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Phil Mickelson, ese zurdo que se tomó con humor la maldición de los 62 golpes
El multicampeón estuvo por marcar ese score en la primera vuelta, que hubiese significado un récord histórico para una jornada en los Grand Slams
TROON, Escocia.– El -5 del estadounidense Patrick Reed parecía inamovible en el tope de la tabla de la primera jornada del Abierto Británico. En especial porque venía de la mañana a puro sol que precedió a un clima más propio de esta zona de Escocia, nublado y fresco. Hasta que apareció Phil Mickelson , una suerte de Hugh Grant más sonriente que los melancólicos personajes que encarnó el actor inglés (en la célebre Notting Hill y ahora el resignado marido de la peor cantante lírica de la historia, en Florence) y, por supuesto, deportista de gran éxito.
Ganador del British Open de 2013 en Muirfield, se convirtió entonces en Campeón del Año, un título que los británicos dan a cada dueño del título en este torneo, al margen de lo que hace antes o después en la temporada. Algo así como el "Campeón del Mundo" con el que la NBA denomina al que obtiene el anillo, caso Cleveland Cavaliers hace un mes.
Pero ayer, en Royal Troon, estuvo a un golpe de superar una barrera que parece mitológica en los Majors: la de la ronda de 63 golpes. Mickelson la igualó en una tarde que se pareció más a las que disfruta en su casa de Rancho Santa Fe, California, que las que transcurren aquí. Estaba 8 bajo par y, si bajaba en el 18, la hazaña estaría cumplida. "¿Sabés que esto es para 62?", le preguntó el sudafricano Ernie Els, doble ganador del Abierto (una vez aquí) y compañero de grupo ayer, en la caminata rumbo al último green. "Y había empezado a pensar sólo después del birdie del 17, uno de los hoyos más difíciles que he jugado", respondió luego Phil.
Lo que pasó después entrará en la leyenda del golf. El putt de Mickelson literalmente pasó por arriba del hoyo y el ejecutor se tomó la boca mirando al cielo, como si estuviera reprimiendo una maldición que, incontenible, salió de su boca como la pelota había escapado de su destino en el fondo del hoyo 18. Un putt de apenas dos metros. "Vi la pelota entrar rodando justo en el centro, cuando estaba a 20 centímetros. Sentí la adrenalina, pero enseguida mi corazón quedó roto", contó.
"Fue una de las mejores rondas que jugué en mi vida. No creo que vuelva a tener la oportunidad", afirmó, en esa rara mezcla de satisfacción por lo conseguido y desilusión por haber quedado tan cerca del registro jamás alcanzado. Zurdo, confiesa que se siente más cómodo en los hoyos interiores de Royal Troon que en los costeros (con el mar a la derecha), los de ida, donde el viento puede jugar en contra de él.
Este cronista no podía imaginar que lo que vio de Mickelson en su primera caminata en este recorrido y en el primer hoyo que visitaba (el 1) tendría tanto que ver con esa vuelta inicial fantástica. Casi solo, con su coach alcanzándole las pelotas y aconsejándolo, el estadounidense estaba en el green y pegaba recto, sin que la pelota ingresara al hoyo y sin importar que pasara a unos 20 centímetros. Uno se detuvo a observar porque se trataba de uno de los mejores. "Necesitaba trabajar en el lag putting [en bajada], porque venía jugándolo terriblemente", explicó ayer. "Pasé el atardecer del martes en el green del 1 sólo ensayando en bajada, con distintas referencias, y eso fue excelente ahora, porque tuve referencias para hacer pares en putts de 6 o 7 metros", añadió.
Aquella pregunta de Els tenía como fin alentar a Mickelson. "Empezamos nuestras carreras juntos, competimos, pero somos hinchas uno del otro. Hemos compartido muchos momentos, como éste, que fue divertido", comentó Phil. Por eso el sudafricano sintió desazón esta vez, tanta como su amigo: "La forma en que jugó fue asombrosa, como que haya ganado sólo un Abierto Británico. Estuvo en control de la pelota todo el tiempo, por eso es una pena que no haya alcanzado los 62. No sé por qué no entró ese putt en el 18", lamentó Ernie.
En la conferencia de prensa se le recordó a Mickelson que sumaba ya 28 tarjetas de 63 en Majors. "Es obvio que hay una maldición, porque, si no, la pelota habría entrado. Si no la hubiera, yo tendría esos 62", señaló, fingiendo seriedad. "¿Usted cree en los dioses del golf?", le preguntaron. "No creía, pero ahora creo", despertó risas de todos.
A los 46 años, Phil Mickelson, que de chico ya les decía a sus vecinos de San Diego, California, que sería golfista profesional, es una de las figuras con más hinchada en el mundo. Apenas algo más que la que arrastra el español Sergio García, siempre muy seguido en cada hoyo. "Es maravilloso hacer 63 en un Major; hay que felicitar a Phil. Estoy seguro de que jugó fantástico", comentó el hombre nacido en Castellón, que terminó con 68 golpes (-3).
Y sí, así fue. De otra manera es imposible estar al borde de hacerle una marca a la historia y vivirlo como un acontecimiento, no como una frustración.
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