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Camilo Villegas: el intento de superar la muerte de su hija y el desafío renovado en el PGA Tour
Hace casi un año, cuando jugó un torneo del Korn Ferry Tour en Bahamas, el primero después de 21 meses de ausencia, Camilo Villegas le dijo a EL TIEMPO que el nacimiento de su hija, Mía, le había cambiado la vida. "La verdad, ha unido a la familia: verla crecer es increíble, cada día es diferente, cómo le funciona la cabeza, y uno aprende en todo el proceso", dijo entonces.
Sin embargo, la vida volvió a ponerlo a prueba. A los casi dos años de espera para recuperarse de una lesión en el hombro, Villegas tuvo que afrontar, junto con su esposa, María Ochoa, la enfermedad de Mía, quien, finalmente, murió el pasado 26 de julio, a los 22 meses.
A partir de ese momento, el mundo del golf se solidarizó con Camilo, quien sacó fuerzas para superar el duelo y volver a competir. Volvió a jugar 25 días después de la muerte de Mía: "Ella no está aquí físicamente, pero permanece en nuestros corazones por siempre. No puedo cambiar nada de lo que pasó", explicó entonces.
Ahora, Camilo se enfoca en recuperar su tarjeta del PGA Tour. Lleva siete torneos, ya hizo un top 10 y las sensaciones son cada vez mejores. Y junto a María lideran una fundación, Mia’s Miracles, para mantener el legado de su hija. El símbolo es un arcoíris, que muchos jugadores llevaron en una cinta en varios torneos del circuito en apoyo al colombiano. Villegas habló de todo ese proceso con El Tiempo.
–¿Cómo ha sido volver a adaptarse al golf después de todo lo que vivió?
–Yo diría que hay que superar el duelo, es un proceso largo y llevamos muy poquito tiempo, pero estoy muy contento de poder jugar al golf nuevamente. Llevaba dos años atípicos, no había tenido la oportunidad de hacer lo que más me gusta hacer. El hombro sigue mejorando, se ha portado bien, me ha dejado entrenar, ir al gimnasio. He podido recuperar masa muscular, la velocidad de la bola, la velocidad del swing y cosas que se pierden por la falta de competencia. Luego, con todo lo que vivimos este año en mi familia, me hizo las cosas más difíciles. Pero ahora uno llega más agradecido a las canchas.
–¿Qué tan diferente encontró el PGA Tour a su regreso?
–Se va dando cuenta de que uno está cada vez más viejo [risa]. Hay mucho talento, muchas caras nuevas, muchos nombres que no conocía, veo un cambio rápido, los nombres top continúan, pero hay cambios generacionales que vienen con nuevos talentos.
–¿Cómo manejó el tema de la enfermedad de Mía, justo cuando estaba regresando?
–Sentí el apoyo de la gente, las fotos de los arcoíris, el apoyo de los jugadores, de los medios. Mi señora, María, fue relativamente abierta con la situación: mandaba unos mensajes a la gente cercana, muy especiales y emotivos. Es muy fácil que sientan pesar y tristeza por uno, es inevitable sentir tristeza, pero queríamos cambiar esa tristeza por energía positiva. Entonces, cuando mucha gente vivió el proceso de Mía, un poco más cercano a las enfermedades de otros seres humanos, eso trajo un apoyo y conexión con mucha gente especial.
Es muy fácil que sientan pesar y tristeza por uno. Es inevitable sentir tristeza, pero queríamos cambiar esa tristeza por energía positiva
–¿Esperaba tanto apoyo y tanta solidaridad?
–Para serte muy sincero, no sabía qué esperar. En el proceso nunca llegué a pensar eso: eran días oscuros y estábamos enfocados en otra cosa. Pero sí lo iba viendo, cómo la gente se preocupaba, mandaba buena energía. Cuando vuelvo a las canchas y veo cómo me reciben, fue emotivo, positivo, pero también hubo lágrimas, porque revivía ciertos momentos. Pero para responderte eso, estoy muy agradecido con el mundo golfístico y también con el mundo no golfístico.
–Su familia también ha tenido que adaptarse a todo lo que han tenido que vivir...
–Son cosas muy diferentes. Acá no hay bien y no hay mal. Si comparamos cómo lo ha vivido mi señora, María, y cómo lo he vivido yo, es muy diferente. Si comparamos con otras familias que también lo han vivido, también es distinto. Es un proceso que toma tiempo: hay que tener frialdad en algunos momentos, ser más emocional en otros momentos. En cuando a la parte personal, fueron dos años en los que quería volver a jugar golf y luego llega este golpe: se van acumulando muchas cosas negativas. Cuando finalmente se presenta la posibilidad de volver, todo este apoyo abre las puertas para pensar que esto es lo que quiero seguir haciendo. Gracias al golf he podido vivir un regreso más tranquilo.
–¿Cómo ha recibido la gente la fundación?
–La fundación va bien. El apoyo de los demás ha sido fenomenal. Las ideas y los proyectos que se han venido haciendo han sido muy bacanos y ahí seguiremos.
–¿Cambió mucho su forma de practicar por la lesión?
–Durante la lesión sí: se hizo demasiada terapia en un principio, digamos que con poca efectividad. Estaba fuerte, pero el pinchamiento existía. Irónicamente, cuando dejé de hacer terapia y pesas y empecé a montar en bicicleta, ahí no me dolía el hombro. Ahí dije: no voy a tocar una pesa, no voy a hacer terapia, voy a descansar el hombro. Si así no estoy bien, me tengo que operar. Los médicos tenían opiniones diferentes: uno decía que había que trabajar en el tendón y otro, que limar el hueso. Afortunadamente, después de esos tres meses volví lentamente. Después de mes y medio pude pegar mi primer drive y de ahí en adelante ha venido mejorando el hombro.
–Fueron dos años sin competir...
-En esos dos años cambió mucho la rutina de vida. Cuando empecé otra vez a practicar, y no estaba jugando torneos, fui metiendo cosas de las que hacía y luego, ejercicios de rotación para recuperar cierta velocidad. Empecé a mejorar algunas cosas en las que no estaba tan fuerte.
–¿Cuál es su plan ahora para recuperar la tarjeta completa del PGA Tour?
–Venía con una exención medica, con 13 torneos por jugar. Estamos en un proceso, se están viendo los resultados. Después de dos años, esto no ha sido fácil, pero estoy contento. Ahora descansaré un par de semanas en Colombia y luego retomaré la práctica para jugar lo que se viene, con buenas expectativas de recuperar la tarjeta.
–¿Cómo ha visto a Sebastián Muñoz, que, como usted, ya ganó en el PGA Tour?
–El año pasado fue muy especial para Sebas. Después de muchos meses salimos a comer, estuvimos en Misisipi. Cuando pude jugar en Bogotá dije que Sebas había encontrado la forma de hacer sus cosas. Muchas veces, cuando llegamos al PGA Tour nos dejamos impresionar o intimidar por lo que hacen los demás, cómo hacen los demás, qué equipo tiene alrededor, y eso como que te abruma un poquito. Entonces el proceso que ha vivido Sebas de coger la tarjeta, perderla, recuperarla otra vez, volver al Tour, tener el chance de ganar, luego ganar y llegar a los majors, demuestra que ha encontrado un sistema que le funciona. Ya es cuestión de seguir creyendo en sí mismo.
–¿Ha tenido que aprender algo en su regreso?
–Siempre se sigue aprendiendo. Los primeros torneos fueron interesantes, de nervios, pero, para serte sincero, la situación de Mía me ayudó con la parte de los nervios, me baja un poquito las expectativas y le quita un poco de importancia al golf, porque te das cuenta de que lo más importante no es solo el golf. A cada experiencia hay que sacarle las cosas buenas y las malas. Volvemos al tema del apoyo de los demás: tener la opción de ganar un torneo y ver que todo el mundo te está haciendo fuerza. No es volver a empezar, la experiencia y las victorias no te las quita nadie.
–¿Es muy diferente el golf de hoy, con tanto jugador nuevo, al de hace 15 años, cuando usted llegó?
–Doy gracias porque en 10 años, probablemente, no estaré jugando en el PGA Tour. Hay gente con velocidad de la bola por encima de 190 kilómetros por hora, grandes, fuertes. Camilo Villegas nunca ha llegado a eso. Una cosa es ganarles a 4 o 5, pero el día en que haya 20 o 30, desde el punto de vista estadístico, te van a ganar esa semana. Eso ha cambiado en el golf, el deporte está cambiando, no tiene ni malo ni bueno, simplemente es así. Si tú mides 1,65, sabes que no vas a jugar baloncesto. En 10, 15 años van a ser más los atletas que van a querer ciertas cualidades, técnica, estrategia, para generar velocidades muy altas.
EL TIEMPO / Orlando Asencio
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