su prioridad y el equipo argentino, su faro. En River, incluso, llegó a jugar (y ser entrenada) al lado de Sofía Darnay, talentosísima defensora tucumana, a quien admira, y Macarena Rodríguez, la volante mendocina que también llevó la cinta de capitana de las Leonas y que es reflejo del amor incondicional por su deporte: aún hoy, a sus 46 años, sigue jugando con las mismas ganas en el Metropolitano de Buenos Aires, en Primera División.
Y fue llegando a cada proceso de selección, como una niña prodigio (en River le pasó lo mismo, a tal punto que sus entrenadores se sentían jugando con ventaja cuando ella marcaba tanta diferencia contra jugadoras de su edad), siempre un poquito antes que el resto. De hecho, el año pasado inició su estadía con el seleccionado mayor y de inmediato se metió en las listas definitivas de la FIH Pro League y los Juegos Panamericanos de Santiago 2023 (medalla dorada), en el medio, alternando con Leoncitas, el seleccionado Junior, también en dos procesos mundiales (subcampeona Sub 21 en 2023).
“Siempre fui una fan y siempre lo seré”
“¿Qué se me viene a la cabeza en este momento? Todos los años y todos los partidos de menores, el quedarme a ver a la primera y decir. ‘Quiero estar ahí'. Ese sueño de poder estar en la primera de tu club te hace verlas y querer estar en esa cancha con ellas”, cuenta. Y relata que el vínculo emocional con las Leonas empezó casi al unísono, yendo a verlas jugar como local en la Liga Mundial o Pro League. “Y de verlas en la tele, todo el tiempo, o pedirles fotos. Muchas de las jugadoras son las que tengo fotos están acá, al menos tengo fotos con el 80%”, detalla y se ríe. “Es que sí, siempre fui una fan y siempre lo seré”.
Sin embargo, ahora otra posición de Juana prima sobre esa. Es parte, con todas las responsabilidades que ello conlleva. Y pese a las enormes expectativas que hay sobre su juego, lo vive bien: “En realidad, creo que uno entra a la cancha y disfruta del partido o del entrenamiento todos los días y ese disfrute y esas ganas te hacen, o por lo menos yo lo busco, crecer día a día para mejorar y siempre tirar para adelante, como esencia”. Muestra, como también dicen aquellos que se deslumbraron con sus cualidades prematuras, la madurez necesaria para poder sostenerse: “Estando acá (en las Leonas) siempre hay presiones, pero son presiones lindas, la verdad. Jugar en equipo o en un deporte conjunto es algo hermoso, porque si me equivoco está mi compañera para decirme ‘dale, vamos’ y yo para decirle ‘no pasa nada’. Defendemos todas, atacamos todas. Está muy bueno”.
Juana cuenta que la condición de ser Leona “es algo que trabajé y busqué. Que siempre soñé y se sigue trabajando y laburando todos los días”, por lo cual haber alcanzado el primer objetivo de ganarse un lugar el proceso olímpico del seleccionado mayor no la relaja: “Siempre fue un sueño para mí poder jugar unos Juegos Olímpicos (...) Estar en la lista es realmente soñado”, relata, aún consciente de las exigencias que tienen. Y remarca: “Yo creo que la actitud uno no la puede negociar. Este equipo no la negocia y es una virtud muy buena”. En un punto, como aquellas Leonas del 2000: “Es todo ese legado que dejaron ellas para que hoy sigamos representando al seleccionado de la forma que nos caracteriza, con esa garra y ese corazón que le ponemos a todo, con esas ganas, tirando para adelante”, agrega Juana, la que nació “después”, pero aprendió la materia.
El deseo es el mismo, para las de hoy y las de siempre
La Torre Eiffel ilumina el Trocadero con una potencia tan espectacular que nadie que se encuentre en las inmediaciones puede evitar sucumbir ante su encanto. Es el faro de referencia de los parisinos, pero también de los millones de turistas que por estos días surcan como nunca la capital de Francia para vivir la fiebre olímpica con los Juegos París 2024 y tras impactar al mundo con una ceremonia de apertura distinta a todas. Pero ni Juana Castellaro Morello ni sus compañeras de las Leonas estuvieron en esa fiesta. Es que la luz que a ella las desvela no está en la explanada de Champ de Mars, sino en el estadio Yves-du-Manoir de Colombes, sede del hockey sobre césped y único escenario de todos los que albergaron la edición de París 1924, que sigue en pie y que se reutiliza ahora, un siglo después. Está claro, el de París es un compromiso con su historia. Como el de las Leonas.
El equipo argentino, que ganó, con distintos nombres y generaciones, absolutamente todo lo que jugó, tiene solo (y justamente) un logro que le es esquivo: la medalla dorada en unos Juegos Olímpicos. Ni más ni menos. Por eso, el paso del tiempo no hace otra cosa que fomentar aún más ese deseo que irrumpe desde el corazón como el combustible ideal. Es un anhelo tan grande, que ni necesita ser puesto en palabras. Cada jugadora que viste esa camiseta tan emblemática que luce la Leona del lado derecho, sabe lo que va a buscar: “La medalla dorada es un sueño que tenemos todas, que tiene el equipo y trabajamos todos los días para no dejar nada al azar, nos esforzamos para poder conseguirlo”, dice Juana.
Lo dice por ella y por las de más. Por las de hoy y por todas las de ayer. Y no saca las alarmas del celular, aunque sean de Tokio y hoy esté en París. Es que, al fin de cuentas, son las alarmas que no permiten la somnolencia porque el deseo es muy grande.
El hockey de los Juegos, en la recta final
En París 2024 las Leonas integraron el grupo B de los Juegos Olímpicos y vencieron en sucesivo a Estados Unidos (4-1), Sudáfrica (4-2) y España (2-1). Sobre la hora Australia les arrebató un empate 3 a 3 y cerraron esa instancia regular con triunfo por 3 a 0. La igualdad ante las Hockeyroos las “condenó” hacia el lado del cuadro más complicado. En cuartos de final, no sin antes un poco de sufrimiento, eliminaron a Alemania en definición de penales australianos. Fue 2 a 0, con una enorme actuación de la arquera Cristina Cosentino, tras igualdad 1 a 1 en tiempo reglamentario.
En semifinales, este miércoles desde las 9 (horario argentino) se medirán con el mejor seleccionado del mundo, Países Bajos. Por el otro lado de la llave se verán las caras Bélgica y China.
Al plantel albiceleste conducido por Fernando Ferrara lo componen Cristina Cosentino, Juana Castellaro Morello, Valentina Raposo, Agustina Gorzelany, Victoria Sauze, Agostina Alonso, Rocío Sánchez Moccia, Pilar Campoy, Sofía Cairó, Sofía Toccalino, Eugenia Trinchinetti, María José Granatto, Agustina Albertario, Lara Casas, Zoe Díaz y Julieta Jankunas.