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El mejor año del artista del handball que disfruta la Argentina: Diego Simonet
Con la intriga propia de los "and the winner is...", se anunciaba al jugador más valioso de la Liga de Campeones de handball. Y los altavoces dieron su nombre. "Les pregunté si era Simonet . Les dije que yo me llamaba «Simonet», les pregunté si sabían que era argentino... Me confirmaron que sí y me puse a pensar en mis viejos; en mi novia, que estaba en la tribuna; en que veía los partidos por televisión cuando tenía 14 años y miraba a [Nikola] Karabatic y todos los grossos del handball... Era increíble estar ahí, recibiendo ese premio al MVP... Nunca lo había soñado en mi vida", cuenta, Olimpia de Plata en mano, Diego Simonet.
Vaya a saber uno por qué nunca lo soñó, si talento tiene a borbotones. En su país no hay nadie como él; en Europa sí, claro, pero no era descabellado que su Montpellier, un club importante de Francia, algún día fuera campeón de su continente y que él, el distinto, recibiera el trofeo individual. Ese que ahora descansa en una pequeña vitrina de la casa de su familia en Buenos Aires. Podría estar junto a otro, el Olimpia de Oro. Pero Chino se quedó a las puertas, al perder la votación del Círculo de Periodistas Deportivos por un estrecho 13-11 a manos del piloto Agustín Canapino, no sin cierta controversia, como es usual en estos casos.
"Habría estado lindo para la gente del handball", lamenta el central que el miércoles cumplirá 29 años. "Hace pocos años no se conocía a nadie del handball, y gracias a las clasificaciones para Juegos Olímpicos, a buenos resultados, y a cosas como lo de las chicas del beach, que hicieron un papel espectacular en los Juegos de la Juventud, el deporte se puso en boca de todos y eso ya es muchísimo", celebra, sin embargo. Dentro de su deporte en el ámbito argentino, Simonet es, por supuesto, una celebridad: las Kamikazes, esas chicas que asombraron al ser campeonas olímpicas juveniles en Buenos Aires, le pidieron unas cuantas fotos cuando Diego pasó cerca en la fiesta de los Olimpia, a menos de dos cuadras de un Obelisco al que añora desde Francia. "Se extraña mucho, sobre todo a la familia, los amigos. No hay país como Argentina. El lugar de mi mujer y yo ahora es Francia, pero cada vez que podemos, queremos volver para ver a los nuestros", sostiene.
Simonet, hermano intermedio entre los también jugadores Sebastián (32 años) y Pablo (26), que actúan en España, vivió un 2018 de ensueño con aquella conquista de Montpellier en mayo en el torneo de clubes más importante del mundo y aquel premio al jugador más valioso. Hizo el gol del triunfo en la semifinal que se definió a 20 segundos del cierre (28-27 a Vardar, de Macedonia, el defensor del cetro), y mostró su calidad en la final en que Montpellier venció a Nantes, también de Francia, por 32-26. Sus 6 goles (un solo tiro errado) lo convirtieron en el máximo anotador del juego y en el protagonista de una de las páginas más gloriosas del handball argentino. Pero lo que más lo hizo feliz este año fue su lauro máximo: Juana, su primogénita de un mes y medio.
Luis y Alicia, los papás de Diego, jugaron en seleccionados argentinos, y sus tres hijos honraron el ADN familiar. En su infancia, Chino probó con varios deportes: fútbol, vóleibol, tenis, natación y atletismo. Pero se definió por el handball, por su entorno y porque lo consideraba el más divertido y completo. Los tres Simonet se formaron en Sociedad Alemana de Gimnasia, de Villa Ballester; se destacaron en los seleccionados juveniles, y emigraron jóvenes. En particular, Diego creció admirando a Sebastián y Eric Gull.
Tras sus pasos por São Caetano (Brasil), Torrevieja (España) e Ivry (Francia), creció exponencialmente en Montpellier. En 2014 fue distinguido como el mejor central de la temporada en Francia. Nunca le pesó la responsabilidad de reemplazar a Nikola Karabatic, una estrella y el mejor del mundo en 2007, 2014 y 2016. Alguna vez, L’Equipe llamó al argentino "el Messi del handball", un título que lo pone incómodo.
"En Montpellier encontré un lugar increíble, por la gente, por la ciudad, que es muy viva", apunta quien allá es "El Mago". Él ama la urbe del sur francés, y esta, a él, que le entregó sus virtudes: panorama de juego, explosión, velocidad y una finta capaz de romper toda defensa. "Montpellier apostó por mí cuando tenía 23 años para revivir al club después de una crisis, y hoy me tiene como un pilar. Así que siempre intento retribuirle esa confianza. Es un grande de Europa", agradece Chino. "Al principio no estaba en los planes lograr la Liga de Campeones; estábamos en la EHF, como la Liga Europa de fútbol, y de a poco fuimos construyendo el equipo, mejorando, ganando experiencia. Creo que nadie apostaba por nosotros, pero dimos un golpe sobre la mesa y sorprendimos a todos", se complace.
Tan líder fue que su juego despertó el interés de otra potencia, Barcelona, un destino que, por cierto, lo seduce mucho. Seguramente también allí Sol Dillon, la mamá de Juana Simonet, y él podrían desarrollar su pasatiempo: la pintura al óleo. Algunos de sus trabajos ya visitaron galerías en Francia. Mientras, Diego nunca descansa: creó con sus hermanos un microemprendimiento de bobbleheads, pequeños muñecos cabezones basados en personajes, que al menor movimiento menean la cabeza. Para esto, los Simonet hicieron cursos de diseño y compraron una impresora 3D.
"No hay premio ni logro que supere este momento. Un flechazo al corazón", escribió Diego en Instagram sobre la llegada de Juana. Sobran los motivos: 2018 quedará marcado a fuego en la vida del mejor jugador argentino de handball.
El objetivo para 2019 es... 2020
Una rotura de ligamentos cruzados en la rodilla derecha impidió a Diego Simonet cumplir un sueño: formar parte del equipo olímpico que participaría en Río de Janeiro 2016. La frustración fue enorme, porque Chino se perdió su segunda experiencia olímpica tras una recuperación asombrosa que lo llevó a esperanzarse hasta los últimos días con ser parte de los Juegos. No lo consiguió y encima surgieron temores: en su mente daba vueltas la idea de que nunca retornaría a su alto nivel. Pero nada más lejano a la realidad que eso: Montpellier mimó a su figura y el central volvió más fuerte en la liga local.
Sin embargo, los percances físicos volvieron y, aunque más levemente, lo aquejan ahora mismo. Un desgarro en un isquiotibial, quizás producto de una temporada muy cargada de actividad, lo dejaría fuera del Mundial de Alemania/Dinamarca, que se celebrará del 10 al 27 de enero y en el que la Argentina compartirá la zona D con Suecia, Hungría, Qatar, Egipto y Angola.
–¿Cómo está el físico?
–Más o menos. El objetivo de la selección es Tokio 2020, así que vamos a hacer todo lo posible junto al staff argentino y al de Montpellier para que pueda estar al máximo en los Panamericanos de Lima, que clasificarán a un solo equipo. Por lo general, Chile, Brasil y Argentina son los que pelean. Quizás Brasil está mejor, porque tiene jugadorazos y todos están en clubes de Europa. Pero vamos a luchar. Cuando nos clasificamos, nadie nos ponía fichas, así que vamos por la revancha.
–Está la baja de Federico Pizarro, también...
–Sí. Fede Pizarro, Colo [Vainstein]… Esperemos que se pongan bien para Lima. Son jugadores clave para el equipo.
–¿Cómo analizás esta etapa del entrenador Manolo Cadenas, después de un largo período de Dady Gallardo?
–Buena, muy buena. Es otro punto de vista en el handball. Dady formó el equipo más exitoso de los últimos años de la selección argentina y creó una mística de grupo que no se ve en otros lugares. Y Manolo tiene ese toque más táctico y de profesionalismo que quizás entrenadores de América no tienen, porque dirigió los mejores equipos del mundo, como Barcelona, Brest y León, y eso le da una experiencia única.
–¿A qué apuntás en 2019 en lo personal?
–¡A ser un buen papá, sobre todo! Y en lo deportivo, el foco va a estar en Lima, en clasificarse para Tokio, y en estar en buena condición física para poder dar lo mejor para el club.
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