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La polémica de los “rangefinders” en el golf: una ayuda tecnológica o un juego de impostores
Los medidores de distancia debutaron en torneos específicos para ser utilizados libremente en vueltas oficiales de torneos del PGA of America; el debate se encendió entre jugadores y caddies
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El golf avanza con pequeñas grandes revoluciones, y la última innovación en la elite quedó reflejada en el reciente PGA Championship: se trata del uso libre de dispositivos de medición de distancia durante las cuatro vueltas oficiales. En febrero pasado, la PGA of America habilitó este auxilio tecnológico para los golfistas en sus tres grandes campeonatos anuales. Así, debutó hace dos semanas en el certamen que a sus 50 años ganó Phil Mickelson, respaldado con el aparato en algunos hoyos; continuó en la cita homónima del Champions Tour, que se definió ayer, y seguirá en el Women’s PGA Championship, previsto para el 24 de junio.
Pero la chance de mirar por el lente de los “rangefinders” ya generó polémicas entre muchos jugadores y caddies. Los más puristas se quejan de que es un nuevo atropello a la esencia del golf. Hay quienes sostienen que los artilugios le dan más ritmo al juego, mientras que otro grupo concluye que el impacto en los torneos es apenas perceptible. Y después están los extremistas, que aseguran que pronto costará reconocer a este deporte, cuyos primeros trazos se hicieron visibles en el siglo XIX con las hazañas del escocés Old Tom Morris.
Las reglas indican que con estos aparatos, el golfista puede obtener información sobre la distancia durante los torneos, pero no se le permite medir cambios de elevación o hundimiento del campo, sacar provecho de una línea de juego recomendada o una selección de palo según la ubicación de su pelota. Tampoco, recibir datos sobre la velocidad del viento. “Siempre estamos interesados en métodos que ayuden a mejorar el ritmo de juego en nuestros campeonatos”, justificó Jim Richerson, presidente de la PGA de America. “Los jugadores y caddies usaron los dispositivos durante mucho tiempo en las prácticas para hacer las sumas y restas y preparar sus golpes, pero ahora ya forman parte de las reglas”, indicó el dirigente, entusiasmado al instrumentar la medida para la entidad que dirige.
Las estrellas aprueban y rechazan
En la cima del ranking hay opiniones encontradas. Justin Thomas, N° 2 del mundo, mencionó que los telémetros disminuyen la importancia de los caddies, que de otro modo desempeñarían un papel fundamental en el proceso de selección de tiros: “Se quita la ventaja de tener un buen caddie que haga el trabajo de antemano en lugar del jugador, con los libros de yardas y de caídas de los greens. Yo solo usaría los rangefinders si tuviera que pegar desde otro hoyo o si me tocara tirar desde un ángulo extraño; realmente no me gustan”. Bryson DeChambeau (N°4), varias veces acusado por su juego lento, habló justamente de la velocidad en que se desarrolla la vuelta: “El uso del dispositivo puede ralentizar todo si se hace un doble chequeo junto con el tradicional libro de yardas, pero si no, considero que es un complemento genial”.
Entre ellos se escuchó una voz enojada: la de Jon Rahm, N°3 del mundo y un profundo admirador de su compatriota Severiano Ballesteros, que trascendió en el golf no solo por sus victorias, sino también por su estilo tan creativo como artesanal. “Es la mayor tontería que han podido hacer en un torneo del PGA y sobre todo en un major. Lo decidieron porque sí y sin preguntarles a los jugadores. Para algo ya tenemos a los caddies y los libritos de distancias. Yo soy un enamorado del golf y quiero mantenerlo lo más puro posible. Intentar eliminar tanto el error humano en el deporte es hacerlo peor, es quitarle el arte al golf”, fustigó el español.
Estos lásers, como también se denominan a los medidores de distancias, pueden alcanzar un costo de casi 600 dólares. “Creo que en poco tiempo más se hará oficial en el PGA Tour y se permitirá en todos los torneos”, proyecta Tommy Cocha, que ya lleva dos años utilizándolo en el PGA Tour Latinoamérica, pese a que la controversia se encendió solo cuando los rangefinders salieron a la luz durante el PGA Championship, en Carolina del Sur. “Cuando te acostumbrás, ahorrás tiempo sí o sí, es un cambio impresionante. Es mucho más fácil: si errás un drive y te queda un tiro cruzado al hoyo desde el rough, el aparato te viene perfecto para medir sin problemas desde ahí, porque las yardas están normalmente marcadas en el fairway. De esa manera, no tenés que caminar tanto hacia esas marcas y calculás mejor la distancia”, comenta el salteño, tres veces campeón en la gira latina.
La honestidad bajo la lupa
Los dispositivos más evolucionados traen la opción del “slope”, que calcula la elevación del terreno, datos prohibidos de extraer durante el certamen. “Nadie se va a dar cuenta si apretás el botón del slope en pleno torneo y te muestra la elevación en la pantalla, queda en uno ser honesto y no presionarlo. Pero ninguno lo hace porque ya el jugador recogió los datos en las prácticas, salvo que en esos días no haya anotado nada”, cuenta Cocha, de 30 años y muy familiarizado con esta suerte de prismáticos. “A los miembros del tour grande, las marcas les regalan cuatro o cinco lásers al año”, agrega el ganador dos veces en México (2012 y 2015) y una vez en el Abierto del Centro (2015).
Palos con materiales que cada vez despiden más lejos, pelotas que ahora vuelan hasta el cielo, variedad de software que analiza el swing hasta el mínimo detalle durante los entrenamientos… Vicente Fernández, hoy de 75 años y triunfador en 72 torneos en distintos circuitos, fue testigo directo de la evolución del golf profesional desde la década del ’60. Ahora, el Chino aprueba la utilización de estos visores: “En el libro de yardas tenés puntos de referencia y vas caminando hasta ese lugar; eso lleva tiempo. En cambio, con el láser llegás a la pelota y medís directamente, te ahorrás varios segundos por golpe. Al final de la vuelta, te diste cuenta que economizaste bastantes minutos”.
Los caddies de dos destacados jugadores del Tour Europeo también tienen algo para decir y las miradas son contrapuestas. Eduardo Larrañaga, que le lleva los palos al español Álvaro Quirós -dueño de siete títulos en esa gira-, mencionó: “Siempre fui partidario de los medidores. No me parecen mal, porque agilizan mucho la dinámica de la vuelta y eso es importante, ya que se llegó a un nivel de juego lento que no puede ser. El golf se va modernizando y hay que adaptarse. En cuanto a las tareas del caddie, además de medir yardas, tenemos muchas más funciones, así que nuestro trabajo no cambiaría demasiado”. En tanto, Javier Erviti, caddie del italiano Renato Paratore (2 triunfos en Europa), explicó: “Estoy en total desacuerdo. No me gusta nada ya que desvirtúa el golf, como los libros de greens. Cuando fallás el fairway, hay más problemas y menos referencias: se deben contar pasos, buscar puntos, todo se complica… Ahí entra la virtud del caddie y del jugador para saber medir esa distancia y no equivocarse. Con el láser es muy fácil para todos. Te lo da ya. Se premiarían menos los drivers buenos al fairway”.
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