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Rory McIlroy y Tiger Woods entablan su lucha virtual en el tiempo
A los 25 años, el norirlandés atraviesa el mejor momento de su trayectoria; a esa edad, pero en la temporada 2000, el californiano brillaba como nunca; el futuro dictaminará quién habrá dominado más
El contraste entre ambos se hizo más profundo que nunca en la última semana. Cara y ceca de los dos grandes ídolos del golf de la actualidad. El viernes, en Arizona, Tiger Woods se despedía del Phoenix Open con una insólita segunda vuelta de 82 golpes (+11), su peor tarjeta en el profesionalismo. El domingo, Rory McIlroy triunfaba en Dubai y conseguía su mejor racha en el Tour Europeo : siete torneos consecutivos en el primer puesto o en el segundo, un registro superior al de Seve Ballesteros (cinco) de 1988.
Los números señalan la disparidad de rendimientos, porque Rory se consolidó como N° 1 del mundo a los 25 años, mientras que Tiger, de 39, retrocedió del 47º lugar del ranking al 56º. Hoy, las diferencias entre ellos son evidentes y no hay manera de encontrarles puntos en común. Entonces: ¿cuál es el mejor modo de comparar el potencial y la jerarquía de ambos? Sólo jugando un poco con el factor tiempo y reubicándolos entre sus 24 y 25 años, en el mejor momento de sus respectivas carreras, escenario que para el norirlandés se extiende hasta hoy. Desde ese punto de partida se extraen conclusiones.
Tiger brilló al máximo en 2000 y celebró su estado de gracia en su cumpleaños Nº 25, aquel 30 de diciembre. En esa temporada se había adjudicado tres Majors con un margen de 24 golpes en total, y al año siguiente le sumó el Masters y redondeó el "Tiger Slam". Su dominio fue tan abrumador que lideró en 25 de 36 aspectos del juego en el PGA Tour . McIlroy no se quedó demasiado atrás en 2014: consiguió el British Open y el PGA Championship, y les agregó el Bridgestone Invitational, el título de la semana pasada en Dubai y cuatro segundos puestos entre el PGA Tour y el Tour Europeo. El norirlandés se enfoca ahora en la conquista de la última gran recompensa pendiente, el saco verde de Augusta, y su sendero de gloria parece no tener un cierre.
En su glorioso 2000, el californiano encabezaba la lista en "total driving" del PGA Tour, ítem que agrupa distancia y precisión con el driver, mientras que Rory figuró 16º en ese rubro en 2014. También Woods fue el mejor de todos en su época y se destaca en la comparación con McIlroy en greens en regulación (75,2% vs. 69,4%), en el promedio de score por vuelta (67,79 golpes vs. 68,83) y en el promedio de birdies (4,92 vs. 4,58). El europeo, en tanto, se impone en distancia con el driver (310,5 yardas vs. 298). Hasta los 25 años, Tiger ya acumulaba cinco Majors, uno más que Rory. Campañas que ambos basaron en la potencia desde el tee, la habilidad con los hierros largos y cortos, y la precisión con el putter.
Pero más allá de la cuestión estadística, que certifica la hegemonía de cada uno en su era, se trata de dos clases distintas de liderazgo de un deporte, como bien refleja una nota de Golf Digest en su versión estadounidense. A su edad, Tiger quería ser famoso por quebrar récords en forma continua, una obsesiva máquina al estilo de Michael Jordan, compitiendo con ferocidad para intimidar a sus rivales. Su padre, Earl, combatiente en Vietnam, se ocupó de marcarle desde chico su destino inexorable de Nº 1; lo llevaba de la mano a los estudios de televisión para que exhibiera sus habilidades de niño prodigio. La "tigermanía" se sustentó en la consistencia y en la hiperfocalización a lo largo del tiempo, hasta que aparecieron las lesiones, los affaires extramatrimoniales, el alejamiento de su caddie Steve Williams y sucesivos cambios de entrenadores. Su cosecha de Majors se detuvo en 14, en 2008.
Si Tiger fue un competidor constante y siempre insatisfecho, Rory resultó un talento más natural e intermitente, con aires de despreocupación. No se llenó de trofeos en su época de amateur y estuvo lejos de la regularidad de Woods, que entre el Canadian Open de 1997 y el Byron Nelson Championship de 2005 superó los 142 cortes clasificatorios. En ese aspecto, McIlroy es más discreto: 11 cortes fallados en 87 torneos del PGA Tour, incluidos cuatro Majors, y otras 22 veces sin jugar el fin de semana en el Viejo Continente desde que es profesional (2007). Sin embargo, Rory parece disfrutar más en paz de su condición de Nº 1. Aun en lo más alto, colmado de fama y dinero, respeta a rajatabla el legado de su padre, Gerry: "Es bueno ser amable. y no cuesta un centavo". En el pedestal, Tiger optó por tomar más distancia de la gente y hasta Jack Nicklaus reconoció que nunca tuvo una larga charla con el californiano. Sí con Rory, que ha confiado en su mentor de siempre, el instructor Michael Bannon, que enfatiza la sencillez del golpe. Tampoco McIlroy se sometió a una transformación física tan significativa como la de Woods, ya que apenas saltó de 72 a 77 kilos al ganar un poco de musculatura.
En la comparación de épocas termina sacando ventajas Tiger, sobre todo por las señales constantes de superioridad que dio frente a sus colegas. Pero McIlroy dejó un contundente mensaje luego de alzar el año pasado la Jarra de Plata en Hoylake: "Quiero ser el mejor golfista que pueda ser". Más que deseo, fue un juramento, y está convalidándolo hoy: se muestra decidido a reescribir la historia. Y cuidado: es 14 años menor que TigerWoods. ¿Lo superará?ß
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