Río 2016-hockey: un grupo de espartanos: los leones se animan a lo imposible

RÍO DE JANEIRO.- Más que un equipo, es un ejército de espartanos. Incluso cuando se relajan después de los partidos y se reencuentran con sus familiares entre los hierros del estadio, los discos rígidos de su cabezas siguen ejecutando ese programa para triunfar. Les han instalado en sus mentes un gen ganador, una aplicación que los mueve a conseguir imposibles. Parece que sí, que la historia del hockey masculino también puede modificarse, después de haber quedado tantas veces a las puertas de un objetivo importante.

"No sé cómo hace. Te puede gustar cómo entrena, si grita, si no grita. Te lleva a los extremos, te dice que confíes. Y acá estamos: jugando los ocho partidos". Juan Ignacio Gilardi hablaba de su primo, Carlos Retegui, que es el técnico de los Leones semifinalistas de Río. Juani metió el agónico penal para la victoria por 2-1 sobre España, que depositó al seleccionado entre los cuatro mejores de unos Juegos Olímpicos por primera vez. Alemania, que venció a Nueva Zelanda por 3-2, será mañana el rival en busca de asegurarse una medalla. La otra semifinal será Bélgica vs. Holanda.

Así, los viejos hitos van cayendo: adiós a los octavos puestos de Seúl 88 y Sydney 2000 como mejor posición histórica. Hasta luego a la imposibilidad de quedar entre los cuatro mejores de una Copa del Mundo: ya se había conseguido hace dos años, en el Mundial de La Haya.

Las antiguas conquistas pierden vigencia una a una, y todo concluye en un nombre: el Chapa Retegui, amado y resistido por igual en el hockey nacional, admirado hasta la reverencia y criticado con fiereza por sus colegas en este deporte. Se le han cuestionado sus métodos, su filosofía del juego. También, se le ha valorado su inclaudicable capacidad de trabajo, incluso al borde de lo éticamente aconsejable, como cuando dirigió a los dos seleccionados al mismo tiempo en el último Mundial. Pero ahí está él, desoyendo opiniones negativas y guiando a un grupo que le es fiel en cualquier batalla.

Ayer, el ex entrenador de las Leonas hablaba llorando, con la última exhalación. Apoyado en una valla de contención, como si acabara de correr una maratón olímpica, defendía con pasión el apoyo del Enard y a la vez le reclamaba más infraestructura deportiva. Y claro: elogiaba a sus jugadores: "Son fantásticos. Cuando vos jugás un partido en el que está la historia detrás, hay que poner garra, juego, corazón, bloqueo, presión, físico y la cabeza, porque la parte cognitiva es determinante. Ellos pusieron todo eso".

No es un impacto aislado, lo de los Leones es un proceso que va cumpliendo objetivos con rigurosa puntualidad. Hace tres años vienen entreverándose entre las potencias en la World League, el Champions Trophy y el Mundial, en donde se obtuvo la medalla de bronce. Y ahora, esta gesta, la más trascendente de todas. El seleccionado quedó exento de los dislates de la Confederación Argentina de Hockey en la rama femenina, en la que desfilaron cuatro técnicos después del despido del DT Marcelo Garraffo, considerado el mejor jugador argentino, el mismo que no pudo disfrutar de logros tangibles acompañado de otros talentosos.

Hubo una coherencia para amalgamar una generación de lujo e insertarse definitivamente en la elite. El arquero Juan Manuel Vivaldi explicaba: "Se afianzó la mejor camada de jugadores de la historia del hockey masculino, se cambió la cabeza, la forma de entrenarnos... Empezamos a crecer desde ese lado y, a partir de los buenos resultados, construimos confianza. También es el premio a romperse el lomo y a no bajar nunca los brazos".

Hace varios años, este equipo perdía la cabeza, se llenaba de tarjetas y dilapidaba partidos. Un ejemplo es aquel Preolímpico de Auckland a principios de 2008; un duelo mano a mano con Nueva Zelanda que terminó en escándalo y que privó del pasaje para los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. En aquel encuentro estaba Lucas Rossi, uno de los más desencajados y que hoy es una pieza clave. Integrante de los campeones mundiales Sub 20 de Rotterdam 2005, es el reflejo del aplomo y de la madurez general del equipo. "Estamos más grandes, más vivos y cada vez corremos y jugamos más. Vivimos situaciones diferentes en los últimos años; la mezcla de todo eso nos lleva hoy a ser semifinalistas".

En otros tiempos, el choque de los cuartos de final ante España se hubiese perdido. Todo perfecto hasta después del gol de Gonzalo Peillat en el cierre del primer cuarto; el seleccionado manejaba el resultado a su favor y llevaba el 1-0 hasta el último tramo. Pero a falta de 3 minutos y 47 segundos para el final, Pau Quemada empató de córner corto. Lejos de autodestruirse, los Leones salieron enseguida a presionar, consiguieron un córner corto y en la jugada siguiente recolectaron el penal que anotó Gilardi. Confesó el defensor que la caminata hacia la ejecución se le hizo interminable, porque los españoles reclamaban a los árbitros y quizás el fallo permanecía en duda. Pero el jugador de San Fernando -llegó a ser asistente de Retegui con las Leonas- selló el duelo en el arco de Quico Cortés.

Se abrazaron, hicieron una ronda, saltaron. Aunque todo en su justa medida: los Leones interpretaron que no pueden ser héroes sólo hasta las semifinales. A estas alturas, sienten que están en condiciones de batir a cualquiera en esa puja entre los cuatro mejores. Como esos espartanos transformados en guerreros perfectos, ya están listos para el próximo combate.

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