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La imagen de Rory McIlroy, de rodillas en el hoyo 18 de Augusta National, con la cara contra el césped y lágrimas incontenibles, quedará como un momento icónico en la historia del golf. Atrás quedó una sequía de diez años y ocho meses sin majors. Atrás quedaron sus 17 participaciones allí sin festejos. Atrás quedaron 18 hoyos, más uno adicional de puro sufrimiento. Ya nada de eso importa. Rory McIlroy es campeón del Masters.
En una de las vueltas de golf más electrizantes que se recuerden, el norirlandés conquistó el título que le faltaba para completar el Grand Slam y unirse al celestial grupo de ganadores de los cuatro majors, junto a Jack Nicklaus, Tiger Woods, Gary Player, Gene Sarazen y Ben Hogan. Al mismo tiempo, cortó una racha de 3884 días sin ganar un título grande.
“De qué vamos a hablar el año que viene”, bromeó Rory. “Estuve nervioso durante toda la vuelta. Fue uno de los días más difíciles que haya tenido dentro de una cancha de golf. Es mi 17ª participación aquí y empezaba a preguntarme si mi momento llegaría alguna vez. En los últimos 10 años sentí la carga del Grand Slam sobre mis hombros. Estoy absolutamente honrado y orgulloso de poder llamarme a mí mismo campeón del Masters”, destacó.
Cuando recibió el saco verde de manos del campeón defensor Scottie Scheffler volvió a emocionarse, como había hecho minutos antes cuando se arrodilló en medio del green, y cuando salió corriendo a abrazar a su mujer Erica y su hija Poppy. “Nunca renuncies a tus sueños. Seguí luchando por ellos, que si te lo proponés podés lograr lo que quieras”, le dijo a la niña de 4 años.
Esa capacidad de resiliencia, más que su calidad inmaculada, es lo que le permitió reponerse en tres oportunidades de sus propios errores, que amenazaron con frustrarlo una vez más, como tantas veces sucedió en la última década. Pero cada vez logró sobreponerse, no sólo a sus propios fantasmas sino también a la inspiración del inglés Justin Rose, que con una vuelta de 66 y seis birdies en los últimos nueve hoyos lo obligó a forzar un desempate en un hoyo extra, el 18.
Desde que ganó su primer major a los 22 años, el US Open de 2011, Rory McIlroy se estableció como una de las máximas figuras del golf, llamado a disputarle el reinado a Tiger Woods. La presunción se agudizó con la conquista de su cuarto major, el PGA Championship en Valhalla, en agosto de 2014. Si embargo, el máximo ganador del PGA Tour de los últimos 15 años (28 títulos, contando éste), padeció una y otra vez a la hora de definir torneos grandes. Más que una mala racha parecía una maldición y con cada oportunidad desperdiciada la mochila se hacía más pesada.
La última gran chance había sido en el US Open del año pasado. Tenía el título servido, pero tres bogeys en los últimos cuatro hoyos le abrieron la puerta a Bryson DeChambeau y el potente norteamericano no la desperdició. La definición en Augusta se anticipaba como una revancha, un match-play con los mismos protagonistas jugando en el grupo final, con Rory con dos golpes de ventaja. Las emociones comenzaron en el primer hoyo y se extendieron más allá del 18º.
En total, cuatro jugadores gozaron del vértigo de estar en la cima del tablero. DeChambeau se subió en el hoyo 1 tras un doble-bogey de Rory, la peor forma de empezar. El norirlandés volvió a la cima con un par de birdies y el “Científico” empezó a desmoronarse.
Con dos birdies seguidos (9 y 10), McIlroy le sacó cinco golpes de ventaja a Rose, que tres grupos más adelante con un bogey en el 14 cortaba una racha de tres birdies seguidos. Pero el inglés no se dio por vencido.
McIlroy había estado en una posición similar en 2011, cuando todavía no había ganado ningún major. Con nueve hoyos por jugar lideraba por cuatro. Terminó firmando una tarjeta de 80 golpes, lejos de la punta. En 2022 terminó segundo, pero sólo gracias a una vuelta final de 64; nunca estuvo cerca del campeón Scottie Scheffler, quien esperaba en el club house para entregar el saco verde.
El primer gran error de McIlroy llegó en el hoyo 13. Después de una salida perfecta, se quedó corto con el segundo tiro y se fue a al arroyito que protege la entrada del green. Doble-bogey, y Rose, con su segundo birdie seguido, se trepó a la punta por primera vez. Hasta el sueco Ludvig Averg, segundo en 2024, llegó a la cima un rato después, aunque cerró con +4 en los últimos dos hoyos y no pudo terciar en la lucha.
El primer signo de recuperación de Rory llegó en el par-5 del hoyo 15, aunque no pudo embocar el putt para águila. Rose cerró la faena con un espectacular birdie en el 18 con un putt desde 6 metros y selló el -11 en el tablero, igualado en la punta.
En el 17, Rory volvió a pegar un espectacular hierro largo de 196 yardas y esta vez sí embocó el putt, adelantándose por uno, con un hoyo por jugar. Después de una salida perfecta, otra vez la debacle: se fue al bunker, no pudo hacer approach y putt y a jugar un desempate.
El inglés, que había terminado 40 minutos antes, tenía la ventaja emocional. McIlroy debía reinventarse una vez más. Rose pegó el driver primero: perfecto. Luego Rory: mejor aún. Rose con el hierro: tirazo, a cinco metros del hoyo. Rory tenía que superarlo desde la distancia que lo había traicionado en el 13 y en el 18. Esta vez no falló. El segundo resultó el tiro del campeonato y la dejó a un metro y medio para birdie. Rose erró el putt, Rory no.
“Había mucha emoción contenida”, reconoció Rory. “Esto hace que todos estos años de haber estado tan cerca valgan la pena. Quiero saludar a mis padres, que están en Irlanda del Norte. Ahora tengo muchas ganas de verlos y de celebrar esto con ellos. Ellos hicieron muchos sacrificios para que yo esté acá”.
History is made. The career Grand Slam is complete. pic.twitter.com/iRntMwFVbg
— The Masters (@TheMasters) April 14, 2025
La tensión de tantos años se disipó de golpe. Se arrodilló, se levantó, gritó al aire. Recibió una ovación como pocas veces se vio en Augusta National de un público que lo adoptó como propio. Ahora sí, Rory McIlroy es campeón del Masters.
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