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Tokio 2020. Leonas de plata: cómo fue su llegada al país luego de hacer historia en los Juegos
El seleccionado argentino de hockey femenino volvió al país en un vuelo del cual también tomaron parte Santiago Lange y Cecilia Carranza Saroli; testimonios para LA NACION
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Eran las 6.54 cuando un avión de KLM aterrizó en la pista del aeropuerto Ministro Pistarini. En su interior viajaban 22 medallas de plata. El aire matutino cargado de emoción. Productores de televisión y periodistas elegían los mejores lugares para recibir a las Leonas, ese seleccionado argentino que siempre se mantiene en los puestos definitorios. Y que siempre emociona. Se tornaba evidente para los peatones de la zona que alguien importante iba a pasar por ahí. “¿Quién llega?”, repetían. Segundos después de saber la respuesta, sus caras -en su mayoría- de sueño se inflaban de expectativa, y ni la helada nube de vapor de rocío que tanto estorbaba, pudo impedir que se agolparan para recibir a ese equipo que siempre está a la altura de lo que exigen los argentinos.
Siguió una eterna espera. El extenso protocolo contra el coronavirus, reforzado para evitar el ingreso de la variante Delta al país, atrasó la salida de las deportistas hacia la vía pública. Todos los miembros del plantel fueron sometidos a testeos PCR y nadie pudo salir de la terminal hasta que éstos se declararan finalizados; y ,por supuesto, dieran negativo. Crecía la ansiedad mientras los rostros de las jugadoras miraban hacia afuera y los de afuera las observaban a ellas con la misma curiosidad. Entonces, lentamente, se estacionaban autos con familiares de todos los títulos: madres, padres, abuelas, primos, -en algunos casos- hijos y novios.
Se especuló durante un momento que las jugadoras (más Santiago Lange y Cecilia Carranza, que viajaron en el mismo vuelo) deberían subirse a un colectivo que aguardaba allí e ir directamente a un hotel bajo el estricto protocolo de seguridad ya conocido, informalmente, como “burbuja”. Pero resultaron ser rumores. Eso sí: cuando finalmente salieron de la terminal, no fueron a abrazar directamente a sus afectos; mantuvieron la distancia. Se tornó en una situación de carácter pandémico y ya vista, pero confusa. Es difícil describir el esfuerzo que hacían ambas partes para contener no correr a abrazarse y celebrar. Dos ejemplos lo grafican mejor: Belén Succi saludaba a su hijo con diez metros de separación, y otra de las jugadoras le dedicaba frases tiernas a su perro, que intentaba salir corriendo con correa puesta para congratular a su dueña.
Sin embargo, era un secreto a voces que ese paquete de medidas iba a esfumarse (y ocurrió, eventualmente). Entonces, familiares, jugadoras, cuerpo técnico, novios, novias, perros y padres se mezclaron en un festín heterogéneo de abrazos, vuvuzelas, cantos de “Vamos Argentina” y demás sensaciones de reencuentro.
Minutos después, Agustina Albertario se separó del grupo y dialogó con la prensa. LA NACION estuvo presente para escuchar a la delantera de Lomas Athletic Club, que abrió con esta frase: “Estamos súper contentas. Quizás [la medalla] no es del color que queríamos, pero para nosotros es de oro porque hicimos mucho para estar en la final olímpica. Lo disfrutamos mucho; para nosotros es un sueño”.
Consultada por la renovación en la plantilla y las jugadoras más jóvenes, Albertario, ya consolidada en la selección, no escatimó en elogios para Valentina Raposo, la más joven del plantel: “Valen se la re bancó. Creo que nunca cayó en la situación en la que se encontraba, y eso la hizo jugar como jugó [...] Pronto se va a dar cuenta de todo lo que vivimos y de que hizo historia. Estoy segura de que lo va a disfrutar mucho”. Enseguida, a la pregunta de “¿cuál es el secreto para tanto éxito?”, Albertario contestó: “No hay secreto, es entrenar, entrenar y tirar todos para el mismo lado”.
Pronto se sumó Agustina Gorzelany, que valoró el trabajo grupal, que para ella fue crucial en la tarea de tratar con los contratiempos impuestos por la pandemia. Un dato: Argentina solo jugó dos partidos contra Alemania en la preparación preliminar para esta cita olímpica. “Tuvimos un proceso muy largo y se generó mucha unión. En medio de una pandemia, el equipo nunca bajó los brazos. Lo que más se puede destacar fue la perseverancia que tuvo el grupo para buscar los partidos y los resultados; particularmente luego de un año de muy poco roce internacional ”, distinguió la chica de 25 años, cuyo apellido ganó trascendencia luego de anotar dos goles en un triunfo vital sobre China (3-2).
“Con 37 años, para mí fue un Juego Olímpico diferente. Volví a las Leonas hace 9 meses [...] Cuando Chapa me volvió a llamar tuve miedo de no estar a la altura. Pero entre los dos acordamos cómo iba a aportar al equipo”, dijo Sofía Maccari, para luego finalizar: “Chapa no le regala el puesto a nadie. Es verdad que si no hubiese estado bien físicamente, no habría viajado. Estaba lista para aportar desde otro lado y para aceptar ese papel. Ahora hay una nueva generación y es momento de apoyarla”.
Retegui, a pura euforia, fue incisivo al pensar sobre los beneficios de los Juegos Olímpicos, e imploró que el deporte siga luchando contra la desigualdad mundial y las guerras. Ya lo había dicho tras la victoria contra India: “Sacar un pibe de la calle vale más que una medalla”. A su lado pasó Santiago Lange, que completó con un dato que se afinaba con el de Retegui: “En los Juegos todas las culturas se mezclan durante 15 días”.
El entrenador también reveló uno de los ingredientes del éxito del hockey argentino: “A uno le ilusiona competir en los Juegos Olímpicos. Y tanto las Leonas como los Leones no se juntan tres semanas antes de jugar un compromiso...se reúnen mucho antes y entrenan día tras día, a lo largo de los años. Y cuando uno ve que el equipo tiene el objetivo de ser protagonista, ahí sí sueña con ganar una medalla. Nos preparamos toda la vida para ir a un Juego Olímpico a competir”.
Y concluyó con dos mensajes vehementes. Primero dijo que quiere que todos los argentinos recuerden que “el fracaso es no intentarlo”; luego, con una crítica al triunfalismo: “ser el número 30 entre 7 millones de personas es algo buenísimo”. En los días previos, muchos usuarios de redes sociales habían tildado de “fracasados” a los atletas nacionales que no recibieron medallas. “Lo que hicieron es para sacarse el sombrero”, concluyó.
En adelante, el grupo se fue disolviendo y cada jugadora y cada miembro del cuerpo técnico marchó con sus allegados en sus autos particulares. Con amateurismo impoluto. Con los rostros felices y sus corazones satisfechos.
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