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Scottie Scheffler: el campeón de la conexión con Dios y del insaciable deseo de ganar siempre
El flamante dueño de dos Masters habló de su predestinación y de sus prioridades más allá del golf
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No son las dos chaquetas verdes que ya tiene en su locker. Lo que verdaderamente cambiará a Scottie Scheffler es la inminente llegada de su primer hijo, fruto del amor con su esposa Meredith. Así siente la vida este devoto cristiano formado en la Universidad de Texas, que el domingo acumuló más gloria al conseguir su segundo Masters de Augusta y que está decidido a reforzar su era en el golf mundial. En realidad, ya está construyendo un sólido imperio, desde el momento en que obtuvo su noveno título en el PGA Tour y el tercero en el año, después de las consagraciones en dos certámenes premium como el Arnold Player Invitational y The Players.
Uno a uno, todos fueron cayéndose de a poco en el tramo decisivo del campo de Augusta National. El título pudo haber sido para Max Homa, para Collin Morikawa o hasta para el sorprendente sueco Ludvig Aberg, de 24 años, que debutaba entre magnolias y azaleas y culminó como único escolta a cuatro golpes. Al final prevaleció la figura de Scheffler (277 golpes, -11), cuyos números hablan por sí solos. Su victoria lo empodera como el N°1 con 13,99 puntos. Tiene una diferencia de 6,37 respecto del segundo del ranking, Rory McIlroy. Sólo Tiger Woods, en 2008, había logrado una ventaja mayor en relación a su más directo perseguidor. Además, el texano de 27 años es el cuarto golfista más joven en adjudicarse dos Masters, por detrás de Jack Nicklaus, Tiger y Severiano Ballesteros, apellidos ilustres. Lo más impresionante es su “cotidianidad”: lleva 35 vueltas oficiales de golf en el año (67,6 golpes promedio por vuelta) y no firmó alguna por encima del par en 232 días.
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— The Masters (@TheMasters) April 15, 2024
Su nombre rebota hoy en los principales medios deportivos del mundo; su fama se acrecienta a pasos agigantados después de haber brindado una demostración de entereza en el campo más desafiante de la máxima gira. Sin embargo, poco apegado al marketing, prefiere atender primero su intimidad, lo doméstico: “Me iré a casa y gozaré de esta victoria. Después disfrutaré del nacimiento de mi primer hijo. Mis prioridades cambiarán muy pronto: mi hijo o hija será ahora el tema principal, junto con mi mujer, así que el golf figurará probablemente en el cuarto lugar de mi lista. Igualmente, me sigue encantando competir y no pienso desviarme en este sentido a corto plazo”, comentó, cuando acababa de consumar la vuelta final de 68 (-4) y todavía andaba con las palpitaciones a full.
Es un ganador indiscutible y se siente especialmente talentoso con el driver y el juego corto. Pero también se erige como un campeón inteligente, que aprende de sus errores. Justo antes de ganar el Masters 2022, excedido en confianza por la ventaja que llevaba, se tomó cuatro putts para cerrar en el 18. Sus errores a centímetros del hoyo causaron escozor. Esta vez, adoptó la filosofía de la cabeza gacha y solo miró hacia adelante: “En este campeonato traté de no dejar que mis emociones se apoderaran de mí. Mantuve la cabeza gacha: creo que ni siquiera me quité la gorra y saludé a la multitud que caminaba hacia el 18. Hice lo mejor que pude para permanecer en el momento y quería terminar el torneo de la manera correcta”.
En ese tren imparable rumbo a la victoria, no quiso aferrarse a la idea de ser el líder ni tampoco se obsesionó con el leadearboard. En cambio, optó por una distracción controlada: “Dejé que mi mente divagara un poco: intenté empaparme de las cosas que me rodeaban. A veces miraba los árboles y cada tanto observaba a los fans para tratar de absorber algo de su energía. Pero nunca me permití apegarme al liderazgo e intenté seguir presionando”. Así, mientras sus principales competidores se hundían en el agua o caían en la trampa del par 3 del 12, Scheffler exhibía una mecánica de tee a green que le permitía mantener una estabilidad técnica y emocional.
Con la guía de sus dos principales entrenadores, Randy Smith, que calibra su swing, y Phil Kenyon, moldeador de su putter, Scheffler se convirtió en un competidor insaciable y en el jugador más dominante del tour después del período de Rory McIlroy entre 2010 y 2014. Literalmente, el texano rezó el domingo para que sus dolores en el cuello menguaran, mientras su mujer también lo acompañó con varias oraciones desde Dallas, donde cuenta los días para su primer parto. “Me encanta ganar y odio perder. Odio de verdad jugar sobre el par. Cuando soy líder un domingo, realmente tengo muchas ganas de ganar”, asegura, pero aclara: “Mi identidad va a ser la misma, gane o pierda un torneo. No cambia quién soy. Es un sentimiento muy especial saber que no importa si logro la victoria o no. En la mañana del domingo, antes de dirigirme a la cancha, mis amigos me dijeron que mi victoria estaba asegurada en la cruz. Aquel comentario me dio mucha calma”, relató.
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Entre sus profundas creencias está la de la predestinación. Una suerte de conexión con Dios que lo transforma en una persona especial para el golf. “Creo que los planes de hoy ya estaban trazados desde hace muchos años y yo no podría hacer nada para arruinarlos. Se me ha concedido el don de este talento y lo uso para la gloria de Dios; eso es todo. Entonces, cuando estoy allí en la cancha, trato de competir lo mejor que puedo, siento que así es como estoy diseñado; he sido así desde pequeño. Es algo que siempre ha sido parte de mí y no creo que vaya a desaparecer pronto”.
Dentro de ese impulso innato, una frase curiosa: considera que jugar en el golf profesional es “una experiencia infinitamente insatisfactoria”. Y que todo vuelve arrancar, más allá de un éxito mayúsculo como el que acaba de cristalizar en el primer major del año: “Al fin y al cabo, el jueves estaré clavando de nuevo el tee sobre el césped con la intención de ganar un torneo. Así es el corazón humano, siempre quieres más y creo que hay que luchar contra eso y concentrarse más en las cosas buenas. Pero como dije: ganar el Masters no cambia mi identidad”.
Muchísimas estrellas a lo largo del tiempo se han desvivido por ganar el Masters con las estrategias más disímiles, pero se frustraron en el intento. McIlroy es el caso más paradigmático de la actualidad. En cambio, Scheffler explica su fórmula con sencillez: “No puedes jugar este campo demasiado a la defensiva ni demasiado agresivo; sólo tienes que ejecutar los tiros correctos y afortunadamente pude hacer eso. En el 13 busqué el green en dos golpes y me llevé un birdie. Ataqué la bandera del 14… y también. Lo intenté de nuevo en el 15 y logré un buen par, mientras que acerté un muy buen tiro en el 16 para otro birdie. Si solo hubiese estado tratando de hacer pares en los últimos nueve hoyos, me habría quedado en el 18 esperando que Ludvig sólo lograra el par”.
La aparición de los árabes y su LIV Golf Series provocó, entre otras cosas, que los premios del PGA Tour se dispararan en beneficio de los jugadores. Es por eso que del total de 20 millones de dólares que repartió el Masters, Scheffler se quedó con US$ 3.600.000. Pero no estuvo nada mal la recompensa destinada para Aberg (2.160.000) y para los terceros, Tommy Fleetwood, Homa y Morikawa, con una ganancia de 1.040.000 dólares para cada uno. Si se traza una comparación en el tiempo, Angel Cabrera embolsó en el Masters 2009 un premio de US$ 1.350.000.
Así y todo, las fortunas económicas ni la gloria deportiva confunden a Scheffler, un campeón humilde, de perfil bajo y querido por muchos de sus colegas. “¿Cuánto tiempo tardaré en poner un palito de plástico en las manos de mi hijo? Es gracioso. Por lo pronto, cuido mucho a mi sobrino. Pero no sé qué le va a gustar a mi hijo ¿Quién diablos sabe? Solo quiero estar allí para apoyarlo, no importa lo que esté haciendo”, mencionó.
Antes de empezar su paternidad, todavía como un veinteañero, ya integra un selecto grupo: sólo diez jugadores en la historia pudieron ganar dos Masters en el período de tres años o menos. El texano se unió a un prestigioso club donde están Horton Smith, Ben Hogan, Sam Snead, Arnold Palmer, Jack Nicklaus, Nick Faldo, Tiger Woods, Phil Mickelson y Bubba Watson. Pero Scheffler no se conforma: por delante en la temporada le quedan los otros tres majors (PGA Championship, US Open y Open Británico) para seguir extendiendo esta suerte de “tiranía” en el PGA Tour y dejar al resto con las manos vacías.
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