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Golf en peligro: por qué la burbuja del PGA Tour está a punto de reventar
Más allá del "avión burbuja" que puso a disposición para proteger a sus golfistas, el PGA Tour no puede detener el avance del coronavirus, que se filtra inevitablemente en la gira y amenaza con detenerla nuevamente. Primero cayó el norteamericano Nick Watney, que seis días atrás dio positivo y se retiró antes de la segunda vuelta del RBC Heritage, en Hilton Head. Luego, Cameron Champ, que este martes no superó el hisopado previo al Travelers Championship. Y después, los positivos de los caddies de Graeme McDowell y Brooks Koepka. Hay rumores de múltiples casos y bajas confirmadas, como las de los propios McDowell y Koepka, además de Chase Koepka y Webb Simpson, que se autoexcluyeron por precaución. Sin embargo, el mejor golf del mundo decide continuar. Por ahora.
"Necesitamos aprender a convivir con este virus. Este virus no se va a ninguna parte, tendremos más tests positivos en el futuro", reconoció el comisionado del PGA Tour, Jay Monahan, que dio la aprobación para que se dispute desde este jueves el Travelers en Connecticut, en donde formarán parte los argentinos Emiliano Grillo y Fabián Gómez. Igual, el dirigente lanzó una advertencia: "Todos tenemos una responsabilidad extraordinaria de seguir los protocolos. Para cualquier persona que no lo haga, habrá serias repercusiones". Para describir gráficamente esta continuidad del PGA Tour, podría utilizarse la imagen de una caja con la etiqueta de "frágil". El circuito se había suspendido a mediados de marzo, tras la cancelación de The Players, y regresó el 11 de junio en Fort Worth, Texas, con el Charles Schwab Challenge.
"Los jugadores sabíamos que, en algún momento, alguno de nosotros sería el primero en dar positivo y que habría más", confesó Grillo, que jugó los dos últimos torneos y no superó el corte, tanto en Texas como en Hilton Head. "Para mí, el que peor la pasó fue el propio PGA Tour, porque hay que pensar con cuántas personas pudo haber estado Watney en contacto. De por sí, tenés a dos jugadores y tres caddies en su mismo grupo, sin contar la gente que te rodea en los días de práctica", precisó el chaqueño en el podcast "Un grillo en la cabina", que conduce junto con Paco Aleman.
¿Por qué se producen los contagios? Hasta ahora, la burbuja que pergeñó el tour para el traslado de los jugadores de un certamen a otro no falló. El problema, según Grillo, está en aquellos jugadores que se vuelven a sus casas por haber quedado eliminados de los torneos y luego se reincorporan al sistema. Fue el caso de Watney, que no había pasado el corte en Colonial, aquel fin de semana retornó a su domicilio y al lunes siguiente viajó de Austin a Hilton Head junto con el español Sergio García, que no se contagió. Ese mismo día, Watney superó el test, pero el viernes de esa semana tuvo malos síntomas y se le detectó el virus, por lo que fue marginado de aquel certamen que ganó Webb Simpson.
"El plan de los aviones chárter para los jugadores que viajan de una ciudad a otra es una belleza: dejás tus cosas, te subís directo al avión, no mirás ni tocás a nadie, te dan tu máscara y tu alcohol. Bajás del avión, te subís al auto y te vas para el hotel y el club. Todo está hecho perfecto. Pero en algún momento te volvés para tu casa. La semana que viene no juego; me subo a un avión rumbo a mi casa. El lunes viajaré a la peor área de Estados Unidos, que es Nueva York, y terminaré volando a California, no tengo otra opción para regresar a mi hogar en San Diego".
El chaqueño imaginó lo peor cuando saltó el positivo de Watney y reveló los peligros de contagio a los que se expuso. "Me preocupé porque me había puesto a charlar con Tony Navarro, el caddie de Watney. Ahí pensé: ‘Si Tony tiene, puede ser que yo también", pero me sorprende demasiado que a este caddie no le haya agarrado en virus. Entonces, ¿cuál es el límite? ¿Qué podés hacer y qué no?". Según Grillo, el movimiento de los habitantes en Hilton Head se dio sin ningún tipo de restricciones: "Me sorprendió la cantidad de personas que andaban sin máscaras por la isla; los restaurants estaban abiertos… Era directamente una fiesta, con las playas llenas y el hotel donde me quedé repleto de gente, con chicos correteando por todos lados. Hasta yo me sorprendí del test negativo que me dio el sábado, porque había gente por todos lados. Para mí era imposible volver a mi habitación del hotel sin cruzarme con 20 personas de vacaciones y sin que tuvieran alguna precaución".
Hasta que se conoció el segundo caso (Champ) y el PGA Tour se vio obligado ayer a organizar una conferencia de prensa, el circuito se mantenía firme para continuar, según Grillo: "Nunca hubo una charla o rumor de suspender la actividad. Me imagino que Watney habrá seguido las normas, pero en Hilton Head era muy difícil ir a un restaurant y no estar al lado de gente para buscar comida, lo más simple". Justamente, el momento de la cena parece ser el punto débil en pos de respetar el protocolo de coronavirus: "Podés ir a comer al club, pero es la misma comida en el almuerzo. Y tampoco vas a recurrir a los deliveries porque tenés que caer en pizza, alitas de pollo y hamburguesas, que no son alimentos saludables. Entonces, estamos expuestos constantemente y es difícil no tener una chance de contagio. A mí me da para pensar que ya tuve el virus y no me enteré", reconoció el chaqueño.
One more day until the #TravelersChamp begins! Time to get those practice swings in [R]?[R] pic.twitter.com/YrTyNv0U1s&— TravelersChamp (@TravelersChamp) June 24, 2020
Mientras que Tiger Woods juega al misterio y sigue dilatando su regreso, el PGA Tour vive alterado por estos días: torneos sin público, jugadores impresionados por esos hisopados que les llegan hasta el fondo de sus fosas nasales y un comisionado, Monahan, a quien se lo vio ayer con rostro apesadumbrado y decidido a castigar al que no respete los procedimientos. Una mano dura para controlar a sus protagonistas, además de intentar conservar un negocio que este año ya contabiliza pérdidas de a millones de dólares por los once certámenes cancelados.
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