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Igual, una fiesta: una avalancha celeste y blanca en Twickenham
Miles de hinchas argentinos viajaron en los últimos días para alentar al seleccionado en la semifinal; de la presencia de Maradona al entusiasmo por una remontada que finalmente no se concretó
LONDRES.- El furor que despertaron los Pumas después de vencer a Irlanda en los cuartos de final del Mundial disparó una avalancha de argentinos hacia Inglaterra para ver el que podía ser el partido más importante en la historia del rugby nacional. Bajo ese impulso, miles de hinchas sacaron vuelos en los últimos días para ver a los Pumas ante Australia en Twickenham.
Es la lógica que usó Maximiliano Belarde, mendocino de 33 años que vive en Londres. Cuando se enteró el martes de que había más de 1000 entradas disponibles a precio oficial para ver la semifinal de los Pumas (tickets que devolvieron los hinchas ingleses e irlandeses que quedaron fuera del torneo), llamó a su papá a Mendoza y le dijo: "Te saqué pasaje para Londres y conseguí entradas; venís a ver a los Pumas a Twickenham". Víctor lo frenó rápidamente: "Pero ni siquiera tengo pasaporte". No importó, porque el boleto de avión ya estaba comprado. Entonces el padre de Maxi se fue el mismo martes a la tarde al aeropuerto de Mendoza, solicitó el pasaporte exprés y 48 horas antes de volar lo recibió.
"Es mi primer pasaporte, nunca antes había salido de la Argentina en 58 años", dijo Víctor, afuera del estadio de Twickenham. "Me duelen las pantorrillas de tanto estar sentado", se quejó porque aterrizó en el aeropuerto de Heathrow cuatro horas antes del partido, previa escala en Madrid.
Su periplo había comenzado el viernes, en una camioneta que su otro hijo le consiguió para viajar de Mendoza a Buenos Aires. "Yo ya estaba sacando el pasaje a Ezeiza, pero mi hijo les pidió a sus compañeros de trabajo que me trajeran", contó el mendocino, que llegó a la capital para tomar el primer vuelo de su vida entre accesorios para endoscopia y balones de dilatación de la empresa de su hijo.
Anteayer estaba en la sala de embarque de Ezeiza con Osvaldo, el menor, que se sumó a ver a los Pumas con la excusa de asistir a un congreso de Gastroenterología en Inglaterra. Llegaron ayer por la mañana a Londres, cinco horas antes del partido.
No quisieron perder tiempo: dejaron las valijas en el aeropuerto y se fueron directamente al estadio. Llegaron a Twickenham y se sumaron al enorme grupo de argentinos que también había arribado esa misma mañana y enseguida colonizaron Whitton Road, la calle principal de la zona del escenario.
La antesala del partido fuera del estadio fue la más animada desde que comenzó el Mundial para la Argentina. El sol acompañó al comienzo los cantos de los hinchas, que se sorprendían de poder estar en remera, algo muy atípico para fines de octubre en Londres.
Se juntaron en un punto de encuentro bien rugbístico, como lo es la estatua de bronce de ocho metros que está frente al estadio para recordar los cinco valores principales del deporte: trabajo en equipo, respeto, disfrute, disciplina y juego limpio.
Arengaron, cantaron para los canales de televisión argentinos que transmitían en vivo y ajaron el asfalto con un interminable pogo con el que llamaron la atención de los fans australianos. Afuera, bajo el sol, fue donde mejor la pasaron los hinchas argentinos porque dentro del estadio la ilusión sufrió un golpe durísimo en los primeros minutos, con los dos tries demoledores de Australia que los dejaron en silencio.
La presencia de Maradona
El público reaccionó cuando las pantallas gigantes del estadio mostraban a Diego Armando Maradona, que cumplió su promesa luego de la victoria ante Tonga en Leicester y estuvo alentando al equipo en un palco en Twickenham. Cuando el presentador de la transmisión lo nombró, Maradona recibió, al mismo tiempo, los cantos de los argentinos y los abucheos del resto.
Durante el partido, los argentinos no fueron lo ruidosos que habían sido en los anteriores cinco. Las mayores emociones las despertó Santiago Cordero con su desfachatez al amagar en posición defensiva y dejar parado a Ashley Cooper, y al mismo tiempo los hinchas se quedaron mudos cuando el wing cometió el knock-on que le costó el segundo try a la Argentina.
En el segundo tiempo había que saltar y aplaudir para invitar a una remontada argentina, pero también por un instinto de supervivencia porque la temperatura bajó bruscamente. Con la luna clara entre un cielo negro antes de las 6 de la tarde, el público se fue apagando de a poco, como las ilusiones argentinas de llegar a la primera final del mundo.
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