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José Luis Acuña, el joven que se inspiró en Crismanich y hoy sueña en grande
El recuerdo permanece intacto. Sus ojos se iluminan cuando la anécdota se reaviva en su memoria. Apenas habían transcurrido un puñado de meses desde que Sebastián Crismanich conseguía una de las grandes gestas de la historia del deporte argentino, con la medalla de oro en taekwondo en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Tras el regreso a casa, el correntino dio mil vueltas inmerso en un raid mediático que abarcó diversos seminarios en todo el país. Una de esas estaciones fue Neuquén. Allí, decenas de chicos que comenzaban a practicar el deporte de contacto lo miraban embelesados. Hasta que llegó la pregunta: "¿Alguien se anima a pelear conmigo?". Rápido de reflejos, el primero que levantó la mano fue José Luis Acuña, de solo 10 años. De manera recreativa, por supuesto, quedaron cara a cara.
"Era mi ídolo. Él me inspiró cuando yo era chiquito. Lo admiraba mucho", confiesa a LA NACION el taekwondista nacido en Plottier el 25 de octubre de 2002. En abril de este año, cinco años después de aquel momento inolvidable de su infancia, Acuña fue subcampeón mundial junior en la categoría de hasta 55 kilogramos y ahora sueña con conseguir otro podio en Buenos Aires 2018 . En Hammamet (Túnez), el juvenil se destacó en el certamen que reunió a representantes de 120 países. E ingresó en la historia del taekwondo nacional: la medalla de plata de José Luis en esta categoría se sumó a las otras dos preseas de bronce obtenidas por Vanina Sánchez Berón en Barcelona 1996 y Agustín Alves en Tijuana 2010.
Acuña camina por el Cenard con la calma y la tranquilidad que le aporta un deporte que practica desde los 5 años. Su lenguaje corporal transmite concentración y enfoque. "Mi papá me dijo que era un arte marcial muy lindo y que iba a aprender muchas cosas. Me encantó desde el primer día", cuenta. Eran jornadas en la segunda localidad neuquina más importante en las que José Luis jugaba al fútbol con sus amigos y disfrutaba del colegio. Apenas guarda un mal recuerdo de su época escolar (actualmente cursa el secundario por internet), causado justamente por su gran amor, el taekwondo. "Me iba muy bien, era muy estudioso. Fui abanderado, pero en séptimo grado me quitaron la posibilidad de llevar la bandera porque tenía varias faltas por mis viajes. En ese momento me puse mal, fue doloroso, porque sentía que también estaba representando a Neuquén y a mi país con el deporte", remarca. Lengua y Literatura, Historia y Ciencias Sociales eran sus materias favoritas. El juvenil confiesa que en el futuro va a seguir alguna carrera, pero que todavía no sabe cuál será.
A los 11 años, Acuña se dio cuenta de que se cansaba mucho con tantas actividades y tenía que decidirse por un deporte. La agenda era nutrida. Se inclinó por el arte de combate que brinda control de sí mismo, fortalecimiento de la independencia y una sólida mentalidad. "Mi infancia fue hermosa e incluyó muchos sacrificios. Por ejemplo, el hecho de irme siempre temprano de los cumpleaños porque al otro día tenía que entrenar". Su progreso deportivo fue constante y en enero de este año decidió mudarse al Cenard . Con el desarraigo, claro, aparece cierta nostalgia. "Tengo una familia hermosa. Extraño a mis padres Hugo y Nora, a mis hermanos Hugo y Evelin, y a mis abuelos Luis, Mabel, José y Pilar. El año pasado les dije que me iba de casa para progresar. Les dolió, claro, pero siempre me apoyaron", cuenta. Hugo, el hermano cuatro años mayor, también es taekwondista y fuente de inspiración para José Luis. "Nos llevamos muy bien, él se quedó en Neuquén. Está por terminar el secundario", dice. Y se siente agradecido permanentemente con su círculo más íntimo: "Mi primer profesor de taekwondo fue Luis Vega y en Buenos Aires entreno con Jeovanni Baeza y Flavio Salvador. Me educan y me guían. Cada día me aportan lo mejor de ellos para ser mejor. Y la Confederación Argentina me apoya y me permite tener los entrenamientos adecuados", explica.
¿Qué significa el taekwondo en la vida de Acuña? "No solo lo tomo como un arte marcial. Lo siento como un estilo de vida. Representa todo: un deporte, el respeto por las reglas y el adversario que tenés enfrente aunque ganes o pierdas. Me permite sacar lo mejor de mí mismo y a su vez das el máximo de lo que tu cuerpo puede dar".
No se esperaba el paso gigante con la medalla plateada en el Mundial juvenil. "Yo sentía que estaba en la mitad y que de un momento a otro figuraba en lo más alto. No lo creía posible, pero es un instante que siempre recordaré. Perdí la final con Amir Bakhtiari, de Irán. Ese país es la gran potencia mundial. Estoy orgulloso", dice emocionado quien tiene cómo gran ídolo a Steven López, el estadounidense doble campeón olímpico.
Recién llegado de un certamen categoría G2 en Corea del Sur, en el que también logró la medalla plateada, Acuña explica cuándo percibió que el taekwondo sería su gran pasión: "Lo veía a mi hermano divertirse con esto. Lo miraba entrenar y él lo disfrutaba. Además, Hugo viajaba con la selección y yo también quería conocer muchos países. Ahí sentí que también iba a ser lo mío", recuerda.
A la hora de los desafíos, los cinco anillos entrelazados figuran en la mente de Acuña: lo desvelan los Juegos Olímpicos de la Juventud y, si los sueños son el motor de la vida, ¿por qué no pensar en Tokio 2020?. "Buenos Aires 2018 será un gran evento. Vamos a dejar todo, nadie me va a regalar nada. Ya estoy ciento por ciento metido y me encantaría dejar a la Argentina en lo más alto. Sueño con ese campeonato. A lo de Japón lo veo más difícil, pero es un deseo enorme".
Crismanich, aquel ídolo al que se animó a darle unas patadas hace varios años, hoy es una referencia y un consejero. "Sebastián nos abrió puertas a todos. Es humilde, suele mandarme mensajes para preguntarme cómo estoy, me felicita. Y lo hace con todos los juveniles", asegura.
Entradas gratuitas
Faltan 43 días para el inicio de los Juegos Olímpicos de la Juventud. Los porteños y quienes visiten la ciudad desde el 6 al 18 de octubre podrán ser testigos de un evento olímpico histórico. No sólo se trata de presenciar a los atletas argentinos en la competencia sino también de aprender sobre disciplinas que difícilmente el público se acerque de otra manera. Los atletas que competirán tendrán entre 15 y 18 años y en un mismo Parque Olímpico el público podrá presenciar deportes tan disímiles como la gimnasia, el pentatlón moderno o la lucha olímpica. Y podrán hacerlo gratuitamente con el Pase Olímpico de la Juventud. Se trata de una pulsera que tiene un chip y con el cual ingresarán a todas las sedes y estadios. La misma se puede obtener a través del sitio de Buenos Aires 2018: la presencia del público en cada deporte está sujeta a la capacidad del estadio o sede donde se lleve a cabo la actividad. Por eso, además de obtener dicha pulsera, que es intransferible, es relevante llegar con tiempo.
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