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Rory McIlroy: cómo maneja la frustración por no lograr su quinto major y qué dice la regla sobre la pelota que le quedó empotrada en la pared de un búnker del US Open
El norirlandés da pelea en casi todos los campeonatos grandes, pero todavía no puede cortar su sequía desde el PGA Championship 2014
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Una pelota que se le entierra en la pared de un búnker durante el US Open. Un sueño –obtener su quinto major- que también le quedó enterrado hasta nuevo aviso. Suena injusto, pero es la ley que les cabe a los que están bien arriba en el universo del deporte: Rory McIlroy es juzgado solamente por lo que no ganó. Después de haber terminado segundo en Los Angeles Country Club detrás de Whyndam Clark, el norirlandés acumuló 3234 días sin consagrarse en torneos grandes, una espera de casi nueve años que se está volviendo muy extensa y se contrapone a su jerarquía de jugador.
A los 25 años, el golfista que de chico jugaba a embocar la pelotita en el agujero del lavarropas de su madre ya había amasado cuatro majors y parecía que se llevaba todo por delante, aunque después de adjudicarse su segundo PGA Championship (Valhalla Golf Club, en 2014), arrancó su sequía. Así y todo, varias veces estuvo demasiado cerca de romper el maleficio: a partir de entonces figuró 18 veces entre los diez primeros en majors, la mitad de ellos en el top 5. Pero además, no perdió su ímpetu ganador: agregó 14 títulos en la gira regular del PGA Tour, en una carrera que también incluyó cuatro coronaciones en Europa y dos títulos correspondientes a la FedEx Cup (2016 y 2022).
Si bien estas victorias pueden maquillar en buena medida su situación deportiva, su tránsito en busca del esquivo quinto major se hizo más elocuente por los triunfos del resto, lobos del circuito hambrientos de gloria. El caso más sintomático es el de Brooks Koepka, que coleccionó cinco majors desde que Rory consiguió su cuarto grande. Koepka fue artífice de un impresionante sprint de festejos entre 2017 y este año, cuando conquistó su tercer PGA Championship. Aunque no solo brilló el golfista de West Palm Beach durante la mala racha del norirlandés, sino que además surgieron las estrellas dominantes de hoy: Jordan Spieth acumula tres majors y quedó a uno de lograr el denominado “Grand Slam” -al igual que McIlroy-, y también consiguieron un par cada uno Dustin Johnson, Jon Rahm, Justin Thomas y Collin Morikawa, este último recién salido de la universidad. Hasta Tiger Woods y Phil Mickelson, pertenecientes a una generación anterior, triunfaron desde 2014.
Lo bueno para McIlroy es que insiste e insiste; nunca se rinde. Malo sería si estuviera fuera de los primeros planos. En la conferencia de prensa final del US Open aseguró que ya estaba pensando en el Open Británico en Royal Liverpool, que se jugará dentro de un mes. Justo antes de empacar las valijas e irse de Los Angeles, habló sobre su serie adversa: “Estoy un poco cansado de que me pregunten cómo sobrellevo este período sin ganar majors, pero al mismo tiempo, cuando finalmente gane el próximo, será muy, muy dulce. Pasaría cien domingos como éste del US Open para tener en mis manos otro campeonato importante”.
Desde hace unas semanas, cuando dijo sentirse un “cordero sacrificado” por considerarse víctima de la puja entre el PGA Tour y el LIV Series, McIlroy eligió ya no hablar más de este conflicto, como sí lo había hecho durante gran parte del año en defensa de la gira de Jay Monahan. La idea fue no desgastarse mentalmente de más. Si hasta hace un tiempo hablaba de un “odio” hacia la liga árabe y los golfistas “rebeldes” que se volcaron por el tour comandado por Greg Norman, en Los Angeles optó por restablecer vínculos, y es por eso que buscó un acercamiento y hasta intercambió alguna broma con Koepka y el español Sergio García, dos jugadores LIV de pura cepa. El norirlandés ya no quiere distraerse con una coyuntura en la que se sintió abandonado por el propio comisionado Monahan, que terminó entregándose a la tentación de los petrodólares y se proclamó a favor de una fusión entre el PGA Tour y el LIV a través del Fondo de Inversión Pública Saudí (PIF). Ahora, solo busca focalizarse en lo deportivo para pagar lo que él mismo considera una deuda en certámenes grandes.
¿Qué pasó en el hoyo 14?
A Rory le pasó de todo en el último US Open, para lo bueno y para lo malo. Hasta una pelota que el domingo se le enterró en la pared de un búnker del hoyo 14, después del tercer tiro que le quedó corto en ese par 5. A muchos televidentes e internautas les sorprendió que el norirlandés pudiera sacar la pelota de esa pared sin castigo alguno, tanto que recibió el alivio y pegó su cuarto tiro sin penalización. Es decir: no fue obligado a jugar la bola como se encontraba o a proceder de acuerdo con la regla de pelota injugable, con un golpe de multa. Nada de eso.
Frente a la situación que vivió, hay una explicación reglamentaria. En primer lugar, un jugador tiene derecho a alivio sin penalización si su bola está empotrada en el área general (Regla 16.3a). Una pelota está empotrada cuando está por debajo del nivel del suelo en su propio pique como resultado del golpe anterior del jugador (Definición de “empotrada”). Para eso, no es necesario que la bola esté tocando tierra, ya que puede haber pasto o impedimentos sueltos entre la bola y la tierra, pero sí tiene que estar por debajo del nivel del suelo.
En segundo lugar, la bola tiene que estar en el área general. La pared del bunker no es parte del bunker. En este diagrama se pueden ver distintas situaciones en las que la bola está o no está en el bunker:
En el caso de McIlroy, su bola estaba en la pared del bunker, por lo que se encontraba en el área general. La oficial de reglas revisó el reposo de la bola y determinó que estaba debajo del nivel del suelo; es decir, que estaba empotrada. El jugador tenía derecho a alivio sin penalización en un área de alivio de una longitud de palo (medida con el palo más largo que tenga en su bolsa, excepto el putter) desde el punto justo detrás de donde la bola está empotrada, sin acercarse al hoyo respecto de ese punto y dentro del área general. McIlroy procedió a aliviarse correctamente de acuerdo con la Regla 16.3a. Así, salió airoso, pero después falló el putt para salvar el par en el 14 y finalizó a un golpe de Whyndam Clark, el campeón que dejó el US Open.
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