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Coco Monteros, los ojos de un caddie exitoso en el PGA Tour
Ganó en Europa y EE.UU. con Andrés Romero y Fabián Gómez; un trotamundos apasionado
Son esos personajes del golf tocados por la varita mágica, aunque no por una cuestión de suerte: inclinan la balanza sus ganas de progresar, el talento en su métier, la honestidad en el trabajo y un tacto especial para ubicarse en el lugar y en el momento justos. Es el caso de Adrián "Coco" Monteros, uno de los caddies más ganadores de la Argentina. Un gran lector de greens que consiguió 18 títulos en total: tres en el PGA Tour (dos con Fabián Gómez y uno con Andrés Romero), además de dos consagraciones en el Tour Europeo con el Pigu y César Monasterio, la persona que lo sacó del ostracismo y le devolvió la pasión y el compromiso con este deporte.
Sin embargo, Coco fue saltando de búnker en búnker. Nada le resultó fácil. Entre 2000 y 2002, durante la profunda crisis argentina, trabajó en una estación de servicio de su provincia, en Tucumán. Ya había nacido su primer hijo y, frente a la drástica reducción de torneos de golf en el país por el derrumbe, se quedó sin cargar la bolsa en certámenes ni un ingreso económico fijo. Gatilló el surtidor respirando el olor a nafta, aunque anhelaba ser fiel a sus raíces: "En la estación de servicio veía los torneos de golf por TV. Me había criado desde los 8 años llevando palos como caddie en el Jockey Club de Tucumán y sentía que debía volver a hacer algo relacionado con este deporte. Lo mío era el golf y soñaba con ser starter de mi club, al menos. Entonces, llenar tanques de combustible equivalía a entregar mi vida. Podía estar allí 10 años y como máximo aspiraría a trabajar dentro de la oficina. Sabía que estando ahí jamás iba a realizarme como persona, porque quería sentirme partícipe de algo importante", comenta el caddie, de 42 años.
El llamado de Monasterio
Luego de ese abrupto giro laboral, tuvo un espacio para acompañar al profesional Eduardo Argiró, con quien ganó en el circuito sudamericano y logró el pasaje para el Tour de Canadá. Sin embargo, el manager del jugador quería que su caddie hablara inglés y Coco tuvo que empezar nuevamente de cero al desconocer el idioma. Allí es cuando aparece César Monasterio, al que le había llevado los palos entre sus 17 y 25 años, con un segundo puesto en el Abierto de la República como máximo desempeño.
"Después de separarme de Argiró empecé a hacer tareas de jardinería con mi viejo en el country del golf. Hasta que Monasterio, que jugaba en el Jockey, me vio cortando el pasto y me preguntó: "Coco, ¿Qué estás haciendo? Tengo que ir a jugar la Escuela del Tour Europeo, ¿me querés acompañar?' Y le respondí: ?Más vale, con vos voy hasta la luna. Dame plata para que mi familia pueda vivir las dos semanas sin mí y vamos'".
Ese ofrecimiento trajo el gran espaldarazo para Monteros en los años siguientes. Uno de los grandes hitos fue haber estado al borde de consagrarse en el Abierto Británico junto con Romero, en la cita de Carnoustie 2007. Pero llegó un error fatal en el hoyo 17 de la última vuelta, en la que el Pigu acumulaba diez birdies y llevaba un golpe de ventaja: "Andrés jugó un hierro 3 en aquel hoyo, pero debió haberle prestado atención a sus sensaciones y utilizar la madera 3 que él quería. Cayó fuera de límites, hicimos doble bogey en el 17 y un bogey en el 18, para quedar fuera del desempate. Pero eso también fue producto de mi inexperiencia, porque en el último hoyo pensábamos que teníamos que hacer birdie y los otros dos candidatos [Padraig Harrington y Sergio García] que venían detrás, también tenían que lucharla. Y de hecho se les complicó en los últimos hoyos".
Es coterráneo y amigo de Romero, pero no por eso deja de ser crítico de su ex patrón: "Si no sos exigente con vos mismo en la preparación, el PGA Tour te va comiendo de a poco. Todos los jugadores se preparan muy duro sobre la base de la psicología y los ejercicios físicos. A Andrés le faltó un plan y no supo trabajar su enorme talento. Me acuerdo de que él empezaba a rendir en el circuito recién en marzo porque no hacía una buena pretemporada; en los torneos de enero y febrero luchábamos para pasar el corte. El Pigu tiene la capacidad para ser un gran jugador, pero no sé si podrá convertirse de nuevo en un potencial ganador de Majors".
Coco marca la diferencia entre Romero y Fabián Gómez, su actual patrón y a quien acompaña en el 111° Visa Open: "Andrés juega de una manera muy agresiva y desde el vamos no tenía un respeto por los jugadores que antes veía por TV, salvo con Tiger Woods, su ídolo. Pero una vez que jugó al lado de él y supo que podía rendir bien, ya no le tenía miedo a nada. En cambio, a Fabián le costó más sentirse que era jugador del PGA Tour. A veces seguía viendo a muchos jugadores como ídolos, como le sucedió una vez en Canadá con Mickelson, a quien quería pedirle una foto y yo le decía que no, que estábamos ahí para ganarles a todos. Pero trabajamos el tema con el psicólogo y Fabián ya les perdió ese respeto deportivo a sus colegas, sobre todo después de haber ganado dos títulos en el PGA Tour".
Un campeón del PGA Tour que no tributa en los Estados Unidos debe pagar un 30 % de impuestos respecto del premio obtenido. Y sobre ese monto neto en dólares, el caddie se queda con el 10 %. Son cifras que tanto esta clase de jugadores como el propio Coco no imaginaban embolsar en sus humildes orígenes. "Ellos nacieron teniendo muy poco; Fabián fue el que más sufrió. Cuando vamos al Chaco Golf Club, siempre le pregunto: ¿En qué laguna te metías para juntar pelotitas? Todo lo que tiene, se lo merece".
Monteros recibió consejos de Seve Ballesteros y fue felicitado por el caddie de Mickelson por su lectura de líneas cerca de la bandera. No quiere apartarse del camino del golf, donde vivió mil anécdotas. Ahora persigue otro sueño: un Major.
Dos siguen en Sea Island.
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