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Alejandro Tosti y su revancha en el PGA Tour: “El desafío es cómo utilizo el enojo en una forma positiva”
El rosarino de fuerte temperamento salvó la tarjeta a través de la Q-School y renueva objetivos; de una sanción en medio de problemas personales a la esperanza de generar un impacto en su segunda temporada en el máximo circuito
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No hay muchos aficionados un jueves por la tarde en el Rosario Golf Club, pero los pocos que terminan el hoyo 18 no pueden evitar acercarse a la galería del bar a saludarlo y felicitarlo. Deben esperar. También los insistentes llamados a su iPhone atado a un cargador inalámbrico. Sólo la limonada con soda y menta, que elogia con entusiasmo, tiene permiso para interrumpir la entrevista. Alejandro Tosti llega a la cita con veinte minutos de retraso y avisa que tiene otro compromiso en el centro en breve. Aun así, dispensa media hora para conversar con LA NACION, suficiente para revelar la intensidad por la que transcurren los carriles de su vida. Después de la montaña rusa emocional que fue su primera temporada en el PGA Tour, finalmente exitosa, podría haber elegido este impasse para descansar en alguna de las playas del Caribe que tiene al alcance de la mano de Gainesville, Florida, su hogar desde hace una década. En cambio, prefirió volver al calor, la humedad y los mosquitos de su Rosario natal para jugar (y ganar) el Abierto del Litoral y reencontrarse con sus afectos. “Mucho no puedo descansar, pero elijo poder juntarme con amigos, con mi familia, visitar a la gente que considero parte de mi vida”, explica.
Esas fueron sus últimas imágenes de 2024, en medio de sus vacaciones frenéticas. Así, treinta y dos minutos fueron suficientes para comprobar que habla como vive, que vive como juega. Ni los saludos ni el celular desviaron su alocución. “Soy temperamental y es parte de mi competitividad, y es uno de los factores creo por los que llegué a donde llegué. Estoy buscando la manera de canalizarlo, porque si no me enojo, me distraigo, y eso me lleva a jugar aún peor”, sentencia.
A los 28, Alejandro Tosti completó en 2024 su primer año pleno en el PGA Tour. Llegó allí luego de ganarse la tarjeta en el Korn Ferry Tour de la temporada anterior, que terminó con una breve e inusual suspensión por su comportamiento impulsivo dentro de la cancha. Estuvo muy cerca de alcanzar su primer título en marzo pasado en el Houston Open, pero un bogey en el hoyo 72 lo relegó al subcampeonato por un golpe. En 28 torneos, alcanzó un Top 10 más, falló 16 cortes y se retiró de un certamen. Debió revalidar su tarjeta en la Escuela de Clasificación en el TPC de Sawgrass, cuatro vueltas mortales entre 170 competidores con premio para sólo cinco. No empezó bien (71 y 74), pero un cierre inspirado (65 y 66) en el que volvió a aflorar todo su talento lo impulsó hasta el cuarto puesto para extender la membresía plena en 2025, en la que se ilusiona con explotar su potencial. “Lo que me pasó en Houston [donde estuvo a punto de ganar] me sirvió en la Q-School. Afronté el cierre de una manera diferente porque ya había vivido algo similar”. Como corolario, ganó el Abierto del Litoral en su ciudad, mismo escenario donde vuelve unos días más tarde.
“Estaba terminando muy mal el año, ya estaba planificando todo para volver al Korn Ferry Tour. Empecé a jugar mal, a bajar puestos; comencé a dar mucha atención a eso y a descarrilar mentalmente. Nunca antes en mi vida había pasado por una situación así. Quería que terminara el año, no me importaba dónde”, reconoce con crudeza. “Después fue una linda sorpresa volver a ganar la tarjeta y cambiar los planes de una manera mucho mejor, tener certeza de ciertos torneos que voy a jugar y saber que mi enfoque principal va a ser el PGA Tour”.
La cuestión mental y el aprendizaje son dos tópicos recurrentes en la conversación. Aparecen cuando habla de su temporada, de la suspensión a fines de 2023, de su relación cercana con el Nº1 del mundo Scottie Scheffler. “El final del año del PGA Tour se me complicó mucho. No quería estar en ese momento. Era muy difícil afrontarlo porque no me sentía cómodo mentalmente y eso me afectó muchísimo a mi juego”, reconoce. “Pude hacer esa buena pausa que necesitaba después del último torneo y volví para la Q-School con todas las pilas y me fue bien. Así que aprendí muchísimo de esa experiencia y me la llevo para este año”.
Tosti volverá a la acción en el Sony Open, que se jugará del 9 al 12 de este mes en Honolulu, en el certamen que le sigue a la cita de campeones en Kapalua, también en Hawaii. Allí, el rosarino formará parte del field junto con Emiliano Grillo, el otro representante argentino en el máximo circuito.
-Ahora que te sacaste esa mochila y conseguiste el objetivo de mantener la tarjeta, ¿Qué análisis hacés de lo que fue tu primer año con el PGA Tour?
-En el balance general, súper positivo. Tuve muchísimas experiencias increíbles. Haber jugado todo el año una cantidad de torneos importantes para conocer canchas nuevas, ver cómo se maneja en el Tour, el nivel de los jugadores... Pude competir a la par de figuras como Rory McIlroy, Justin Thomas, Wyndham Clark, Tony Finau. La verdad es que es muy lindo ver cómo un chico que creció en el Mitre de Pérez tiene el nivel de ese tipo de jugadores que han ganado Majors. Siento que me falta un poco de conocimiento y madurez para estar en ese escenario, pero lo que hice en 2024 fue increíble. Dicen que el primer año siempre es el más duro, y bueno, lo pasé de una manera dura, pero aprendí muchísimo.
-¿Qué cosas te costaron más?
-El hecho de viajar a todos lugares nuevos, canchas nuevas. Las prácticas se complicaban, hacía mucho calor y uno estaba cansado y sólo podía practicar los lunes y martes, porque los miércoles están los Pro-Am y yo no tengo acceso a eso. Me sentía en desventaja con el resto de los jugadores. Creo que este año me lo tomo de una manera muy diferente. Saber que voy a volver a canchas que ya jugué, tener una tranquilidad de que voy a jugar una buena cantidad de torneos y saber que si hago las cosas bien en algún momento se va a dar la semana que necesito.
-¿Y qué cosas disfrutaste más?
-Disfruté mucho de los fans. Me gusta mucho cuando están ahí. Hay algunos pares 3 que se arman con mucha gente y están todos ahí esperando. Hacer un birdie, festejar y hacerlos sentir bien y devolverle algo al público… al americano le gusta, porque en general los jugadores son fríos y cuando uno se hace un poquito el loco, le gusta. Otra linda experiencia fue el torneo que quedé en segundo lugar. Fue una locura estar ahí peleando para ganar. La falta de experiencia me jugó un poquito en contra, pero tuve una situación muy similar en la etapa de Q-School hace unas semanas.
-¿Eso te sirvió para para cerrar distinto la Clasificación?
-Sí, totalmente. Estaba en una posición muy similar donde un pequeño error mental te podía costar tu trabajo y pude mantenerme enfocado y estar en control en esos momentos difíciles.
-Habías terminado la temporada anterior, en el Korn Ferry Tour, con polémica [una suspensión por mala conducta cuando ya había ganado la tarjeta para el PGA Tour] ¿Eso te afectó? ¿Te sirvió de aprendizaje?
-Fue una situación muy dura,tenía muchas ganas de subir [al PGA Tour] y hacía hasta lo imposible para poder jugar bien. Yo soy muy competitivo y eso me lleva a autoexigirme mucho, y cuando las cosas no me salían me ponía mal. El Korn Ferry Tour quería hacerme ver que el golf es un deporte de caballeros y que hay que comportarse de cierta manera, que tiene ciertos estándares que no son permitidos. Yo de chiquito tuve un temperamento fuerte en la cancha de golf, que era lo que me llevaba a ser competitivo y a querer mejorar y superarme a mí mismo. Lamentablemente, un periodista en Estados Unidos [Ryan French, conocido por su cuenta de Twitter “Monday Q Info”] se tomó el atrevimiento de escribir un artículo con muchas noticias que no son verdaderas. La gente que lo sigue le creyó y varios periodistas tomaron esa nota como una referencia, sin corroborar lo que decía, sin tener fuente de información y perjudicándome a mí de muchas maneras. Un ejemplo perfecto es la nota que salió en LA NACION. El diario quiso tener mi opinión sobre lo que había pasado. Yo estaba en un momento muy estresante en mi vida por otras cosas personales y se me juntó con la suspensión. Por eso me negué a darles una nota y simplemente reprodujeron lo que este señor había dicho. Ahí uno aprende que el periodismo hace básicamente lo que quiere y no tiene ningún tipo de limitación. A partir de esa nota empecé a recibir amenazas y comentarios súper malos y negativos de gente que no me conoce personalmente, que no conoce mis inicios, que no conoce absolutamente nada de mí. Para mí fue una enseñanza muy dura, porque yo pasé por momentos muy deprimentes. Aprendí que yo me iba a encargar de lo mío, iba a hacer mi trabajo y después veré a quién le doy nota, a quién no. Un poco como hicieron los jugadores de fútbol [de la selección] que se cansaron del periodismo y se negaban a dar notas.
-Entonces, ¿qué parte de lo que dijo este periodista era falsa y por qué fue la suspensión? ¿Qué pasó realmente?
-La suspensión termina siendo una sumatoria de amonestaciones, básicamente, de ciertos avisos. El último fue una discusión con un árbitro después de que terminó una ronda de un torneo, porque un jugador se demoró cinco minutos para pegar un tiro y nosotros tenemos una regla que si superás un minuto y medio, el jugador tiene que recibir un aviso, no importan las circunstancias. En este caso yo fui a reclamar eso, porque afectó a mi juego, y me llamaron la atención por mi enojo, por la manera en que lo hice. Esa fue la última amonestación, que fue la que desencadenó la suspensión, pero ese periodista me acusó de tramposo sin ningún tipo de evidencia, simplemente por dos situaciones que yo tuve cuando estaba en la universidad, que fueron autodescalificaciones, y me comparó con un jugador que sí tiene mucha evidencia de haber hecho trampa. La verdad es que eso me molestó muchísimo. Soy temperamental y es parte de mi competitividad y creo que es uno de los factores por los que llegué adonde llegué.
-¿Tuviste que hacer algún trabajo para que no te afecte negativamente? ¿Lo trabajás con algún psicólogo?
-Sí, es un trabajo que vengo haciendo hace muchísimo y es básicamente aprender a lidiar con mi personalidad y constantemente estar chequeando las cosas que me molestan, estando consciente de todas estas situaciones que me llevan a enojarme o a distraerme y perder el enfoque. Desde los 12 años que trabajo con psicólogos deportivos. Uno siempre trata de mejorar y trabajar en las debilidades.
-Del otro lado, ese gen competitivo y ese querer superarte a vos mismo que hace que también muchos te vean como una de las figuras emergentes del circuito. ¿Eso de dónde sale?
-Creo que es algo mío, interno, nadie me lo impuso, mis padres no juegan golf. Creo que es el simple hecho de que quiero ganar, quiero competir y cada cosa que hago quiero hacerlo de la mejor manera y no me considero una persona promedio. Eso es lo que a uno lo lleva a tener ciertas actitudes. En el fútbol te enojás y te sirve. En golf estoy tratando de encontrar la manera de canalizarlo, porque si no me enojo, me voy para otro lado, me distraigo, y eso me lleva a jugar aún peor. Entonces, ¿cómo encontrar un balance? Ya no puedo enojarme y demostrarlo de ciertas maneras, entonces el desafío es cómo utilizo el enojo en una forma positiva. Es una línea muy fina, es muy complicado.
La vida en el Tour y la relación con Scheffler
El celular vuelve a sonar pero se rehúsa a atender pese a la condescendencia del interlocutor. “Es un llamado largo”, advierte. Se pasa la hora de su próxima cita pero nunca amaga con soltar la entrevista. Protesta cuando alguien lo interrumpe para felicitarlo. Saludará gentilmente al puñado de aficionados cuando finalice la charla. Unos días atrás, en el mismo escenario que el atardecer realza con su dorado, había ganado el Abierto del Litoral por segunda vez en su carrera, ésta con récord (-26).
“Clasifiqué en la Q-School y ese mismo domingo cambié el pasaje que tenía para Navidad y me vine a aprovechar para jugar el Litoral, que es un torneo que me gusta mucho y siempre es lindo poder jugar en mi ciudad”, cuenta Tosti. “Yo que estoy todo el año viajando, poder dormir en mi cama y jugar este torneo no tiene precio”.
Cada vez que vuelve a Rosario, Ale Tosti para en la casa de sus padres, cerca de la terminal de ómnibus. El mismo barrio donde nació y desde donde hacía el trayecto diario a la localidad lindante de Pérez con la bolsa de palos alivianada por los sueños. Desde que a los 18 años mudó su residencia a Gainesville, a dos horas de Orlando, primero para estudiar en la Universidad de Florida y luego para afrontar su carrera profesional, sólo regresa esporádicamente. Cuanto mayor es la exigencia, menos son las posibilidades de volver. Aquella fue la tercera visita de 2024.
“Se me hace difícil cada vez que vengo acá porque me quiero poner al día con toda la gente cercana y muchas veces uno se pasa al otro lado y no termina descansando”, dice sin un dejo de resignación. “No paro de correr, no paro de juntarme con uno, con el otro, y llega un momento que es cansador, pero también sé que es el momento del año para hacer eso”.
-¿Cuál es la mayor diferencia entre el Korn Ferry y el PGA Tour? ¿Las canchas? ¿Los jugadores?
-Un poco ambas. En el PGA las canchas son más difíciles, los greenes son un poco más rápidos, más duros, el rough es más alto. En el Korn Ferry Tour llueve casi todas las semanas, porque se juega en el verano y muchas veces terminamos jugando con lie mejorado, lo que hace que el score sea mucho más fácil. Las canchas también son más cortas, los pares 5 son relativamente fáciles.
-¿Tuviste posibilidades de convivir o de conocer a las figuras del circuito? ¿Cómo es la relación con el resto de los jugadores?
-Sí, un montón. Un montón de jugadores que yo conocía de la universidad, de torneos que yo jugaba de junior. Por ejemplo, con Scottie Scheffler compartimos el Junior Invitational, un torneo que juegan los mejores 50 jugadores juniors del mundo, y tenemos recuerdo de estar jugando ping-pong y matarnos de risa. Yo casi que ni hablaba inglés, pero hablábamos en el idioma de competencia, así que tenemos un par de historias. Lo vi a principios de año en Phoenix y ahí estuvimos hablando y me felicitó por haber llegado, y yo obviamente lo felicité porque lo que venía haciendo. Tuvimos una charlita corta, él se acuerda siempre de mí. Así como él hay muchísimos jugadores con los que a lo largo de la carrera nos hemos ido cruzando en diferentes etapas.
-¿Te imaginabas que Scheffler podía llegar a ser lo que es hoy?
–No, ni cerca. Él tuvo un salto muy grande, jugó muy bien en el Korn Ferry, entró al PGA Tour y la empezó a romper. Uno se va alimentando de esa confianza y es lo que te lleva a ese punto, pero son muy pocos en el mundo que logran eso. La verdad que es un nivel casi como el de Tiger Woods, una locura lo que está haciendo.
-¿Tenés un grupo de jugadores con los que convivir en el día a día?
-Estoy tratando de entender cómo funciona todo. Dentro del Tour los americanos se mueven mucho con su mujer, sus hijos. Eso a mí me impactó mucho. A la hora de almorzar son todas mesas para dos o tres personas, no ves que los jugadores interactúen mucho con otros jugadores. Es un ambiente un poco raro en ese sentido. Para mí fue un poco chocante, viniendo de una cultura tan abierta, tan amistosa, llegar a un lugar donde cada uno es su mundo. Ahí uno va aprendiendo y buscando la forma que más le conviene. Entre los latinos hay varios grupitos de jugadores que se conocen desde hace mucho tiempo, juegan rondas de práctica juntos. Me ha tocado compartir rondas con todos los latinos, pero no tengo un grupo fijo como algunos jugadores que se vuelven muy amigos con el transcurso de los años.
-Habiendo cumplido el objetivo de retener la tarjeta y superado el desafío del primer año, ¿qué esperás de la temporada 2025?
-El hecho de volver a un lugar con experiencia, habiendo conocido las canchas, habiendo estado en situaciones, habiendo conocido el nivel de los jugadores y comparándolo con el mío y con el que yo creo que puede ser mi mejor nivel, creo que los objetivos cambian un poco. Ya tengo una mejor visión de lo que puedo lograr si estoy bien físicamente y mentalmente y las expectativas son altas, pero son realistas y con posibilidad de alcanzarlas. No voy a poner una meta de decir que quiero ser el número 1 del mundo en este momento, porque estoy en un proceso que todavía tengo que afianzarme, creo que eso llega una vez que uno se siente cómodo con el lugar, sabe que pertenece y yo este año no pude hacer eso, así que ese es el objetivo para este año que viene: poder establecerme y ser parte del PGA Tour.
-Estuviste muy cerca de ganar ¿Es un objetivo?
-Ganar es algo que casi ni lo planeás, llega a la consecuencia de estar haciendo las cosas bien. Cuando la oportunidad se da, se encuentra un poquito la suerte, se da el resultado final de quedar mejor que el resto, porque al final de cuentas cualquier jugador que está ahí en el PGA Tour puede ganar cualquier semana.
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