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Michael Block: el profesional de club que emocionó a todos en el PGA Championship
La historia del jugador que acaparó tanta atención como Brooks Koepka, ganador del major que culminó el último domingo en Oak Hill, Rochester, New York
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Es uno de los cuentos de hadas del golf. Todos hablan de Michael Block, el profesional de club que se robó los corazones en el PGA Championship y opacó en parte la figura de Brooks Koepka, el hombre del LIV que el domingo alzó el Trofeo Wanamaker en el Oak Hill Country Club, en Rochester, New York. ¿Por qué semejante admiración? Porque un profesor que gana 125 dólares por 45 minutos de clase o 500 por jugar nueve hoyos con él, peleó el certamen –llegó a estar a un golpe de la punta- concluyó 15° y dejó atrás por 6 a quien era hasta la semana pasada el N°1 del mundo, el español Jon Rahm. Pero además de enseñarse a la altura de cualquier estrella del PGA Tour, gracias a su ubicación entre los quince mejores se clasificó para la cita del año próximo en el Valhalla Golf Club, en Louisville, y fue invitado para el próximo torneo de la gira.
Si hacía falta una situación para terminar de enamorar al público, en el hoyo 15 de la vuelta final convirtió su hierro 7 en una varita mágica y consiguió un hoyo en uno, después de dibujar la parábola de una pelota que se metió de aire directamente en la taza. La gente empezó a delirar de alegría y a corear su nombre, una euforia que se propagó en el campo, al margen de la expectativa que despertaba el juego de Koepka varias yardas más atrás. “Pensé que la bola me había quedado a cinco o diez pies, y me preguntaba por qué la multitud se estaba volviendo loca”, decía Block, de 46 años y profesional de Arroyo Trabuco Golf Club, de Mission Viejo, al sur de California, a propósito de su hazaña del hoyo en uno. “Entonces Rory McIlroy, con quien compartía la salida, caminó hacia mí y pensé: ‘¿Rory te da abrazos cuando quedas a un metro y medio del hoyo?”.
Este torneo le transformó su vida. Antes de dar el primer golpe con el norirlandés en el penúltimo grupo, Block estaba buscando matar un poco el tiempo después de un almuerzo liviano y visitó la tienda de merchandising del certamen. Pero su esposa argentina le comentó que quizás debía reconsiderarlo y le sugirió que se pusiera anteojos de sol y usara la gorra al revés para no ser reconocido. “Terminó firmando autógrafos durante media hora”, confió John Jackson, su caddie de Pebble Beach Golf Links que es amigo de Block desde hace más de una década. “Finalmente tuvimos que sacarlo de allí. Todos sabían quién era”.
Block está casado desde hace 20 años con Valeria, una argentina a quien conoció en un cumpleaños en Laguna Beach, California. El acento de ella lo sedujo y esa misma noche salieron a bailar. El flechazo fue instantáneo. Dos décadas después, son los orgullosos padres de Dylan y Ethan, que ya lucen como golfistas junior de elite. “Esto es solo algo con lo que sueñas”, comentó su esposa, respecto de lo que vivieron juntos esta última semana. “Siempre creo en él y en su swing, pero esto figura a un nivel completamente diferente, como decir: ‘No estoy preparado para esto’”, describió.
Seguramente, lo más conmovedor de Block a lo largo del torneo fue la sencillez que transmitió, jugando con soltura y naturalidad entre tantos gigantes del PGA Tour y el LIV: “Solo soy un profesional del club, ¿No? Trabajo y me divierto. Tengo un par de hijos con los que me encanta jugar al golf; tengo una gran esposa y grandes amigos. Vivo la vida normal. Me encanta reposar en el patio trasero de casa. Mi mejor amigo en el mundo es mi perro y no puedo esperar para verlo. A mi pequeño labrador negro lo extraño tanto que es ridículo”, suspiró. Y se refirió a lo que acababa de disfrutar: “Pero sí, ha sido una experiencia surrealista y tuve esta extraña sensación de que la vida no será la misma en el futuro, aunque solo en el buen sentido, lo cual es genial”.
Desde su época veinteañera y con un poco más de empuje, Block –nacido en Reno, Nevada- hubiera podido incorporarse a algún circuito, pero su instinto lo llevó a concluir que seguir el tren de un tour semana tras semana iba a ser un gran error, más allá de la formidable actuación en el segundo major del año. Después de haber jugado en la División II en la Universidad de Missouri-St. Louis se inscribió en la Academia de Golf de San Diego y, poco después, tomó un trabajo como asistente profesional en el Lakes Country Club en Palm Desert, California. Era un jugador increíble y los miembros del club no entendían por qué estaba allí. Después de que ganó el Abierto del Estado de California de 2001, unos allegados le organizaron una comida para recaudar fondos y reunir suficiente dinero para enviarlo a la escuela clasificatoria del PGA Tour. Block pensó que el plan era absurdo y asistió a regañadientes.
Ese rechazo inicial no impidió que Block avanzara a la segunda etapa de la qualy en TPC Craig Ranch, en Texas. Pero allí, sin embargo, adquirió verdadera conciencia de su nivel: los otros jugadores no solo eran mejores que él, sino que también se veían “miserables” en el aspecto competitivo, lo que le sumaba estrés. En realidad, Block no quería cargar con una vida dependiente de la irregularidad de su juego y finalmente decidió dedicarse a la enseñanza casi como “una obviedad”, según su modo de conducirse. “No me tomó 10 años darme cuenta de eso; sino que apenas uno y estaba feliz”.
El lema de su vida, según comentó, es “siempre hacer que el hoyo parezca más grande para ser feliz”. “Así es como descubrí hace mucho tiempo que no iba a ser un profesional del PGA Tour. Porque no quería tener que embocar putts para pagar mi hipoteca; necesitaba un trabajo real que me diera dinero semanalmente. Eso iba a hacer que el hoyo pareciera más grande”.
Sin embargo, Block no dejó de jugar y le fue más que bien dentro de su ámbito: lo nombraron diez veces Jugador del Año de la PGA del sur de California y Jugador profesional del Año de la PGA 2022. Pero sobre todo, jugó un total de siete majors: cinco PGA Championships y dos US Open, uno de ellos, el que ganó Angel Cabrera en Oakmont en 2007. En Oak Hill fue la primera vez que superó el corte en un torneo grande, y de hecho resultó el único de los 20 profesionales de club clasificados para este último PGA Championship que avanzó al fin de semana.
Todavía está tratando de asimilar este momento. Tanta carga emotiva le provocó un llanto incontenible: “No lloré cuando nacieron mis hijos; lo único que me hace llorar en el mundo es el golf”, admitió Block, profesional desde 1998. “Si eso pone en contexto lo mucho que amo este juego, ya lo saben: lo es todo para mí”. Por su ubicación embolsó un total de 288.333 dólares, con lo que superó con creces su cheque anterior más alto, 75.000 dólares en el Campeonato Nacional Profesional de Clubes de la PGA de 2014.
Block y su caddie tuvieron que pellizcarse varias veces para procesar lo vivido en Oak Hill los últimos dos días. Una concatenación de emociones, sobre todo ese momento clave en el hoyo 72, cuando salvó el par y aseguró su plaza en el major del año próximo. Y pensar que en el día a día, su vida está asociada con personas comunes y corrientes. “En el club tratas con 600 personalidades diferentes, ¿verdad? Tienes un abogado que te dice cómo cultivar hierba y un contador que te indica que la hamburguesa no se cocinó bien. Así que tienes que lidiar con eso y sabes cómo tratar con todos bajo el sol”.
Durante mucho tiempo, Block escribió en sus pelotas de golf un mensaje inspirador: “¿Por qué no?”. La síntesis perfecta de haberse animado a más, como en este último e inolvidable major.
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