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El destino incierto del Pato Cabrera, entre la ilusión de volver a ser y la lucha por mejorar su juego
El cordobés se ubica 101° tras una floja primera vuelta en el Olivos Golf Club; reconoce que quiere terminar el año ya mismo y busca recuperar su status en sus últimos años en el PGA Tour
Ángel Cabrera se acerca a la frontera que divide la temporada regular del PGA Tour con la del Champions Tour. A los 47 años, el Pato está a tres del salto inexorable al circuito de veteranos, un mundo distinto dentro del golf pero que también reparte premios millonarios.
El traspaso al ámbito de los cincuentones es una procesión que va por dentro; en todo caso, él se aferra a su espíritu joven, que lo impulsa a mantenerse competitivo en la elite por más que haya dado la vuelta al mundo incontables veces durante 27 años de profesionalismo. La edad, claro, conspira contra sus aspiraciones: su hombro izquierdo está roto y le impide jugar más de tres semanas seguidas porque el dolor se agudiza; también aparece algún malestar físico, como la gastroenteritis que lo obligó a bajarse del Dunhill Links del Tour Europeo.
Tras haber perdido la membresía completa en la temporada 2015/2016, Cabrera debe ingeniárselas para aprovechar cada torneo como si fuese el último. Y por supuesto: dar un bombazo lo antes posible para regresar a esa zona de confort de la que gozaba hasta hace dos años, gracias a sus méritos deportivos. Tratándose de un doble ganador de majors, y por sobre todo de un valiente sobre el fairway, todavía no conviene descartarlo como posible ganador en cualquier cita. De hecho, la gente de PING y Titleist, sus dos principales sponsors, le redoblaron la confianza por un año porque saben que sigue con chances de dar un nuevo golpe en el PGA Tour. “Vos sos capaz de ganar el Masters de nuevo, por eso te renovamos el contrato”, le dijeron en la empresa de palos antes de rubricar el nuevo acuerdo.
Actualmente, el Pato tiene una categoría denominada “past champion”, que lo acredita como campeón en anteriores temporadas –su último título fue el Greenbrier Classic en 2014- y que lo habilita para jugar nueve torneos del PGA Tour de la escala más baja, como el Puerto Rico Open, el Barbasol Championship, en Alabama, y el Barracuda Championship, en Reno, entre otros.
Además, hay que contemplar las invitaciones que sigue recibiendo por su palmarés, la última de ellas fue la del Mayakoba Classic, en Playa del Carmen, México. Y por supuesto, el mayor colchón que tiene es la posibilidad de jugar de por vida el Masters, por haber sido campeón en 2009, y dispondrá de la clasificación directa por última vez para el US Open, ya que en 2017 se cumplirán 10 años de su conquista en Oakmont. Por otro lado, Europa no deja de ser una plaza tentadora para pasear su juego, ya que allí descansa su pasado golfístico y cuenta con muchos cupos disponibles en el calendario.
En medio de este panorama, Cabrera no viene jugando bien desde hace varios meses, y este punto es el que frena su ilusión para ilusionarse con un futuro más prometedor. Ayer anotó 76 golpes (+5) en la primera vuelta del 111° Visa Open y quedó 101° entre 144 jugadores, con el peligro de no pasar el corte. “La verdad es que estoy con desconfianza. Quiero que se termine ya el año y en 2017 seguiré luchando y trabajando… hasta que se me acabe la paciencia”, confesaba, tras presentar la tarjeta en la casilla del Olivos Golf Club. Sus palabras en caliente revelaron un amago de tirar la toalla, pero cuando celebre el fin de año recargará baterías.
Este Abierto le entrega al campeón la clasificación directa para el Open de 2017, en Royal Birkdale. La cita británica es el sueño pendiente de Cabrera, y deberá batallar mucho para tener alguna esperanza el fin de semana. Al Pato le quedan reservas anímicas para despedirse de la gira regular de la mejor manera, aunque lidia con un deficiente juego corto, que le estropeó la última temporada. Si es que quiere subsistir en el PGA Tour, deberá acumular buenas actuaciones para flotar entre los 70 primeros de la FedEx Cup, una posición que le abriría nuevos espacios e invitaciones en pos de mantenerse vivo en el circuito. Y sus cañones apuntarán a finalizar 2017 entre los 125 clasificados para la FedEx.
Mirando el escenario en frío, pensando exclusivamente en el dinero y en los puntos, el cordobés tendría que haber jugado esta semana el certamen del PGA Tour que se efectúa en Sea Island, en donde tenía un lugar garantizado. Pudo haber sido el puntapié para su recuperación. Sin embargo, eligió apostar una vez más por el Abierto, un certamen por el que mantiene un idilio y en el que aspira a su cuarta corona.
Además de gustarle la cancha par 71 del Olivos Golf Club, tiene un compromiso con la AAG, a propósito de su condición de embajador de la entidad. No quiere que se pierda el ida y vuelta fluido que conserva con la Asociación ni darle la espalda al público local que lo vino a ver. Con todo, Cabrera no se resigna a que algún día el Visa Open vuelva a Villa Allende –su lugar en el mundo– mudanza que él sentiría como una reivindicación y hasta un reconocimiento para su figura.
Su destino deportivo en el más alto nivel dependerá, al final de cuentas, en la calidad de su juego. “¡Basta, Cabrera!”, se dijo a sí mismo tras pegar en el 9, su último hoyo de la vuelta de ayer. Tuvo que sacar a buena y no salvó el par. Luego de arrancar la jornada con dos birdies, sus errores le minaron la fe y ya no toleró su andar irregular. Lo único que quiere es dar una vuelta de página para, por fin, reencarrilarse en un circuito en el que todavía acuna sueños de campeón.
Esa paciencia a la que él se refiere será fundamental para sostenerse en 2017. Ya no trabajará con el texano Charlie Epps, excepto en Houston y en el Masters, y estará acompañado por sus dos hijos, Angelito y Federico, que se alternarán como caddies. “Quiero ganar cinco majors”, deseó cuando triunfó en el US Open. La frase ya suena a una quimera, pero al menos quiere sentirse el jugador peligroso que abrazó la gloria.
LOS TIPS DEL ABIERTO
Una punta compartida
Fue una primera vuelta del 111° Visa Open con mucho viento y frío, en el Olivos Golf Club. Al mediodía, bajo condiciones complicadas, el brasileño Daniel Stapff se subió a la punta con un total de 67 (-4). Cuando parecía que nadie podría alcanzar ese score, el quilmeño Rafael Gómez firmó la misma tarjeta por la tarde y pasó a compartir la vanguardia, con un golpe de ventaja sobre Jay Woodson (EE.UU.) y Will Roebuck (Inglaterra). En un tramo de su recorrido, el chaqueño Fabián Gómez llegó a ubicarse con -3, pero terminó con 70 golpes (-1).
Las principales salidas
La segunda vuelta de la penúltima cita del PGA Tour Latinoamérica tendrá hoy estas dos salidas principales: a las 8.40, por el hoyo 10, Fabián Gómez, Augusto Núñez y Corey Conners (Canadá); a las 13.30, por el hoyo 1, Angel Cabrera, Kent Bulle (EE.UU.) y Nathan Lashley.
EN EL EXTERIOR
Regresan al Tour Europeo
Ricardo González y Rafael Echenique recuperaron sus tarjetas y jugarán la próxima temporada en el Tour Europeo. En la Clasificación Final de Girona, que consistió en seis vueltas y le dio el pasaje a 25 jugadores, el correntino González terminó 2°, con 416 golpes (-12), mientras que el puntano Echenique concluyó 11°, luego de emplear 420 (-8). “Me siento genial porque tuve que esperar un año para este logro, que trae aparejada mucha presión”, dijo González.
El Pigu, en Sea Island
Andrés Romero fue el mejor argentino en el arranque del RSM Classic, en Sea Island: aparece 8° con 64 golpes (-6), a 3 del canadiense Mackenzie Hugues. El tucumano busca recuperar la tarjeta del PGA Tour. Además: 105° Julián Etulain (71, -1) y 150° Miguel Angel Carballo (74, +4).
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