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Historia de una larga hegemonía
Impresionante knock-out en el noveno round. Nada menos que el gran Archie Moore está en la lona del Yankee Stadium, de Nueva York. Exultante, lo observa el responsable de la dura caída:Rocco Francis Marchegiano, mundialmente conocido como Rocky Marciano, retiene el título mundial por sexta vez y acaba de protagonizar el último combate de su inmaculada carrera (49-0, 43 KO). Sin saberlo, ese 21 de septiembre de 1955, el temible pegador de Brockton se transformó en el último gran campeón blanco de los pesados.
Desde hace algunos lustros, cada vez que un boxeador de raza blanca se perfila para discutirle el título al campeón negro de turno es bautizado la esperanza blanca.
Sin embargo, a fines del siglo pasado, cuando se pusieron en práctica las reglas determinadas por el Marqués de Queensberry, en los Estados Unidos, la cuna de este deporte, la sociedad mantenía relegada a la raza negra. Y el boxeo no era una excepción. Incontables son los casos de pugilistas negros a los que, por discriminación, se les negaba la posibilidad de combatir. El canadiense Sam Langford y Peter Jackson, nacido en Islas Vírgenes, ambos integrantes del Salón de la Fama del boxeo, fueron los ejemplos más resonantes de grandes pugilistas negros evitados por los campeones blancos.
La irrupción de Jack Johnson, el 26 de diciembre de 1908, cambió el rumbo de la historia de la categoría. Ese día venció al canadiense Tommy Burns y se quedó con el título de los pesados, el primero para un negro. Odiado por los blancos, Johnson abrió un camino que el mítico Joe Louis consolidó 29 años más tarde.
Hasta ese momento, la corona de los pesados había sido monopolio de blancos, entre los que se encontraban John Sullivan, James Corbett, Bob Fitzsimmons, Jack Dempsey, Gene Tunney y Jack Sharke.
En 1924, Harry Willis, un boxeador negro que estaba entre los mejores, fue programado por la Comisión Atlética de Nueva York como desafiante del campeón, Dempsey. Pero el promotor Tex Rickard se negó a realizar una pelea de mezcla de razas. ¿El resultado? Dempsey abandonó la licencia para pelear en Nueva York.
Tras la victoria de Louis (un negro) sobre James Braddock, en 1937, todo cambió. Aunque Louis siempre debió manejarse con cautela para no molestar a la Norteamérica blanca.
Tras los reinados de Ezzard Charles y Jersey Joe Walcott, también negros, otro blanco se apoderó del título: Rocky Marciano. Promediaba la década del 50 y, luego de años de segregación, los negros ya podían pelear de igual a igual con los blancos.
A partir de 1960, cuando el sueco Ingemar Johansson perdió el título con Floyd Patterson, el cinturón pesado quedó en manos de los boxeadores negros.
Tomando en cuenta a las tres entidades más reconocidas de los últimos años, AMB, CMBy FIB, las cifras son más que claras: desde 1885 hasta 1960 hubo 27 campeones mundiales pesados, de los cuales sólo cuatro fueron negros;desde 1960 hasta el presente hubo 29 monarcas, y sólo dos fueron blancos (Gerrie Coetzee, en 1983, y Frans Botha, en 1995, ambos sudafricanos).
La OMB, entidad que cobró importancia en los últimos cinco años, coronó a otros dos pesados blancos:el italiano Francesco Damiani (1989)y el norteamericano Tommy Morrison (1993).
Entre los fracasos del polaco Andrew Golota, el croata Zeljko Mavrovic y el alemán Axel Schulz, la aparición de Klitschko abre una nueva esperanza entre los blancos, en tiempos en los que Lennox Lewis, Evander Holyfield y Mike Tyson dominan la escena de los pesados. Aunque la hegemonía sigue en manos de la raza negra.
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