A los 30 años, busca su primera incursión olímpica sin dejar de prestarle atención a su faceta académica
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Vive en un permanente cambio de piel. Se viste de estudiante y muta en esgrimista, para luego transformarse en profesora y finalmente ponerse en “modo novia” con su pareja. En este caso, las apariencias no engañan: Isabel Di Tella, medallista de oro en los últimos Juegos Panamericanos, convive con la polifuncionalidad, porque triunfa empuñando su espada y al mismo tiempo se mueve muy cómoda en los ámbitos académicos de los Estados Unidos. Reconoce el estrés, pero de alguna manera lo disfruta porque cumple con todo. Y muy bien.
“Trato de ser constante en el día a día y a lo largo de los años”, afirma Isabel, en la charla con LA NACION desde Boston, donde reside. Después de la gloria en Santiago 2023, este año persigue la difícil misión de clasificarse para los Juegos Olímpicos. Al mismo tiempo, la graduada en Matemáticas en la Universidad de Harvard cursa un doctorado en Economía en el MIT (Massachusetts Institute of Technology) y da clases en la misma facultad. Una agenda a tiempo completo, entre el estudio, la docencia y el deporte de alto rendimiento.
José Félix Domínguez es su entrenador desde los 12 años. Con él se abrazó y lloró sobre la pedana tras ganar en Santiago. Ella estaba completamente transpirada y envuelta en una emoción consagratoria, mientras escuchaba el aliento de “¡Isa! ¡Isa!” desde las tribunas. “Física y técnicamente es excelente y mejoró muchísimo en la parte mental, en gran parte por el trabajo realizado por Juan José Grande, un gran tipo que falleció en junio de 2022. Isa está en un gran momento, sobre todo por su fortaleza anímica”, dice el coach. “Aquella medalla panamericana significa que está en buen camino. ¿La clasificación a París 2024? Es muy posible y muy complicada a la vez, pero estoy muy confiado en que podremos verla luchando por una medalla en los próximos Juegos Olímpicos”, finaliza Domínguez.
Apenas minutos después de su consagración panamericana -cita en la que compitió con la camiseta de Racing debajo de su atuendo deportivo-, extenuada y feliz, Isabel decía: “Esta es una forma de validarme. Es saber algo así como ‘Che, estás bien, vas por el buen camino’”. Nacida en Oxfordshire, al noroeste de Londres, es nieta del excanciller Guido Di Tella e hija de Rafael Matías Di Tella, uno de los esgrimistas más destacados del país y olímpico con la espada en Seúl 1988 y Barcelona 1992. Además, su madre, Astrid Steverlynck, fue una pujante competidora de esquí alpino que estuvo en los Juegos Olímpicos de Invierno de Calgary ‘88, en Canadá, y de Albertville ‘92, en Francia. Su hermano, Pascual, participó junto con ella en los Panamericanos. Y en su árbol genealógico, la chica de 30 años es también bisnieta de Don Julio Steverlynck, legendario emprendedor belga que fundó la Algodonera Flandria y que se destacó por haber sido el primer empresario en Argentina en introducir los avances que se daban en Europa en el área de la seguridad social.
En este año olímpico, a Isabel (1,83m y un paso por el voleibol en la adolescencia) se le acumulan los desafíos, entre concentraciones, torneos y viajes aquí y allá, en medio de sus compromisos de la facultad. Cree poder con todo. Pero en la esgrima, procura mantener en cada combate ese instinto natural que la llevó a triunfar y evitar pensar demasiado. “Sea quien fuere que tenga enfrente, debo creer que le puedo ganar”, ya aseguraba hace diez años.
-¿En qué te cambió la medalla dorada en los Panamericanos Santiago 2023? ¿Más reconocimiento? ¿Más beneficios? ¿Más popularidad?
-La medalla de Santiago fue una alegría enorme. Una gran satisfacción en el plano deportivo fue hacer en competencia las cosas que hago en el entrenamiento. Más en general, ganar en Chile me permitió lograr dos cosas fundamentales: por un lado, darle un título a la Argentina, y por otro, ayudar a que la esgrima se difundiera un poco más. Mi objetivo este año es hacer esgrima porque me gusta, independientemente del reconocimiento, que a veces viene y a veces no. En ese sentido no cambió nada. Hoy voy a entrenarme igual que ayer, igual que mañana.
-¿Cómo es tu día a día “promedio”, entre las clases que das de Economía, tus estudios y los entrenamientos de esgrima?
-Trato de ser constante en el día a día y a lo largo de los años. Dentro de todo llevo una vida bastante normal: trabajo durante el día y me entreno entre la tarde y la noche. Lo más duro son los viajes porque me sacan de la rutina. O sea: son hermosos, pero es un estrés viajar con las espadas y todo el equipo, llevar ropa para todos los climas, no olvidarse el pasaporte, bancarse los vuelos larguísimos, las escalas, etc. Además, después del torneo estoy muerta y casi nunca llego a hacer turismo. Mi novio me carga con que di la vuelta al mundo, pero solo conozco hoteles, aeropuertos y gimnasios.
-¿Cómo es tu rol de docente en Massachusetts Institute of Technology?
-Soy Teaching Assistant para Macro I, que es la materia introductoria de macroeconomía para los chicos de 18 años que recién arrancan la carrera. El equivalente en Argentina sería asistente de cátedra, o sea que cada tanto doy una clase que sería como las prácticas en nuestro país. Digo cada tanto porque son clases grandes de 150 alumnos, y entonces hay varios asistentes que comparten esa responsabilidad conmigo. Disfruto cuando me toca enseñar, aunque sea esporádico, especialmente cuando tengo algún alumno que realmente está interesado en aprender.
-¿De qué manera equilibrás estas actividades en pos de la clasificación para París 2024?
-La clasificación a los Juegos Olímpicos me obligó a poner mis estudios en un segundo plano por unos meses. Nunca dejo de estudiar porque me gusta tener también el estímulo del trabajo, pero cualquier actividad de alto rendimiento demanda dedicación exclusiva en ciertos momentos.
-¿Cómo sería tu calendario para llegar a los Juegos y qué tan complicado es conseguir el pasaje?
-Y… ¡está complicado! La clasificación es súper competitiva porque hay solo dos lugares. Uno se entrega a la esgrimista con mejor ranking de todo el continente americano. El otro lugar va para la campeona del Preolímpico, que es en abril y donde compiten todas las que no se clasifican por ranking. Voy a salir a buscar la clasificación por los puntos en los torneos que quedan (cuatro hasta abril) y, si no sale, a competir al Preolímpico.
-No es muy común encontrar a un o una deportista de elite en un nivel tan alto respecto de lo académico. ¿Cómo fue desde siempre tu aplicación al estudio?
-Creo que es más común de lo que se piensa. En mi caso se da la casualidad de que tuve el privilegio de representar al país y por eso estamos hablando de mí. Pero muchas personas se exigen tanto en el trabajo como en alguna otra actividad. Desde muy chica siempre hice las dos cosas y aprendí a dividirme. Cuando me siento desbordada por las demandas de la competencia o mis estudios, pienso en gente como la Peque Pareto, que mientras competían nunca soltaron el estudio. Ella es mi “role model”, una genia, un verdadero ejemplo.
-Mucha gente se pregunta cómo es la mejor manera de administrar el tiempo y rendir en todo. ¿Cuál es tu consejo o estrategia?
-Confieso que me cuesta dar consejos porque siento que yo me equivoqué varias veces antes de darme cuenta de lo que quería. Creo que justamente lo más difícil es conocerse y entenderse a uno mismo, y definir prioridades. Por ejemplo, a mí lo que más me costó fue aceptar que quería hacer esgrima y economía, y no una cosa o la otra. Por eso, cuando las cosas no me salen bien me es más fácil aceptar el resultado porque sé que no lo haría de otra forma.
-¿Cómo fue tu relación de niña con tu abuelo, un hombre muy conocido por los argentinos como el excanciller Guido Di Tella?
-Lamentablemente tengo muy pocos recuerdos de él porque falleció cuando era muy chica. Su imagen la voy armando con los recuerdos de mi abuela, de mi papá y de la gente que lo quería.
-¿Qué te enseñaron tus padres Rafael y Astrid en cuanto a la cultura deportiva, siendo deportes tan disímiles como la esgrima y el esquí alpino? ¿Y por qué te inclinaste por la esgrima?
-Mis hermanos y yo éramos todos muy inquietos de chicos. Me parece que mis viejos vieron rápido que el deporte era una buena forma de mantenernos ocupados y divertidos. Hoy mi casa sigue llena de espadas, trajes, máscaras por todos lados porque mis hermanos más chicos también se entrenan. Con el esquí era más complicado porque no hay dónde practicarlo en Buenos Aires. Aparte tuve algunos encuentros desafortunados con el esquí… a los siete años me quebré la pierna esquiando.
-¿Cuánto sentís que tenés de raíces inglesas y como manejás el “sentir argentino”, tanto para la vida de todos los días como en lo deportivo?
-No tengo ninguna conexión particular con Inglaterra. Que haya nacido ahí fue una casualidad que se dio porque mis papás estaban estudiando allá. No podría competir por ningún país que no sea Argentina, es mi lugar de pertenencia en el mundo.
-¿Qué pensás del nivel de la esgrima en nuestro país?
-Argentina tiene una tradición larguísima y por eso tiene unas bases muy sólidas. Ahora, como pasa con muchos deportes, creo que es necesario sumar experiencia afuera para ganar más roce. Quiero decir, para poder entrenarse y competir con las tradiciones que dominan el deporte, como la italiana y la francesa. Al tener buenos pilares, los argentinos pueden sacarles el jugo a esas experiencias, porque los entrenadores nos ven y no sienten que tienen que empezar de cero.
-¿Qué intereses tenés además de lo deportivo y lo académico?
-Entre el deporte y el estudio casi no me queda tiempo para nada más. En mi tiempo libre hago todo lo posible por desconectarme de mis actividades y conectarme con mis afectos, y eso implica a veces disfrutar de no hacer nada: ir al cine, cocinar una receta nueva, perder el tiempo, no hacer nada productivo ni útil por un rato.
-¿Con qué soñás en los deportivo este año?
-Mi objetivo en 2024 es competir con el mismo foco que logré en los Juegos Panamericanos, no necesariamente busco resultados. Lo que más quiero al final de la temporada es saber que hice todo lo posible para competir a mi mejor nivel. Si la clasificación a los Juegos viene junto con eso, me haría muy feliz. Pero trato de no obsesionarme con eso y disfrutar el día a día del deporte.
-¿Qué aspiraciones de vida tenés cuando dejes la competencia en la esgrima?
-Es difícil pensar en el futuro cuando una está con la cabeza tan puesta en las demandas del entrenamiento y la competencia. Más adelante, cuando la competencia deje de ser una variable en la ecuación, voy a empezar a pensar en cómo contribuir a la esgrima argentina desde otro lugar.
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