Rafael Echenique sirve como ejemplo de la buena cantidad de golfistas argentinos que busca asentarse en circuitos internacionales, en medio de una lucha encarnizada de un deporte que no para de elevar su nivel con el transcurso de las temporadas.
El puntano no es un chico ni tampoco un veterano: con 38 años, supo abrazar la gloria local al consagrarse en el Abierto de la República de 2006, en Pilar Golf Club, y varias veces arañó el festejo en el Tour Europeo, la gira con la que más se lo identifica. Los altibajos son el sello de su carrera: irrumpió como una gran promesa, se lamentó por tres segundos puestos en la elite del Viejo Continente, jugó Majors y hoy rema desde el PGA Tour Latinoamérica. Todo a lo largo de una extensa trayectoria que hace un buen tiempo quiere enderezar, en busca de aquellas buenas sensaciones.
La actualidad de Echenique no le depara muchas alegrías, aunque apoyado en la paciencia y varios tips motivacionales, no desmaya en el intento de dar un gran golpe. Mientras tanto, se permite una mirada más humana y profunda del golf.
-¿Qué debe estar dispuesto a hacer un golfista en la parte técnica, física y mental para intentar llegar alto?
-Desde muy chico, un golfista ya tiene la marca registrada de su técnica, que lógicamente irá puliendo para aspirar a ser alguien y llegar alto. Pero para mí, lo técnico es la segunda faceta más importante: lo primero es contar con un equipo de trabajo con un buen preparador físico, además de una persona con la que uno pueda descargarse y hablar, que vendría a ser el psicólogo. Eso es clave. También, un muy buen manejo del manager para planificar el calendario y diversa gente que te rodea para colaborar en la búsqueda de grandes objetivos.
-¿Qué cosas hay que resignar?
-Lo que resignaría cualquier atleta de alto rendimiento: comidas, bebidas, fiestas, eventos y reuniones familiares.
-¿Cómo se maneja el tema familiar cuando no es posible movilizar toda una estructura en función del golfista? ¿Cómo hay que lidiar con los problemas a la distancia?
-En el caso de los argentinos o sudamericanos, que viajamos mucho y no podemos hacer una base en el lugar donde jugamos, es muy, muy importante la mujer que tiene uno al lado y los hijos. Ellos tienen que entender realmente nuestra ausencia y comprender al golfista, que es una persona que está mucho tiempo sola y soporta muchas presiones. Además, que quiere buscar esos logros a los que tanto aspira y también está alerta a no perder sponsors. Yo soy un convencido de que un jugador que forma parte del PGA Tour tiene que vivir en Estados Unidos, así como el que juega en el Tour Europeo debe asentarse en Europa. Y aquellos jugadores que están un poco más abajo, como varios de nosotros ahora en el PGA Tour Latinoamérica, o los chicos que recién están comenzando, sabemos que tenemos que viajar y dejar por mucho tiempo a las mujeres, a las novias y a los padres. Si se quiere volar alto hay que hacer un sacrificio muy grande.
-¿Qué cosas pasan por la cabeza de un golfista cuando sueña en grande y finalmente queda a mitad de camino? ¿Cómo se procesa interiormente esa idea de un proyecto de rumbo incierto?
-Un golfista profesional con condiciones siempre sueña con jugar giras bien importantes como el PGA Tour y el Tour Europeo, donde puede cumplir sus objetivos y tener la parte económica mucho más tranquila. Pero son pocos los que llegan; creo que el embudo es muy chiquito. Son muchísimos lo que lo intentan, aunque la mayoría queda en el camino. Sin embargo, uno también tiene que ser realista y saber hasta dónde se puede llegar y en qué tiene que trabajar para mejorar. Están los que han decidido inclinarse por la enseñanza porque interiormente saben que no les da. Es importante ser consciente del nivel que uno tiene y entender si se puede llegar alto o no.
Calor y práctica en [R][R] pic.twitter.com/oFnQQbLwOZ&— Rafael Echenique (@echeniquerafa) May 19, 2019
-¿Es verdad lo de la duración extensa de la carrera de un golfista, o los tiempos realmente se acortan cuando no se encuentra el camino?
-En cuanto a edades biológicas el golf es muy generoso, por eso hay que estar bien preparado físicamente. A lo mejor uno tiene 40 años, pero con la experiencia acumulada más la chance de pegar todavía buenas distancias, se le puede competir de igual a igual a cualquier jugador más joven. También es cierto que hay chicos de 21 o 22 años que ya son grandes golfistas y ganan torneos en tours muy importantes. Cada vez más, el profesionalismo se está haciendo más joven y muchos veinteañeros ya son millonarios. En esto es fundamental la enseñanza que se recibe en cada país desde muy pequeño y el aprendizaje asimilado para que el proceso sea más rápido.
-Cuando ganaste el Abierto de la República en 2006, ¿Sentías que se te abría un horizonte ilimitado o eras consciente de lo duro que iba a ser todo?
-Cuando gané en Pilar Golf Club era muy consciente de que esto sería muy pero muy duro. Acababa de quedar séptimo en la Orden de Mérito del Challenge Tour y esa ubicación me abrió las puertas para jugar en Europa, en 2007. Aquellos primeros dos años en el Tour Europeo fueron complicadísimos y me costaba mucho salvar la tarjeta. El nivel mundial ya era muy bueno, pero cada año que transcurrió fue todavía mejor y más competitivo. Hay que entrenarse mucho, tener el equipo de trabajo bien armado alrededor y que funcione la cabeza del jugador, que resulta clave. Tenés que saber cómo moverte, hacer muy bien las estrategias en cada torneo y saber estar solo. Fundamentalmente convivir con este deporte, que es tan pero tan solitario.
-¿Y cómo se aprende a estar solo?
-Yo aprendí a convivir con esa soledad desde muy chico. Cuando tenía 15 años, mi padre me mandó a vivir cerca de Miami durante seis meses, cosa que me volvería loco si lo tuviera que hacer de nuevo, porque extrañé muchísimo. Vivía en una casa de familia y era solo golf y aprender inglés. Tomaba clases en Orlando con David Leadbetter. El padre era norteamericano y la madre, chilena, pero en aquel hogar se hablaba principalmente inglés. Lloré de angustia porque extrañaba a mis seres queridos, aunque fue un aprendizaje muy grande. Realmente no sé si lo volvería hacer si me dieran a elegir, aunque valió la pena para después ya seguir viajando solo a los 18 años como profesional. Soy abierto a la gente y he sabido interactuar, pero por supuesto que se sufre, se extraña y ahí es donde uno tiene que ser muy fuerte y decir: "Bueno, si quiero ser profesional me tengo que bancar todo esto, porque mi país está lejos de todo". Es aceptar la realidad tal cual es.
-¿Tuviste la chance de tener charlas largas con el Pato Cabrera para que te contara cómo llegó tan alto?
-Sí, charlé mucho con él. La verdad es que lo aprecio mucho y creo que él también a mí. Nos llevamos muy bien. Cuando yo era muy jovencito, después de haberle ganado el campeonato Match Play de Llao Llao en 2001, se vino a mi casa con toda su familia. Me contó que él de chico pegaba con mucho draw, el efecto de derecha a izquierda. Y de a poco empezó a cambiar esa forma de pegarle a la bola: le enseñaron, aprendió y tiraba muchas pelotas. Aunque no parezca, Angel Cabrera se entrenó muchísimo desde muy chico y yo mismo lo he visto en el Tour Europeo practicar, incluso mucho más que otros jugadores que estaban empezando. Rescato también que cuando él fallaba algún corte se mostraba más fuerte que nunca; daba vuelta de página rápido y al otro día ya estaba practicando y tratando de mejorar porque tenía un hambre de gloria muy grande. También recuerdo cuando estuve puntero del Open de Francia y faltaba la vuelta del domingo. El sábado a la noche me llamó –él estaba jugando ese torneo también- y me dio mucho aliento. Es una persona que tengo muy presente y admiro muchísimo. Es un talento que no creo que vuelva a haber en Argentina.
-Más allá del apoyo de sponsors, ¿cuánto dinero se necesita para sostenerse en un circuito? Seguramente que el panorama varía entre el Tour Europeo, el Web.Com y el PGA Tour Latinoamérica, que es donde has participado mayormente.
-En el PGA Tour Latinoamérica se necesitan unos 50 mil dólares, un dinero que te cubre solamente la participación en todos los torneos del año, entre los viajes, las inscripciones a los certámenes y el pago a los caddies. En el Web.Com tenés que contar con unos US$ 80 mil y en el Tour Europeo cerca de 100.000, siempre bajo el mismo concepto. Pero después necesitás lo que hablábamos antes: el apoyo del psicólogo, el coach y esa gente que por ahí no se ve tanto durante tu carrera. Hay muchos otros gastos de logística que deben hacerse para que el jugador esté tranquilo y haga las cosas bien, con la idea de que despegue en algún momento.
-Exceptuando a Tiger Woods, que está en otra dimensión, ¿qué diferencia a los grandes campeones tipo McIlroy, Spieth, Koepka o Dustin Johnson del resto de los jugadores?
-Ellos hacen la diferencia en la disciplina que tienen para entrenarse arriba del green y en la zona del juego corto. Los golfistas argentinos, en cambio, no tenemos esa conducta de dedicarnos a estar horas y horas arriba del putting-green o en buenas zonas de juego corto, que mayormente no las hay en Argentina. Los putting en nuestro país no son buenos, excepto en algunos pocos campos de golf, a diferencia de las canchas de Estados Unidos o Europa, que tienen esas zonas de approach, juego corto, excelentes búnkers para practicar y muy apropiados putting greens con buenas velocidades. Por supuesto que no estoy poniendo una excusa, pero ayuda muchísimo y te dan ganas de ir a entrenar los hierros cortos en esas zonas. En nuestro país estamos muy lejos de eso, pero bueno: hay que buscarle la vuelta para encontrar esa disciplina y esa constancia que este deporte requiere. Creo que ellos son súper habilidosos, muy talentosos, pero como digo: invierten muchísimas horas entrenándose con máquinas y aparatos arriba del green que te dan estadísticas, números y cómo se mueve la cara del palo. Por eso son tan brillantes.
-Cada deporte -como cada actividad- tiene sus miserias, sus golpes bajos y/o injusticias. ¿Qué es lo que observaste o te tocó vivir en el golf durante tantos años de carrera?
-La verdad es que tuve varios golpes bajos en mi carrera. Creo que un poco de mala suerte, porque quedé tres veces segundo en el Tour Europeo y en las tres ocasiones perdí por un golpe haciendo muy buenas vueltas el domingo. En el Scandinavian Masters, en Suecia, Richard Johnson metió ese putt de 15 metros y evitó el playoff. Esas situaciones tuvieron un poco de injusticia o mala suerte, pero son las cosas de este deporte. Sin embargo, a los 38 sigo en la lucha para tratar de volver a ese Tour tan lindo que es el europeo, que me dio también muchísimas satisfacciones, me hizo conocer a tanta gente y me dio la chance de vivir en Madrid durante casi seis años.
-Más allá de las diferencias, ¿Cómo definirías al golfista argentino en el exterior? ¿Hay algo que lo caracterice en promedio? No tanto por sus cualidades técnicas, sino por su personalidad para hacerse un lugar a nivel internacional.
-Los golfistas argentinos somos muy aguerridos y luchadores, sabemos lo difícil que es llegar a un tour grande y clasificarse para un Major. Eso nos hace fuertes. Afuera del campo somos muy amigueros y compañeros con los otros jugadores, algo que por su cultura, los norteamericanos o europeos no la tienen. Al ser la Argentina un país tan familiero nos gusta juntarnos con un estadounidense, un italiano, francés, español, el que sea. Eso de buscar siempre estar con gente y estar de buen humor, a ellos le llama un poco la atención.
-¿Cuál fue el gran momento en tu carrera y tu punto más bajo y cómo piloteaste ambas situaciones?
-Mi gran logro fue haber permanecido seis años en Europa. Ha sido también una buena carrera, al margen de mis altibajos y de que perdí las tarjetas. Haber pegado ese golpazo para albatros en el Open de Munich en 2009 creo que no se lo olvida nadie, fue uno de los mejores diez en la historia del Tour Europeo. El triunfo del Abierto en 2006 también; son momentos que no me los olvidaré nunca. Y el episodio más bajo fue haber perdido la tarjeta del Tour Europeo. Uno por ahí quiere hacerlo bien y se mete varias cosas en la cabeza y por ahí no estás bien. Lo supe manejar con la ayuda de mi familia y amigos, que me aconsejaron para no decaer. Por ahí no me hubiese imaginado hace unos años estar luchando ahora para clasificarme a un torneo latino, pero acá estoy. Sé lo que estar más arriba para tratar de volver a mejores planos, como jugar Majors o formar parte de giras prestigiosas.
-¿Alguna vez pensaste en largar el golf profesional ante una crisis de juego?
-No, nunca se me cruzó por la cabeza, al contrario. Soy un luchador y estoy convencido de que volveré a las grandes ligas. Voy a tratar de jugar un tour importante como sea, por eso es que sigo acá peleándola.
Aquel albatros en Munich
La aparición de un mecenas
A falta de apoyos económicos concretos, el golf argentino se nutre en varios casos de mecenas, personas dispuestas a jugarse varios plenos a riesgo de perder dinero. Aunque también, son jugadas que pueden enderezar carreras y cambiarlas por un signo positivo, además del lógico rédito económico que implica. Hernán Falcón, a cargo de las empresas Allocco y Grupo Centro, que habían sido sponsors del Abierto del Litoral en el Rosario Golf Club, se acercó por primera vez al mundo de golf tras un encuentro casual con Rafael Echenique durante el certamen.
Cuando supo que se trataba de Echenique, un golfista con pasado en el Tour Europeo, y que andaba a la búsqueda de una marca que lo patrocinara, Falcón acordó rápidamente con el puntano para sponsorearlo: "En enero de 2018 pusimos en marcha el proyecto mediante la creación de una nueva empresa: Sports Pro Management. A medida que me involucré en el ámbito del golf profesional argentino, fui notando que había muchísimo para aportar desde lo organizativo. Entonces decidí apostar más fuerte, invirtiendo y organizando una estructura que permita a los jugadores dedicarse exclusivamente a jugar al golf", apunta el empresario, que agrega: "Se incorporaron al equipo de trabajo coaches, preparadores físicos, nutricionistas, psicólogos deportivos y managers. Además, se buscaron centros de entrenamientos adecuados y se incorporó tecnología para hacer más eficientes los entrenamientos, como el track man".
El proyecto tomó forma y ahora están involucrados seis jugadores profesionales: Rafael Echenique, Jorge Fernández Valdés, Maximiliano Godoy, Paulo Pinto, Leandro Marelli e Ignacio Marino. El caso más curioso fue el de Pinto, quien al momento de contratarlo, además de jugar con palos ya con varios años de uso, practicaba sin coach, sin preparador físico ni nutricionista, alternando su profesión de golfista profesional con su oficio de albañil para sustentar a su familia. La idea es que el plan de sponsoreo se ramifique hacia la construcción de un centro modelo de entrenamiento destinado a los profesionales de golf de la región.
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