AUGUSTA.- Fue inmediato: cuando Roberto De Vicenzo aceptó su error, su figura trascendió más que un eventual triunfo. El mundo vio en esa conducta mucho más que las condiciones de un golfista: se enteró de los principios de alguien que creyó firmemente en los reglamentos. Durante esa angustia insoportable, esa autoflagelación ante la TV ("¡Qué estúpido soy!"), su honestidad aplastó cualquier especulación o artimaña que pudo haber pensado para salir del mal trago.
Se cumplen 50 años de un lamento histórico del deporte argentino. La oportunidad para que De Vicenzo agigantara su leyenda y consiguiera su segundo Major en dos temporadas. Paradójicamente, la equivocación que cometió lo catapultó definitivamente a la fama. Y todo por haber firmado una tarjeta con un golpe de más, que lo privó de ir a un desempate con Bob Goalby, un campeón que terminó recibiendo telegramas con insultos y abucheos durante el resto de su carrera. Allí está la segunda paradoja de aquel inolvidable Masters 1968: el ganador fue el villano y el perdedor, un héroe y embajador del golf hasta el día de su muerte, el 1º de junio de 2017.
Eran tiempos de duelo en los Estados Unidos. Una semana antes habían asesinado a Martin Luther King y la Guerra de Vietnam entraba en una espiral cada vez más peligrosa que dividía al país entre pacifistas y belicistas. Y allí, en el Augusta National, había un argentino que llegaba al club con el título del Open Británico de 1967, la mejor carta de presentación para ser candidato. De Vicenzo había jugado su primer Masters en 1950, pero por primera vez enseñaba esa impronta de campeón de quien se alza con un certamen grande. Y soñaba, por supuesto.
Roberto encadenó tres primeras vueltas de 69, 73 y 70; un acumulado de 212 que lo había ubicado a dos golpes de Gary Player a 18 hoyos de la definición. Aquel domingo 14 de abril, día de su 45º cumpleaños, De Vicenzo arrancó la vuelta con un águila en el hoyo 1, para luego sumar birdies en el 2, 3 y 8. En el séptimo hoyo ya era el líder absoluto y, mientras tanto, Goalby se perfilaba también como candidato al título luego de varios aciertos. En el 18, el Maestro se pasó del green y con el wedge quedó a dos metros del hoyo, pero erró el putt y firmó un bogey, para concluir con 65 golpes (-7) y un total de 277 (-11). Goalby resolvió una situación compleja en el 18 para un par que le permitió, también con 277, igualar la línea del ex lagunero de Miguelete.
A De Vicenzo le molestó mucho ese bogey, tanto que lo distrajo y lo sacó de foco. No lo pudo olvidar. Y lo que vino después fue una tragicomedia. Mucho influyó ese barullo de gente que merodeaba la zona del control de tarjetas. Demasiada para un lugar que necesitaba más privacidad y resguardo. Tommy Aaron, su compañero de juego aquel día final, llevó el registro de sus golpes y se equivocó al anotarle un 4 en lugar de un 3 en el hoyo 17, lo que totalizaba una vuelta de 66 golpes y un score de 278 (-10). "No creo que Tommy lo haya hecho con intención. Se descuidó, pero el verdadero culpable fui yo, que debí haber controlado la tarjeta para avalarla con mi firma. Y ni la miré", reconoció el Maestro cada vez que le recordaron el episodio.
En los minutos posteriores al torneo, un miembro del Comité Organizador de Augusta le informó que había firmado mal la tarjeta ya que aparecía un golpe de más. Goalby era el campeón por un mal cálculo. Aaron estaba desconsolado y el Maestro andaba con la mirada en un punto indefinido. La teleaudiencia mundial había visto el birdie en el 17. Sin embargo, en el golf no hay marcha atrás después de una rúbrica. Ya era cosa juzgada: 4 golpes en ese hoyo. Durante la entrevista a dúo para la transmisión oficial, en la que se explicó el error y se destacó la caballerosidad del hombre de Ranelagh, Goalby pinzaba su tabique con la punta de dos dedos mientras cerraba sus ojos, cabizbajo, como si estuviese sumido en un lamento infinito. De Vicenzo, en tanto, esbozaba sonrisas pero sus ojos vidriosos lo delataban.
Antes de aquel momento en vivo en TV, entre las autoridades debatieron casi veinte minutos para oficializar la decisión de declarar ganador a Goalby. En esa agitación incómoda provocada por la detección del error, Clifford Roberts, co-fundador del Augusta National junto con Bobby Jones, se inclinaba por reconsiderar la situación de Roberto, pero se enfrentó con el temperamento reglamentarista de Hord Hardin, presidente del torneo, y de Joe Day, uno de los críticos de golf más reconocidos de la época en los Estados Unidos y también autoridad del Masters.
Solo faltaba consultarle a Jones, que desde 1948 tenía gravemente afectado el sistema nervioso y pasó sus últimos años en silla de ruedas. Igual, su respuesta podía preverse acorde con su filosofía de toda la vida. "Se ganará el Masters bajo las reglas del golf y mediante un juego superlativo", editorializó. Se esfumó entonces el eventual desempate en el hoyo 10 y adiós a la ilusión argentina.
A De Vicenzo, su actitud le valió una medalla de reconocimiento por respetar fielmente el libro de reglas. Además, esa noche fue invitado a la cena de honor para el campeón, lo que no había ocurrido jamás ni volvió a suceder en el Masters. Los jugadores lo apoyaron porque entendieron que un descuido no merecía semejante castigo. Y los periodistas le preguntaron si hubiese aceptado un desempate. "Yo no acepté ser segundo, acepté el reglamento. Primero están las reglas, la posición es secundaria", les respondió, tal como relata el libro "Caballero, Golfista, Triunfador", publicado por su amigo Carlos Oliva Funes.
Al otro día, la repercusiones en los diarios. Todos en su favor. The New York Times escribió: "Millones de televidentes vieron un empate, pero ganó Goalby por un error". Y The Washington Post sugirió que se realizara un hoyo extra. Por consejo de Day, Goalby se llamó a silencio frente a todas las críticas que le cayeron e incluso, en 1969, rechazó de plano la disputa de un match a 18 hoyos frente a De Vicenzo por un premio de 90.000 dólares. Una suma hipertentadora, teniendo en cuenta que había recibido un cheque de US$ 20.000 por haber obtenido la chaqueta verde.
A 50 años de su título, Goalby recordó en Golf Digest aquel episodio en el Masters: "Cuando llegué al 18 después de la última ronda pensé que había empatado con De Vicenzo. Caminé directamente hacia la mesa de la anotación justo detrás del green; fue un poco caótico. Roberto y Tommy Aaron estaban sentados allí, al igual que mi compañero de juego, Ray Floyd, y creo que un oficial. Me preguntaba por qué Roberto todavía seguía allí, porque había jugado dos hoyos delante de mí. Recuerdo haberle dicho algo así como 'Supongo que jugaremos juntos mañana', pero Roberto no me respondió nada, parecía perdido en sus pensamientos. Luego Doc [Cary] Middlecoff, periodista CBS, me dijo: 'Acabas de ganar el torneo'. Le contesté: '¿De qué diablos estás hablando?' Miré al tablero y Roberto y yo aparecíamos líderes con -11. Entonces Doc, que estaba al tanto de lo que se decía a través de un dispositivo de TV, me confirmó: 'Roberto arruinó su tarjeta de puntuación".
De Vicenzo (US$ 15.000 por ser segundo), estaba convencido de que si se hubiera quejado por su gaffe en la aprobación de su tarjeta, o hubiera condenado públicamente a Aaron, de quien siempre mantuvo la máxima confianza, habría sufrido el rechazo general del medio, perdido su prestigio y las chances de ser invitado a otros torneos. El golf le enseñó a respetar las instituciones porque lo tomó como una escuela de vida. De este deporte aprendió a hablar y a escuchar, a jugar y a esperar. Y sobre todo, a entender que la honestidad del jugador debe ser total porque la trampa en el golf es muy peligrosa, ya que deriva en penalidades reglamentarias, sociales y económicas.
Superado el tema, no fueron buenas las experiencias de Roberto en el Augusta National después de 1968. A medida que evolucionaba en el tablero en los siguientes Masters, el público le empezaba a gritar que no se olvidara de firmar la tarjeta y comenzaba a jugar mal. No toleraba ese ruido constante y esas burlas. También, escuchaba comentarios distorsionados de lo que realmente había ocurrido con Goalby. "Recuerdo que un espectador que caminaba a mi lado en la cancha le dijo a su hijo: ‘¿Ves?’, este señor es el que se equivocó porque no sabe sumar’, para explicarle al chico que debía aprender Matemáticas". Ese murmullo molesto lo llevó a desistir de Augusta después de 1975. Pero hay algo que al Maestro le sigue quedando pendiente desde el más allá: "Tengo la sensación de que ese Masters de 1968 aún no finalizó. Cuando Bob Goalby y yo nos encontremos arriba, en el cielo, vamos a terminar ese duelo que dejamos pendiente en la tierra".
La desolación de De Vicenzo en la entrega del saco
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