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Tiger Woods se retiró del Masters de Augusta al no soportar sus dolores físicos y las imágenes de su calvario conmueven al mundo
El sábado jugó 14 hoyos en medio de la lluvia, con enormes dificultades para desplazarse, hasta la suspensión; este domingo debía completar 29 hoyos, pero decidió darse de baja
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Después del padecimiento, una noticia impactante, que conmueve al mundo del golf: Tiger Woods se retiró del Masters de Augusta por sus dolores físicos, que lo venían aquejando ya desde la primera vuelta del torneo. Así lo hizo saber esta mañana de domingo en sus redes sociales.
“Estoy decepcionado al anunciar que me retiro del Masters esta mañana por el agravamiento de mi fascitis plantar. Gracias a todos los fans y al torneo por haber mostrado tanto amor y apoyo. ¡Suerte a los jugadores hoy!”, escribió, sin dar más detalles. Si su presente deportivo era una incertidumbre total debido a los achaques de su cuerpo, la incógnita sobre su futuro se agiganta.
I am disappointed to have to WD this morning due to reaggravating my plantar fasciitis. Thank you to the fans and to @TheMasters who have shown me so much love and support. Good luck to the players today!
— Tiger Woods (@TigerWoods) April 9, 2023
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Las frases de Joe LaCava, el experimentado caddie de Tiger Woods, resonaban en la lluviosa tarde del sábado en el Augusta National. El hombre, sapiente, había dicho antes del torneo, cuando fue advertido de la inestabilidad climática que podría darse en las jornadas del Masters, algo letal para el jugador, de 47 años: “La lesión de Tiger en la pierna derecha, secuela directa del accidente de auto de 2021, es devastadora e incompatible con los tiempos que se avecinaban. Mi mayor temor es que llueva mucho en Augusta, que haya tormentas y que tengamos que parar y empezar, o que tengamos hoyos extra un día. No me lo imagino haciendo más de 27 hoyos [en un día] por aquí. ... Espero ante todo que eso no ocurra”.
Lamentablemente para el clan Woods, las previsiones meteorológicas se cumplieron. Y las imágenes que entregó el torneo desde el jueves, cuando se puso en marcha la competencia, mostraron a un Tiger cada vez más limitado en sus movimientos. Estuvo lejos de disfrutar de su Major predilecto en la cancha que conoce como ninguno. En el escenario donde se calzó cinco veces la chaqueta verde y donde estableció un récord tras otro. Allí donde todos sus devotos caminan como en una procesión, detrás del crack de todos los tiempos y ganador de 15 Majors.
Tal es el sufrimiento que padece Woods que pocas veces se lo vio festejar. Y eso que tuvo algunos tiros brillantes en este Masters interrumpido varias veces por las lluvias y los fuertes vientos, al punto de que en la segunda jornada hasta estuvo rozado por la tragedia cuando se cayeron tres árboles y de casualidad no aplastaron a afcionados que estaban cómodamente sentados en sus sillas plegables, siguiendo de cerca a sus golfistas preferidos. Pero Tiger no sentía deseos ni de cerrar el puño y mucho menos de hacer alguna de las piruetas de otrora, como cuando giraba sobre una pierna y provocaba la explosión de la gente. Siempre fue lo más parecido a Rafa Nadal en ese sentido. Esta vez, casi que ni se permitió una sonrisa. Lo suyo pareció un calvario.
El sábado, luego de conseguir una heroica clasificación para los segundos 36 hoyos, estableciendo una nueva marca para su palmarés al superar nada menos que 23 cortes consecutivos en la mítica cancha de las azaleas, cuando llegó la suspensión definitiva, de alguna manera Tiger debe haber suspirado. Aunque no sabía si era bueno o malo. Lo confirmó horas más tarde: era pésimo. Porque la organización confirmó que la actividad seguiría en doble turno el día domingo, con salidas simultáneas por el 1 y el 10 en el caso de los últimos 18 hoyos.
Mientras se sometía a masajes y sesiones kinésicas, Woods miró a LaCava: ambos se adivinaron el pensamiento. “¡29 hoyos!”. Para el caddie, Tiger no estaba en condiciones de hacer 27 hoyos en un día y ahora lo esperaban dos más que esa cantidad. ¡Una monstruosidad! Como estaban las cosas, casi como subir el Everest. Y todo, después de un día traumático. Húmedo. Intolerable para sus huesos. Quién padezca algún problema de ese estilo y de ciertas artrosis, entenderá perfectamente por lo que debe haber pasado Woods en el tercer día de competencia. Un campeón machucado en el físico, sólo empujado por su alma competitiva. Dispuesto a resistir. Pero, ¿a qué precio?
Las imágenes de Woods durante algunos pasajes en la cancha de Augusta causaron dolor a la vista. No tanto como el que él soporta. Pero dolió realmente verlo en esas condiciones. Fue conmovedor. Ya algo había mostrado el primer día, en medio de una jornada soleada, cuando esperaba su turno para pegar y se apoyaba en la bolsa de palos. Porque claro, estar de pie también le molesta. Indisimulable.
Cerró sus siete hoyos de la tercera vuelta con un lapidario +6. Y quedó en la última posición entre los 54 clasificados. Pero a nadie le importó demasiado eso, porque por un lado había superado el corte. Y por otro, seguía mostrando orgullo para no bajar las banderas de la lucha. Aunque seguramente lo haya pensado más de una vez. Porque previamente había completado la segunda jornada, también inconclusa el viernes, con otros 7 hoyos. Fueron 14 en total. Algunos, en Augusta, dicen que más que jugarlos, los sobrevivió. Y probablemente no les faltaba razón.
El dolor de Tiger al caminar
“Tengo mucha suerte de tener esta pierna”, había dicho Tiger en la conferencia de prensa previa al certamen. Una manera de verle el lado bueno a las cosas. “Es la mía. Sí, ha sido modificada y tiene algunos metales, pero sigue siendo mía. Ha sido dura y siempre lo será”, enfatizó para que quedara en claro que no había sido una frase de ocasión.
“Trataré de disfrutar. No sé cuántos Augusta me queden”, agregó, con melancolía. Tanto LaCava como el norirlandés Rory McIlroy habían deslizado que Woods, por su espíritu, bien podría aspirar a ganar la sexta chaqueta verde. Sonó a utopía. Es una utopía. Sólo había que ver cómo llegaba al final del camino en este Masters que lidera el local Brooks Koepka, si es que el físico no lo abandonaba en el intento. Si 14 hoyos le costaron sangre, sudor y lágrimas del corazón, imagínese 29.
Un tiro bárbaro, el gesto sin alegría
Es cierto: nadie lo obligó a este suplicio. Quizá se haya tratado de su última ofrenda a un público que nunca lo abandonó. Ni en los tiempos de gloria, ni en las épocas de escándalos, ni en la hora del cuerpo que cada vez responde más apagadamente. Conscientes de que Tiger habrá uno solo. Y que peleó como un quijote contra la inexorable adversidad.
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