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Delfina Merino, la Mejor jugadora del Mundo: "Mi esencia no debería cambiar por un premio"
Bastaba un puñado de caracteres para que la viralización se hiciera cargo del resto. Sin embargo, en tiempos de inmediatez informativa en las redes sociales, nadie tuvo el atrevimiento de arruinar el anuncio. Delfina Merino y su entorno más cercano pudieron ocultar durante varios días el viaje de la Leona a Berlín para recibir el premio de Mejor Jugadora del Mundo de hockey sobre césped. La Federación Internacional le había cursado la invitación y los pasajes, con el pedido expreso de que no difundiera la buena nueva. Lo mismo ocurrió con María José Granatto, ganadora en la categoría “promesas del futuro”. Así, las dos viajaron con sigilo rumbo a la capital alemana, donde se vistieron de gala para una ceremonia inolvidable, que se desarrolló hace una semana. “Fue un secreto a voces, solo lo sabían amigos y gente allegada, pero nadie dijo nada”, confía la delantera en una entrevista con LA NACION, con ese premio en forma de estrella en sus manos.
–Imaginate que una chiquita jugadora de hockey te pregunta cómo se hace para ser la Mejor jugadora del Mundo porque ella aspira a serlo. ¿Qué le respondés?
–¡Qué pregunta! Creo que no hay una fórmula exacta para decir “dos más dos son cuatro” y va a suceder. Soy mucho de pensar que con el disfrute, la pasión y el hecho de que te guste lo que hagas –sea el hockey o cualquier otra actividad– es muy factible que pase lo que te propongas. Lo relaciono mucho con la pasión que te genere eso.
–Es decir que haber sido distinguida con este lauro no fue algo que planeaste o proyectaste como un objetivo desde un principio.
–Empecé a jugar a los 5 años en el club Banco Provincia porque se dio, por mis amigas, por mi familia. Y a medida que fui creciendo me di cuenta de que el hockey era lo que me gustaba. Después, de adolescente, ya empecé a soñar con jugar en las Leonas, pero de chiquita jamás había pensado en ser la mejor del mundo. Avancé en mi carrera y en 2015 quedé nominada entre las cinco mejores de la FIH, aunque no gané. Y ahí un poco lo pensé y dije: “Guau, qué lindo, qué grosso sería ser la mejor del mundo”. Aunque solo como un anhelo; ahí vi una posibilidad. Fue distinto a aquel sueño firme de llegar al seleccionado, que nació a partir del momento en que veía jugar a las chicas en los Juegos de Sydney 2000 o en el Mundial de Perth 2002. Admiraba a Lucha Aymar, a Cecilia Rognoni, a Vanina Oneto, a Magdalena Aicega, a Sole García, a Claudia Burkart, a muchas.
–Más allá del disfrute que apuntás, ¿por momentos se te hizo tortuosa la carrera con la acumulación de entrenamientos durante tantos años y la búsqueda de seguir vigente para mantener un puesto?
–No es fácil ser Leona y estar en la selección. Es un estilo de vida que una elige. Y ese estilo tiene un montón de cosas lindas y otras tantas que dejás de hacer: perderte casamientos, cumpleaños, muchos momentos importantes en los que te gustaría estar pero en realidad estás viajando o participando en un torneo. O de salidas de fin de semana a bailar con amigas. Más de una vez tuve que responderles: “Che, me voy a dormir después de comer”. Sabía que si salía con ellas, el lunes iba a estar reventada para entrenarme y no iba a rendir. Y realmente me pesa no hacer bien lo que me gustaría hacer bien. Son decisiones que tomás. Al final de cada año me pregunto si lo que estoy haciendo vale o no la pena y cómo lo sentí, pero la balanza siempre me da positivo por los títulos que conseguimos con el equipo, los premios o lo que sea. Pero más que nada por la pasión que todavía me genera seguir jugando al hockey.
–Sorprende de vos el desembarco natural que tuviste en el seleccionado después de tu etapa junior. Porque no padeciste retrocesos y enseguida encontraste la dinámica entre las mayores.
–Me tocó entrar a las Leonas en 2009, con un equipo que ya estaba formado y con jugadoras de mucha experiencia. Pero al mismo tiempo muy bondadosas, que a la hora de transmitir siempre se comportaron de diez conmigo. Entonces me resultó muy fácil aprender de ellas. Además fui inteligente en escuchar, en abrir los ojos y en ver cómo se manejaban, al mismo tiempo que tenía aquel sueño de convertirme en Leona. Cuando tuve esa posibilidad, entendí que no la podía desaprovechar. Así que traté de hacer las cosas, no sé si al pie de la letra- pero sí lo mejor posible para ganarme un lugar, porque no era nada fácil lograrlo en aquel momento ante semejantes figuras.
Our Female player of the year is @delfinamerino! Congratulations! @LeonasHockeyAR#HockeyStars2018pic.twitter.com/O0rPoXmFdb&— FIH (@FIH_Hockey) 5 de febrero de 2018
–Y entonces rápidamente llegaron los títulos en el Champions Trophy 2009, en Sydney, y en el Mundial de Rosario 2010.
–Aquel Mundial fue una locura y lo recuerdo con mucho cariño. Por ahí no jugaba nada, capaz que participaba dos minutos en cada uno de los dos tiempos de 35, con el viejo formato. Pero compartía equipo con jugadoras que observaba por la tele y admiraba. La mayoría para mí eran como ídolas, pero ellas siempre estuvieron al lado mío para que creciera y me sintiera cómoda.
–¿En qué te cambia este premio de Mejor Jugadora del Mundo?
–No sé si me cambia. No tendría por qué modificarme respecto de lo que vengo haciendo. Todos los pasos que di en mi carrera fueron para adelante y salieron bien, más allá de los títulos o el haber quedado como goleadora en algún torneo. Creo que mi esencia no debería cambiar por un premio; sí es una alegría, un orgullo y una responsabilidad también. El mejor regalo que puedo llegar a tener es ese disfrute y ese deseo de seguir jugando al hockey unos años más.
–¿Creés que el mundo del hockey internacional podría llegar a “confundirse” y pretender que seas la sucesora de Luciana Aymar por ser argentina y ser dueña de este título individual?
–Es que no habrá una sucesora de Lucha, es irracional que me comparen con ella, más allá del honor que me provoca que lo hagan. Es una jugadora que le dio todo a este deporte, salió ocho veces la mejor de todas. Es una extraterrestre y me produce orgullo tener uno de los premios de los que Aymar consiguió. Cada Leona del seleccionado tiene nombre y apellido propios: hoy somos veinticuatro las que formamos parte de un proceso y contamos con características, personalidades, virtudes y defectos distintos.
–Tenés 28 años: ¿en qué puntos creés que te falta evolucionar?
–No soy la misma chica de 20 años que tenía que crecer en un montón de aspectos cuando entró en el seleccionado. Hoy me siento mucho más madura y veo las cosas desde otro lado, cumpliendo otros roles. Uno de mis desafíos es poder hacer que se ensamblen las chicas del plantel que poseen distintas edades y pertenecen a distintas generaciones. Pero no deja de ser un lindo desafío.
–¿Estás más habladora en la cancha, más fría al momento de la definición, más proclive a unir a las chicas en las concentraciones?
–Siempre fui sociable, me gusta compartir y no encerrarme en mi habitación en los viajes con el equipo, sino que prefiero pasear, estar con una, con otra, jugar a las cartas… Soy de pensar que al equipo se une más fuera de la cancha que dentro de ella. Si estás bien afuera, el seleccionado fluye mucho más cómodo durante el partido. Y es un equipo en el que hay que construir un montón porque hay jugadoras bastante nuevas. En cada encuentro, desde siempre acostumbro a hablar de buena forma y a incentivar, aunque tengo cosas para mejorar acerca de mi juego.
–¿Como cuáles?
–Rescato que en los últimos años fluyo dentro del campo. Antes por ahí pensaba qué hacer, qué no hacer, si ir para un lado, para el otro, cómo definir. Hoy hay cosas que no sé ni cómo las hago: me salen naturales. Y eso creo que me lo dio la experiencia. Pero el hockey es un deporte mucho más físico de lo que era y las jugadoras corren con pelota y van para adelante. Yo debería sumar un poco más de esto último; sería muy interesante para fortalecer mi juego.
–¿Cuál sería tu objetivo final, después de haber sido campeona mundial, medallista olímpica y ganadora del Champions Trophy, Liga Mundial, etc.?
–Mi objetivo de todos los años es seguir disfrutando a la hora de jugar y entrenarme, porque por momentos se hace bastante duro, como hablábamos antes. Pero mientras que mantenga ese entusiasmo voy a poder seguir soñando con metas importantes, porque no podría ir a los entrenamientos sin ilusionarme con ellas. A corto plazo llega el Mundial de Londres y sería muy interesante volver a ganarlo, pero no como en Rosario 2010, cuando yo entraba en la cancha y jugaba dos minutos para que Sole García tomara agua. Hoy tendría un rol más protagónico en una Copa del Mundo. Y ojalá que siga sintiendo esta pasión y pueda aspirar a estar en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
–A ese certamen en Japón vas a llegar con 30 años. ¿Cómo te ves?
–Creo que esos Juegos me sentarían bien, y ésa sería una linda forma de darle un gustito de cierre a mi carrera.
–Al hockey argentino solamente le falta ganar la medalla dorada olímpica para las chicas. ¿Es un objetivo que te da vueltas en tu mente, algo que te genera frustración no haberlo conseguido en el seleccionado todavía?
–Lo tengo muy presente en la cabeza. Es un poco raro, porque es una cuenta pendiente que me encantaría saldar con el equipo, pero al mismo tiempo digo que si no pasó antes, por algo es. Soy muy de pensar que las cosas ocurren por alguna razón. Si estuvimos tan cerca y no se dio, por algún motivo debe ser y por alguna razón también todavía nos queda Tokio 2020, así que soñemos para ese objetivo porque hay un margen.
#HockeyStarsAwards@delfinamerino speaks to us in Spanish too!! ????@ArgFieldHockey@GPSportsArgpic.twitter.com/wisIsMMV9n&— FIH (@FIH_Hockey) 5 de febrero de 2018
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