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Imaginar un topo de Viamonte...
Imaginemos por un instante a una suerte de Chuck Blazer criollo en Comodoro Py. En condiciones ideales de prestar colaboración: sin operetas direccionadas, intereses políticos o personales ni con funcionarios bufones adueñándose de la escena jugando a ser Perry Mason. Sólo con la finalidad -como debiera ser- de purificar las entrañas del más pasional y lucrativo de los deportes. ¡El desparramo que ocasionaría! Y no hablamos necesariamente de derivaciones del escándalo de la FIFA. Nos referimos un topo autóctono, agobiado en su conciencia y necesitado de hacer una catarsis de conveniencia mutua entre las partes -un blanqueo en el buen sentido-, que nos pase en limpio muchos de los capítulos oscuros domésticos. De los que históricamente sospechamos o escuchamos y leímos.
Seamos justos: no todo se circunscribiría a la etapa de Grondona, dueña de los segmentos más intrincados. Sería un topo que nos cuente si realmente fueron errores humanos o... por qué Nai Foino sancionó primero penal y luego no hizo ejecutar de nuevo el remate de Delem atajado por Roma en 1962. O cómo fue que Nimo no vio la mano de Gallo en el 68. O bien, qué sucedió realmente ese miércoles 21 de junio del 78 en el Gigante de Arroyito, antes del 6-0 a Perú, y todo lo que se habló tiempo después: que el acuerdo por el Plan Cóndor, que la oferta local era superadora de la brasileña, el barco de cereales a Lima, que Perú jugó con la casaca alternativa para no mancillar su orgullo, que los referentes visitantes habían convencido (pero no tanto) al DT de que no incluyera como titular al arquero Quiroga. Con eso, estaríamos satisfechos. Antes de Grondona.
El Blazer argento, tras un alto en su declaración, empezaría a sudar. Sabedor de que hay muchas almas esperando clarificar el detrás de escena de 35 años de poder. Con construcción de alianzas, relaciones con distintas corrientes políticas, manejo discrecional de fondos, reuniones de Comité Ejecutivo informativas sobre decisiones tomadas unilateralmente, contratos de TV, fixtures digitados, referís digitados, descensos, ascensos, invitados especiales a eventos internacionales con intereses secundarios, relaciones con empresarios, vendettas con jugadores, técnicos, dirigentes y empresas. Un juez le pregunta al topo por los River-Argentinos de la época menemista; otro por el Boca-San Martín de Tucumán; un fiscal aprovecha e indaga sobre Brazenas, Vélez y Huracán: algo nunca le cerró. Un auxiliar del juzgado, bien fanático él, aprovecha una impasse y va más allá de Grondona, aunque no del grondonismo: quiere saber quién mandó y por qué al Panadero Napolitano a tirar el gas pimienta en la Bombonera. ¡Y los barras! Ahí, bajo estricta reserva, el Garganta Profunda promete nombres, pero a la inversa: en vez de señalar quiénes los conocen y tienen relación, cita a aquellos que carecen de contacto diario. Dice que es más rápido.
En la AFA, en nuestro fútbol, hace falta por lo menos un Blazer. Que eche luz sobre historias que soplan en el viento, como diría Bob Dylan, pero que nadie se atreve a confirmar. Quedó claro que no todo es impune para siempre. La FIFA ya lo sabe.
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