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Las Leonas: a 20 años del nacimiento de un equipo de leyenda que explotó en Sydney 2000
Sucede en la vida, pero también en el deporte: la chance aprovechada en el momento y lugar precisos, la magia que transforma el ambiente gracias a una serie de episodios bien ejecutados y felizmente encadenados. Esa afortunada conjunción se dio con las Leonas, un seleccionado argentino que ya quedó en la historia y del que hoy se cumplen 20 años de su bautismo "felino".
A través de ellas, el hockey sobre césped nacional consiguió su marca registrada. Luego vendrían los Leones, orgullosos campeones olímpicos vigentes por el oro obtenido en Río 2016, pero aquellas chicas de polleras tableadas –"los veladores", como les llamaban graciosamente- dieron el primer golpe sobre la mesa y provocaron una revolución. "Se juntaron muchísimos locos con amor colectivo. Por un deporte y por un sueño para el deporte", recuerda hoy a LA NACION Sergio Vigil, el director técnico entre 1997 y 2004.
A comienzos de este siglo, esta disciplina que es la más practicada entre las mujeres en el país, empezaba a generar un cambio casi sin darse cuenta: se aceitaba una maquinaria que conduciría a la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, el primer gran lauro a nivel selecciones mayores.
Ante todo, en lo formal, se había forjado una estructura: el hockey argentino estaba representado por un cuerpo técnico y jugadoras que iban a los torneos. Aunque desde sus entrañas, este deporte fortalecía lazos porque integraba capacidades. Había cantidades de entrenadores de distintas regiones del país que apoyaban y desarrollaban el hockey en cada lugar. Pequeñas semillas que empezaban a germinar.
En nuestro país, el hockey estuvo emparentado originalmente como una mera actividad de entretenimiento escolar. The Standard, un diario editado en inglés, dio cuenta por primera vez de un partido el 20 de junio de 1908: se enfrentaron Quilmes High School y Alexandra College de Belgrano, pero ni siquiera se publicó el resultado del duelo colegial. La creación de clubes, de asociaciones y de campeonatos le dieron luego más vida a ese juego de once contra once, practicado con palos y bochas, que se iniciaba con una acción llamada "bully".
El paso de los años cambió los materiales de los sticks y las pelotas, modificó superficies (del pasto a la carpeta sintética), creó nuevas tácticas, actualizó reglamentos y pergeñó otras formas de entrenamiento. Pero por sobre todo, encendió una inusitada atención por el hockey a nivel país a partir del carisma de sus protagonistas. Un boom que hizo eclosión hace 20 años y del otro lado del mundo, con las caras visibles de Karina Masotta, Magdalena Aicega, Vanina Oneto, Luciana Aymar, Cecilia Rognoni, Jorgelina Rimoldi, Soledad García, Anabel Gambero y tantas otras.
Las Leonas dejaron un ejemplo de vida. Hubo decisión, vocación, planificación, esfuerzo, sacrificio, respeto, humildad, trabajo en equipo, transparencia, carácter y capacidad para superar adversidades
Fue un seleccionado que unió talento, humildad, generosidad, pasión, determinación, convicción y espíritu de equipo, además del disfrute de recorrer un camino. De repente, apareció un equipo que tuvo valores y congregó una suma de virtudes. Que no pensó solo en el resultado final, sino también en capitalizar el ciclo bajo un constante aprendizaje de vida. Que llegó a la final olímpica en Sydney 2000 y no solo se colgó la medalla de plata en el podio, sino que con su conquista abrió compuertas para todos y creó un legado.
Un fenómeno que llevó a que muchísima gente encendiera televisores en altas horas de la madrugada y alterara su sueño. El pase de un testimonio que hoy tiene continuidad con la selección que buscará el año próximo –y bajo la conducción de Carlos Retegui- la única joya olímpica que les falta a las chicas: el oro. Tokio las espera, después de la postergación en 2020 por la pandemia de coronavirus. Pero hay una historia detrás, el fabuloso relato de la creación de la Leona que avivó el fuego interior.
Durante la cuarentena empezó una nueva etapa de trabajo, de ilusión y de sueños. La idea, siempre, es disfrutar una vez más del camino rumbo a los Juegos Olímpicos de Tokio
El secreto mejor guardado
Las chicas se abrazan, se miran entre sí y no lo pueden creer. Están en un hotel de Auckland, última parada antes de viajar a la Villa Olímpica de los Juegos de Sydney 2000, y acaban de recibir dos camisetas: una albiceleste para jugar y una musculosa para pasear. Estampado en ellas, un símbolo impreso que las identificará de ahora en adelante. Están felices. Son las integrantes de la selección argentina de hockey sobre césped femenino.
Nadie lo sabe. Luego de varias reuniones grupales, el equipo concluyó que una leona sería el animal adecuado para resumir la garra y la fuerza que transmiten. Pero, además, resumiría el contexto: es el gran momento para dar el zarpazo y subirse a un podio, después de años de verlos con frustración desde la platea y con una colección de cuartos puestos.
El plan es sacar esa camiseta a la cancha en la final olímpica. Que "la presa" sea la medalla. Las últimas horas en Buenos Aires fueron frenéticas. Un día antes del vuelo, el técnico Sergio Vigil llevó una bolsa con 16 camisetas de la selección argentina al local de Oscar, en la Galería Jardín del centro porteño. El objetivo era flockear el dibujo de la leona. "Las puedo tener para la semana que viene, ¿para cuándo las precisa?", le preguntó el hijo del dueño. "Para hoy", le contestó Cachito. El muchacho primero se negó y después logró lo imposible. A la mañana siguiente, un par de horas antes de irse al aeropuerto, el DT fue a buscarlas. Y de paso compró otras 16 de tiempo libre, a las que también consiguió que le estamparan la leona en el momento.
El sacudón del reglamento
El comienzo en el torneo olímpico es muy auspicioso: victoria por 3-2 a Corea del Sur y triunfo por 1 a 0 al Reino Unido. La derrota por 3 a 1 ante Australia está en los planes y la caída 1 a 0 frente a España no pone en riesgo la clasificación al hexagonal que definirá la medalla de oro.
El plantel argentino se ve con 6 puntos y con chances. Sin embargo, surge un imponderable que complica los planes: un error de interpretación de las reglas posiciona a la Argentina sexta entre seis equipos, con cero unidades. Las dos victorias de la etapa inicial habían sido ante equipos que quedaron eliminados y solo "arrastran" las derrotas ante las españolas y las australianas.
La decepción es total. Pero el grupo es tan fuerte y está tan comprometido con la causa que convierte la frustración en un desafío. La bronca en fortaleza. Lo que era una amenaza, pasó a convertirse en una oportunidad. Y entonces, la noche previa al partido contra Holanda, la capitana Karina Masotta dice: "Es el momento. Queremos sacar la remera de las Leonas ahora".
Ese domingo 24 de septiembre de 2000, las chicas salen a jugar contra las subcampeonas mundiales con una energía y una fuerza interior diferentes. Y con una fina leona estampada del lado derecho del pecho, justo por encima de la marca. Una derrota será el fin de la ilusión. Una victoria, en cambio, el primer peldaño rumbo a la ansiada final olímpica. El aliviador triunfo llega. Claro 3 a 1 ante Holanda. Y se enhebra otro: 2-1 a China.
Frente a Nueva Zelanda es un partido clave. El que puede asegurar la medalla plateada. "¡Se mueve para acá, se mueve para allá, esta es la banda más loca que hay!", cantan las chicas rumbo al estadio. El entusiasmo y la confianza son gigantes. Y entonces, el equipo se florea como nunca. Las chicas ofrecen una verdadera exhibición de hockey. Un concierto inolvidable que termina en goleada. Y con Sergio Vigil como brillante director de orquesta, asistido por Gabriel Minadeo y con la preparación física de Luis Bruno Barrionuevo.
Faltan cinco minutos y Argentina les gana 7 a 1 a las oceánicas. Cachito grita: "¡Magui! ¡Magui!". Aicega se acerca al banco sin entender qué indicación quiere darle su entrenador. El coach, llorando, le dice: "Magui, ¡Somos finalistas! ¡Gracias, Magui!". La número 3 sonríe de oreja a oreja.
Una pasión dibujada
"Antes de Sydney, lo que empezó a sentirse fue que teníamos una fuerza colectiva, una mística en particular. Y junto al cuerpo técnico y a Nelly Giscafré, la psicóloga del equipo, surgió la idea de ponerle un nombre a esa identidad que transmitíamos como equipo", cuenta Inés Arrondo, integrante de aquel plantel emblemático y autora del primer diseño. Y le agrega a LA NACION: "Ahí surge la Leona. Porque es la que cuida la manada. La que caza para darle de comer a los cachorros. Por la garra felina".
Lejos de tomar protagonismo, Arrondo, actual secretaria de Deportes de la Nación, simplifica el papel que adquirió entonces: "Me tocó esa circunstancia porque siempre fui la dibujante del equipo. Se dio. Pero puse la mano por el equipo. Fue lindísimo, pero una decisión grupal. Un símbolo de lo colectivo".
Luego sí, detalla el proceso: "A la hora de pensar cuál podía ser el diseño surgieron esas imágenes de leonas persas, que estaban en unos libros de arquitectura de la Persia antigua que tenían mis papás arquitectos. Porque a diferencia de otras imágenes, en esos frisos persas hay leonas caminando. Que además son muy lindas porque son una talla en relieve, con rasgos mucho más sintetizados. Empecé a dibujar y ahí sale ese primer diseño de la leona que está como levantándose, lista para pegar el zarpazo. Porque eso era lo que sentíamos: que era el momento de dar el zarpazo y subirse al podio. Esa leona se está levantando con el ímpetu de subirse a ese podio olímpico".
"Fue un momento muy lindo, una bisagra en el hockey. Por lo que se logró –la primera medalla olímpica de la historia para este deporte- por cómo se consiguió y porque la Leona salió de adentro, no fue un logo. La Leona fue una fuerza interior que salió a conquistar para el hockey argentino. Sin dudas, ese torneo y esa etapa fueron un punto de quiebre para nuestro deporte", resume Vigil, en diálogo con LA NACION.
Con contagiosa emoción y mucho de nostalgia, Cacho detalla: "Ese equipo tenía un sueño grande, mucho más grande que la meta. El sueño grande era que el hockey sea. Y eso fue lo más grande que pasó en Sydney. Cuando se conquistó esa medalla de plata, esa final olímpica, no solo fue importante el logro numérico, sino que tuvo mucha fuerza porque se consiguió en conjunto. Y no fueron solo los que jugaron los que hicieron ruido para el hockey en toda la Argentina, sino fue el hockey en sí mismo el que hizo ruido, porque se trató de una construcción colectiva comandada por Luis Ciancia, un head coach que en lo único que pensaba era en el desarrollo del hockey y en integrar a cada entrenador, jugador y jugadora del país que podía aportarle al seleccionado".
"Después de Sydney cambió el mapa del deporte argentino. Las nenas empezaron a pedir jugar al hockey, en el ámbito donde estuviesen. En el club, en la sociedad de fomento o donde fuera. La sociedad tuvo que adaptarse a eso. Los clubes tuvieron que ceder una de sus tres canchas de fútbol sintético para que las chicas jueguen al hockey", destaca Arrondo. Y agrega un dato revelador: "Se desarrolló hasta una industria nacional de insumos vinculados al hockey que hasta entonces no existía. Argentina comenzó a producir bochas, palos de PVC para iniciación en el deporte, cascos de arquero. Fue un fenómeno muy fuerte. Se redistribuyeron los recursos y las grillas horarias en clubes y escuelas. Y las pibas se metieron a la cancha. Porque hasta entonces, la referencia fuerte que teníamos era Gaby Sabatini como una importantísima mujer deportista, pero individual. No había una referencia fuerte de deporte en equipo para las mujeres. Y las Leonas en el 2000 significamos eso: el equipo de mujeres empujando todas para el mismo lado, planteando un único objetivo y saliendo adelante juntas. Ese fenómeno fue, sin dudas, la medalla más linda que ganamos. En un mes, desde que nos fuimos a Sydney hasta que volvimos, cambió todo. Salíamos a la calle y era ver pibitas con palos de hockey para ir a entrenarse. Ir a una juguetería y ver el blíster con los dos palitos de hockey y la bocha de plástico para jugar. ¡Eso fue tremendo! Muy fuerte para nosotras".
Derrotadas y ovacionadas
El partido decisivo es contra Australia, potencia mundial y, para colmo, con el apoyo de toda su gente. El partido es duro desde el comienzo, y si bien las dirigidas por Vigil jamás se dieron por vencidas, la superioridad de las locales quedó en evidencia tanto en el desarrollo como en el resultado: un 3 a 1 inapelable.
Pese a la derrota, las chicas reciben una ovación desde las tribunas y, tras la entrega de medallas, se da un hecho tan curioso como espontáneo: la selección argentina le arma el clásico puente o callejón a las flamantes campeonas olímpicas, quienes no solo agradecen el gesto y atraviesan alegres ese espacio, sino que les retribuyen la gentileza, reconociéndoles el esfuerzo y la garra ofrecidos durante el juego. Todo concluye en una fiesta, con el verdadero espíritu olímpico.
Las chicas se abrazan. Se miran entre sí y no lo pueden creer. Es viernes 29 de septiembre de 2000 y están en el medio del estadio olímpico de Sydney. Acaban de subirse por primera vez a un podio para colgarse una histórica medalla plateada olímpica con la que venían soñando desde hace años. Están felices. Son Las Leonas.
El plantel completo: Magdalena Aicega, Mariela Antoniska, Inés Arrondo, Luciana Aymar, María Paz Ferrari, Anabel Gambero, Soledad García, María de la Paz Hernández, Laura Maiztegui, Mercedes Margalot, Karina Masotta, Vanina Oneto, Jorgelina Rimoldi, Cecilia Rognoni, Ayelén Stepnik, Paola Vukojicic. Entrenador: Sergio Vigil; Asistente: Gabriel Minadeo; PF: Luis Barrionuevo; Jefa de equipo: Claudia Medici.
Campaña Sydney 2000
1° etapa- Grupo B
- Argentina 3-2 Corea del Sur
- Argentina 1-0 Gran Bretaña
- Argentina 1-3 Australia
- Argentina 0-1 España
2° etapa
- Argentina 3-1 Holanda
- Argentina 2-1 China
- Argentina 7-1 Nueva Zelanda
Final
- Argentina 1-3 Australia
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