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Tokio 2020: el último baile de Gonzalo Carou y Sebastián Simonet, en la derrota de los Gladiadores ante España
La selección cayó por 36-27 y cerró su participación en los Juegos Olímpicos; dos referentes dijeron adiós y ahora se espera un recambio de cara el próximo ciclo
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TOKIO.- Gonzalo Carou mira hacia atrás y deja 270 partidos como internacional, 11 Mundiales, tres Juegos Olímpicos. En las planillas actuales de deportes de equipo no suelen aparecer jugadores nacidos antes de 1980. Pero ahí está él. El emblema modelo 79. A lo lejos está Sebastián Simonet. Sentado en uno de los bancos de suplentes, con la mirada perdida, con lágrimas. Suena “Sweet Caroline”. Y el hermano mayor de la dinastía no quiere irse. Se siente un privilegiado: pudo elegir a Tokio como sede de su último acto. En una derrota testimonial ante España, por 36 a 27, Carou y Simonet cerraron su etapa como jugadores de los Gladiadores. Un equipo que se movió por estos Juegos Olímpicos de mayor a menor, con lesiones que minaron las expectativas y con una despedida algo alejada de otras postales. Es cierto, el grupo no ayudó: Francia, España, Noruega, Alemania y Brasil formaron parte de la zona más difícil que le tocó a esta generación de jugadores si se repasan todos los torneos. “Un sorteo que no sé si fue lícito”, acota, entre risas, el entrenador Manolo Cadenas.
Con cinco derrotas en cinco presentaciones, el handball argentino pasó por Tokio 2020 sin poder dar un golpe sobre la mesa. Podría haber sido Brasil, pero no hubo oportunidades de remontar ante el eterno rival. Sin Federico Pizarro ni Diego Simonet, con molestias físicas, el equipo se resintió. “Más que la experiencia de jugar este certamen valoro cómo llegamos hasta aquí”, dice Cadenas. Y deja un análisis sin medias tintas: “Estábamos muy desgastados para ofrecer algo más, y en los últimos dos encuentros estuvimos menos en partido que en los anteriores. Y así no hay opción”. El seleccionador que no duda en remarcar que “la selección se llama Gonzalo, se llama Seba, ellos son la huella a seguir, la del compromiso”. Una “generación de oro”.
La imagen se repite. Carou y Simonet caminan por los pasillos del Gimnasio Nacional Yoyogi con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada. Brota la emoción. Se multiplican las fotos. Hay saludos de despedidas. Son las selfies del adiós. Y podrían quedarse mil horas más. Son dos novatos en cuerpos de experimentados, mientras ya piensan en el después. Por caminos separados, pero con el handball como excusa. Carou planifica un mañana junto a la selección argentina: “Cada uno tiene su objetivo. Para los chicos que siguen jugando será el próximo Juego Olímpico, y el mío es ser el entrenador de la selección argentina. Trabajaré para eso, me prepararé para eso. Ya tengo el título y voy a entrenar como me entrené como jugador. Vivir con la carpeta en la mano, dando indicaciones. Dentro del 40 x 20 se terminó, pero creo que afuera puedo hacerlo. Ayudé adentro de la cancha y ahora quiero ayudar afuera. Es un desafío. Y ojalá pueda estar con los anillos olímpicos desde otro lado”.
Simonet, por su parte, no da señales tan precisas, pero avisa que no se ve alejado al handball. Mientras hace un recorrido interminable por las postales que entrega su memoria: “Esta despedida pega más por los que están al lado, por los que no están... Se cruzan un montón de cosas por la cabeza. El esfuerzo, las cosas que uno dejó de lado en la carrera, los momentos lindos que vivimos en este grupo y que fueron un montón... Guadalajara. Les preguntás a los 15 que estuvieron ahí y van a decirte todos que sí. Valió mucho la pena. Las piedras que tuve me gustaron, las superé, las supimos saltar entre todos. Y me formaron como persona”.
¿Cómo siguen los Gladiadores? ¿Qué hay después de una generación que consiguió entrar por primera vez a un Juego Olímpico y logró posiciones históricas en Mundiales? “Hace cinco o seis años estaba preocupado, pero ahora hay muchos chicos que ven lo que se puede lograr y se animan. El camino es salir, irse a Europa a buscar experiencia. Estamos muy lejos de las potencias si te quedás en la Argentina. Los chicos tienen que salir, buscar ser profesionales. Aunque sea cobrando un puñado de euros, con casa y auto. Pero ese roce afuera te va marcando un camino”, señala Simonet. “Hay un buen trabajo de base”, lanza Carou. Y deja un recado para el futuro del handball argentino: “Tienen que tener un desafío: que nos superen. El desafío siempre tiene que ser ese. Tenemos que ser como la generación del ‘90 del básquetbol. Que nos miren, que nos tomen de espejo y que quieran ser mejores que todos nosotros. Nos falta dar un paso, que no seamos un equipo de 45 minutos, que los rivales sepan que son 60 minutos y que les vamos a ganar”.
Un futuro que necesita cambios estructurales y encontrar la manera de cómo potenciar a los talentos jóvenes. Tomar nota de lo que logró esta camada para escaparle a los vaivenes de las obligadas transiciones. Con Diego Simonet como bandera y con la experiencia de hombres a los que todavía les quedan kilómetros por recorrer. Un grupo que puede no mostrar el mejor handball del mundo, pero nunca se traiciona desde le entrega.
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